AMLO: La reforma educativa
En la cuestión de la reforma educativa (RE), López Obrador es enfático. Más aún que en los otros dos temas polémicos (reforma energética y aeropuerto). Se trataba de asumir, como él lo dijo, una postura definida. Así, a las dos preguntas muy directas (C. Marín), relativas a: 1) el ofrecimiento hecho a la sección 22 de Oaxaca, “de devolverle la rectoría de la educación en el Estado”, así como 2) ¿si algo semejante se haría a escala nacional?, la respuesta inmediata fue expresiva. Primero, alude al derecho de iniciativa que tiene el Presidente de la República en materia de legislación; pero luego afina el dicho: “Vamos a cancelar la reforma educativa”. Por si quedara alguna duda, lo especifica: “es mejor en estos casos la claridad”. A continuación, y como si su otro yo electoral, a manera de censor, le advirtiera el peligro de respuestas emotivas o abruptas para algunos potenciales votantes, formula una aclaración: “Lo puedo decir de manera más suave: vamos a elaborar, conjuntamente con maestros y padres de familia, un plan educativo para mejorar la calidad de la enseñanza, sin afectar los derechos laborales de los maestros”. Una vez más, con esas palabras retoma el camino ya propuesto para los temas delicados: primero, la democracia participativa; luego, la representativa en su peculiar modelo de proceso legislativo que ya había expuesto.
Toda esta parte culmina, sin embargo, con un principio básico: “no se puede hacer una reforma educativa sin los maestros…” Y tiene razón. Difícilmente alguien discreparía, particularmente si se reemplaza el verbo por el correspondiente a o, más específicamente, Lo ambiguo del término nació desde que se propuso la propia reforma constitucional a los Artículos 3 y 73. Aunque ya en el primero había señalamientos muy precisos a los fenómenos educativos y a las acciones pedagógicas asociadas: a) la calidad en la educación como garantía a cargo del Estado, y, con ella, su extensión a; b) los materiales y métodos educativos; c) la organización escolar; d) la infraestructura educativa y; e) la idoneidad de los docentes y directivos.
No obstante la importancia de estos cinco elementos, el foco de atención por parte del gobierno se situó en tres aspectos: la recuperación de la rectoría del Estado en esa materia (expresado en los discursos que acompañaron la iniciativa), la asignación de plazas laborales y ascensos solo mediante concurso, así como la puesta en marcha de la evaluación docente, ambas incluidas en el texto constitucional.
Las leyes que se hicieron o reformularon en 2013 (Ley General de Educación, del Servicio Profesional Docente y del INEE) solo tocaban parcialmente el fenómeno estrictamente educativo (el relativo a que los educandos “logren adquirir los aprendizajes clave…que permitan crecer económicamente y fortalecer la democracia de nuestro país”, según E. Backoff). El modelo educativo, el corazón de la reforma, sólo fue presentado en su primera versión en julio de 2016: ¡42 meses después de haberse lanzado aquella! En el inter, desde aquél diciembre de 2012, se desarrolló un vasto movimiento magisterial bajo la bandera de que solo se trataba de una reforma laboral.
La falla del gobierno fue de comunicación. No estuvo en que los profesores no “hicieran” la RE. Radicó en la utilización del término “permanencia”, unido al de “evaluación” y con ello a la posibilidad, para los profesores, de perder el derecho de ejercer la docencia si aquella no era positiva. Nunca se planteó una rescisión o la pérdida del trabajo en el sector educativo; sí su reubicación.
Efectivamente, se modificaron las condiciones laborales, pero por un mandato Constitucional, contra el cual no hay defensa jurídica posible como lo ha mostrado la propia Suprema Corte de Justicia y la CNDH. Pero, la palabra permanencia sigue siendo el gran obstáculo para un avance menos problemático de la RE, como tempranamente (diciembre de 2012) lo apuntó la maestra Elba Esther.
Gane quien gane la Presidencia será necesario abordar el tema de nuevo. Posiblemente para que el término permanencia sea redefinido. La RE en su sentido más amplio tiene mucho más de positivo que de objeciones. No veo otra salida para esa estratégica Reforma que solo se echará a andar con el nuevo año escolar, en agosto próximo. Para esa fecha ya habrá un presidente de la República electo.