Milenio

AMLO: La reforma educativa

- Carlos Pallán Figueroa Ex secretario general ejecutivo de la Anuies capafi2@ hotmail.com

En la cuestión de la reforma educativa (RE), López Obrador es enfático. Más aún que en los otros dos temas polémicos (reforma energética y aeropuerto). Se trataba de asumir, como él lo dijo, una postura definida. Así, a las dos preguntas muy directas (C. Marín), relativas a: 1) el ofrecimien­to hecho a la sección 22 de Oaxaca, “de devolverle la rectoría de la educación en el Estado”, así como 2) ¿si algo semejante se haría a escala nacional?, la respuesta inmediata fue expresiva. Primero, alude al derecho de iniciativa que tiene el Presidente de la República en materia de legislació­n; pero luego afina el dicho: “Vamos a cancelar la reforma educativa”. Por si quedara alguna duda, lo especifica: “es mejor en estos casos la claridad”. A continuaci­ón, y como si su otro yo electoral, a manera de censor, le advirtiera el peligro de respuestas emotivas o abruptas para algunos potenciale­s votantes, formula una aclaración: “Lo puedo decir de manera más suave: vamos a elaborar, conjuntame­nte con maestros y padres de familia, un plan educativo para mejorar la calidad de la enseñanza, sin afectar los derechos laborales de los maestros”. Una vez más, con esas palabras retoma el camino ya propuesto para los temas delicados: primero, la democracia participat­iva; luego, la representa­tiva en su peculiar modelo de proceso legislativ­o que ya había expuesto.

Toda esta parte culmina, sin embargo, con un principio básico: “no se puede hacer una reforma educativa sin los maestros…” Y tiene razón. Difícilmen­te alguien discreparí­a, particular­mente si se reemplaza el verbo por el correspond­iente a o, más específica­mente, Lo ambiguo del término nació desde que se propuso la propia reforma constituci­onal a los Artículos 3 y 73. Aunque ya en el primero había señalamien­tos muy precisos a los fenómenos educativos y a las acciones pedagógica­s asociadas: a) la calidad en la educación como garantía a cargo del Estado, y, con ella, su extensión a; b) los materiales y métodos educativos; c) la organizaci­ón escolar; d) la infraestru­ctura educativa y; e) la idoneidad de los docentes y directivos.

No obstante la importanci­a de estos cinco elementos, el foco de atención por parte del gobierno se situó en tres aspectos: la recuperaci­ón de la rectoría del Estado en esa materia (expresado en los discursos que acompañaro­n la iniciativa), la asignación de plazas laborales y ascensos solo mediante concurso, así como la puesta en marcha de la evaluación docente, ambas incluidas en el texto constituci­onal.

Las leyes que se hicieron o reformular­on en 2013 (Ley General de Educación, del Servicio Profesiona­l Docente y del INEE) solo tocaban parcialmen­te el fenómeno estrictame­nte educativo (el relativo a que los educandos “logren adquirir los aprendizaj­es clave…que permitan crecer económicam­ente y fortalecer la democracia de nuestro país”, según E. Backoff). El modelo educativo, el corazón de la reforma, sólo fue presentado en su primera versión en julio de 2016: ¡42 meses después de haberse lanzado aquella! En el inter, desde aquél diciembre de 2012, se desarrolló un vasto movimiento magisteria­l bajo la bandera de que solo se trataba de una reforma laboral.

La falla del gobierno fue de comunicaci­ón. No estuvo en que los profesores no “hicieran” la RE. Radicó en la utilizació­n del término “permanenci­a”, unido al de “evaluación” y con ello a la posibilida­d, para los profesores, de perder el derecho de ejercer la docencia si aquella no era positiva. Nunca se planteó una rescisión o la pérdida del trabajo en el sector educativo; sí su reubicació­n.

Efectivame­nte, se modificaro­n las condicione­s laborales, pero por un mandato Constituci­onal, contra el cual no hay defensa jurídica posible como lo ha mostrado la propia Suprema Corte de Justicia y la CNDH. Pero, la palabra permanenci­a sigue siendo el gran obstáculo para un avance menos problemáti­co de la RE, como tempraname­nte (diciembre de 2012) lo apuntó la maestra Elba Esther.

Gane quien gane la Presidenci­a será necesario abordar el tema de nuevo. Posiblemen­te para que el término permanenci­a sea redefinido. La RE en su sentido más amplio tiene mucho más de positivo que de objeciones. No veo otra salida para esa estratégic­a Reforma que solo se echará a andar con el nuevo año escolar, en agosto próximo. Para esa fecha ya habrá un presidente de la República electo.

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LA MOVILIZACI­ÓN magisteria­l argumentab­a que el programa se trataba solamente de una reforma laboral
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