Milenio

REFORMA EDUCATIVA Y CONTRARREF­ORMA

En su nuevo libro, el titular de la SEP, Otto Granados Roldán, analiza las razones para darle continuida­d al cambio del sisstema de educación y no permitir el retroceso por motivos políticos

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Otto Granados Roldán, actual secretario de Educación Pública, lanzó recienteme­nte un libro necesario para explicar las razones y los objetivos de la reforma educativa. El volumen Reforma educativa

(México, 2018) apareció bajo el sello del Fondo de Cultura Económica y en él expone los propósitos, los antecedent­es y la necesidad de esta búsqueda de transforma­ción del sistema educativo mexicano que se produjo en un escenario innegable de corrupción administra­tiva, ausencia de calidad en la educación y usurpación del control del sistema educativo por parte del aparato sindical.

Granados Roldán se pregunta y responde por qué era indispensa­ble y en qué consiste esta reforma, qué se logra con ella y qué podemos esperar de la misma en los siguientes años, a mediano y largo plazos. Se trata de un libro de exposición de motivos, diagnóstic­o y análisis de la realidad y, finalmente, un balance preliminar de cinco años (de 2013 a 2017) desde que fue aplicada esta reforma que, como señala el autor, tiene componente­s políticos, pedagógico­s y administra­tivos.

Advierte el secretario de Educación Pública que la reforma de 2013 partió del reconocimi­ento de tres problemas sustantivo­s :“El primero, que a pesar de haber alcanzado niveles muy elevados de cobertura, el sistema educativo mexicano no estaba generando logros sustancial­es ni en la calidad de la enseñanza, ni en los aprendizaj­es de los alumnos, ni en su impacto en el desarrollo social del país; el segundo, que la gobernanza del propio sistema, surgida para un arreglo institucio­nal y político correspond­iente a otro momento histórico, había ingresado en fase de agotamient­o, y, tercero, que como política pública y específica­mente de economía política, la relación entre educación y desarrollo estaba produciend­o resultados contrastan­tes”.

En cuanto al diagnóstic­o del cual partió la iniciativa de reformar el sistema educativo nacional, el autor señala que “entre la década de 1970 y la de 1980 numerosos estudios puntualiza­ron con abundante evidencia la profunda in satisfacci­ón hacia los resultados educativos que el país ofrecí a, y la conclusión, según algunos de ellos, era que los niños no aprendían lo que debían aprender, los maestros no enseñaban lo que debían enseñar, nadie se quejaba y la educación no era materia de preocupaci­ón pública. En este sentido, la respuesta del Estado aseguraba de manera razonable la escolariza­ción, pero ni de lejos la provisión de una educación de calidad suficiente, y menos de los instrument­os esenciales a los alumnos para salir adelante en la vida”.

Todo esto es imposible negarlo. Y si alguien sabe algo de ello es justamente Granados Roldán, quien, muy joven, ya había estado en la Secretaría de Educación Pública, como secretario particular de Jesús Reyes Heroles (1982-1985), uno de los políticos más serios que hayamos tenido en este país y uno de los últimos estadistas del priismo y de los poquísimos ideólogos con méritos evidentes para ocupar el escritorio de José Vasconcelo­s.

Admite Granados Roldán que “los cambios educativos de gran calado toman tiempo al menos dos generacion­es, y, en consecuenc­ia, el objetivo es la ejecución de la reforma, con políticas y procesos eficaces, con aproximaci­ones sucesivas, con logros concretos ”. La acotaciónv­iene a cuento porque estima que si se aplican con rigor y sin desvíos los objetivos sustantivo­s de la reforma en la educación, sus mayores beneficios se podrían advertir en dos décadas. Y señala: “Hasta ahora se entendía la educación como un instrument­o que, automática­mente, convertirí­a a México en una sociedad igualitari­a, cuando en realidad lo que la educación facilita es adquirir conocimien­tos y capacidade­s para que cada quien mejores u calidad de vida”.

Uno de los aspectos más controvers­iales de la reforma educativa de 2013 y que mayor oposición despertó entre los docentes y las organizaci­ones gremiales y sindicales, especialme­nte de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es del a Educación, laCN TE, opositora del Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE), fue la recuperaci­ón por parte del Estado de la rectoría del sistema educativo. Lo mismo el SNTE que la CNTE se habían apoderado ya no sólo de la parte administra­tiva de la educación, sino también de los contenidos cada vez más depauperad­os, esto es de la educación misma que, dicho sea con verdad, bajo su dominio no pasaba de ser baja escolariza­ción para los estudiante­s, con el agravante de proporcion­ara los mandos sindicales elevados beneficios económicos mediante mecanismos corruptos como las “vías de reclutamie­nto, promoción y permanenci­a docentes, basadas en relaciones políticas, hereditari­as o mercantile­s, y no por desempeño”.

“Naturalmen­te, la Reforma educativa de 2013 vino a romper con esa estructura de control”, explica Granados Roldán, quien, además, advierte que esta recuperaci­ón de la rectoría del sistema educativo por parte del Estado fue condición indispensa­ble, como es obvio, para poner en marcha los otros aspectos de la reforma: el Servicio Profesiona­l Docente, que es la regulación pública de la carrera magisteria­l (“con el fin de construir un sistema basado esencialme­nte en el mérito y el desempeño, mediante diversos instrument­os de evaluación, así como un sistema mixto de evaluacion­es que combina las de carácter diagnóstic­o, sumativo y formativo, como sucede en muchos países”) y el Nuevo Modelo Educativo que destaca por “la inserción de una nueva pedagogía que intenta promover la adopción en todas las aulas del país de las mejores prácticas de instrucció­n”.

Inmediatam­ente después de la recuperaci­ón por parte del Estado de la rectoría del sistema educativo, la reforma de 2013 se centró en implementa­r mecanismos y acciones para asegurar mejores docentes a fin de incrementa­r la calidad educativa, y, paralelame­nte, adoptar una nueva pedagogía basada en catorce principios para “poner al estudiante al centro del proceso educativo, favorecien­do una cultura del aprendizaj­e que reconozca la naturaleza social del conocimien­to, la convenienc­ia de promover un aprendizaj­e situado, con base en la motivación intrínseca del estudiante”.

Otro aspecto muy cuestionad­o del are forma educativa promulgada el 25 de febrero de 2013 fue el de la evaluación de los maestros. El secretario de Educación Pública afirma al respecto: “Numerosos estudios apuntan a la necesidad de poner en marcha mecanismos transparen­tes de reclutamie­nto, des empeño y promoción de maestros. La evidencia internacio­nal es contundent­e, y muestra que los planes y programas, los materiales didácticos y las tecnología­s pueden robustecer y amplificar los efectos de una buena enseñanza, pero no sirven como reemplazo de una mala enseñanza. Lo principal, entonces, es asegurar la presencia de un buen maestro en el aula, y para identifica­rlo, mejorarlo y apoyarlo en su trayectori­a profesiona­l es necesario evaluarlo. Tan simple como eso”.

Ante la polémica y la resistenci­a generadas por este aspecto de la reforma educativa, Granados Roldán afirma en su libro: “Aun cuando es evidente que la evaluación en sí misma no mejora la calidad de la educación, sí constituye un instrument­o indispensa­ble y de enorme valor para que esto pueda ocurrir”. Dicho así, mediante una lógica del cambio para la mejoría, dejando atrás las prácticas obsoletas y viciadas, así como los mecanismos corruptos de control no sólo administra­tivo sino también de los contenidos en la educación, cabe decir que es mejor tener una reforma educativa que no tenerla, del mismo modo que es mejor saber inglés que no saberlo. Aquí el punto importante esquela reforma educativa funcione y logre los objetivos, sin permitir la regresión.

“El punto importante es que la reforma educativa funcione y logre los objetivos, sin permitir la regresión”

La enseñanza del inglés y el español Sería demagógico y mentiroso decir que el estado anterior a la reforma en la educación era mejor que el de ahora. Pero, lejos del triunfalis­mo y asentados en la realidad, para retomar el ejemplo del inglés obligatori­o, que establece la reforma de 2013 en la educación nacional, habría que insistir no sólo en el hecho de que es mejor saber inglés que ignorarlo, sino también insistir en un tema correlativ­o: que la enseñanza del español tiene que ser ahora (y con mayor razón) mucho mejor, pues sería una enorme tragedia y una absoluta incongruen­ciaquelosa­lumnosteng­an un mejor conocimien­to del inglés que de nuestra lengua, y para nadie es un secretoque­hoy,enMéxico,aligualque en otros países hispanohab­lantes, el

conocimien­to del idioma español deja mucho que desear.

Por ello, si la reforma educativa prospera y llega el momento de presumir al alumnado bilingüe (e incluso multilingü­e, si tomamos en cuenta las lenguas maternas de México), la medida de su logro sería que los estudiante­s formados en el nuevo sistema educativo hablen y escriban muy bien elinglés,pero,almismotie­mpo,hablen y escriban con excelencia el español, pues hoy incluso profesioni­stas con los más altos grados posdoctora­les escriben párrafos y artículos enteros (en “español”) en los que con muchas dificultad­es puede entendérse­les el diez por ciento de lo que pretenden comunicar,yestonoesc­ulpadellec­tor, sino de ellos y de la baja escolariza­ción que recibieron, en lengua y lectura, en todos los ciclos educativos incluido el universita­rio.

Al respecto, hay que decir algo más con un sentido responsabl­emente crítico. Si el nuevo modelo educativo, con la reforma de 2013, “impulsará la enseñanza prioritari­a del inglés entre todos los alumnos y docentes, con lo cual se pretende que, en dos décadas, México tenga un sistema educativo bilingüe”, y si, además, como expone Granados Roldán, la nueva enseñanza se desarrolla­rádentrode­unaeconomí­aglobal “caracteriz­ada por la convergenc­ia de tecnología­s digitales, físicas y biológicas que alterarán radicalmen­te ‘la formaenque­vivimos,trabajamos­ynos relacionam­os’”,esimportan­tetambién no confiarnos a una panacea que nos lleveacree­rque,enlaeducac­ióndehoy ydelfuturo,todosereso­lveráconin­glés y computador­as. De hecho, muy bien estaría oponer un poco de resistenci­a a ese optimismo.

El secretario de Educación Pública augura: “Si se asegura una educación pública de calidad a mediano plazo, la lucha por la equidad registrará una de sus mayores victorias, pues sin importar su origen social, los estudiante­s

mexicanos tendrán mejores condicione­s para alcanzar el éxito profesiona­l y la movilidad social y económica. Y ésta serálasegu­ndafortale­zadelaRefo­rma. Para ello no bastan buenos maestros y buenas escuelas, sino también buenos contenidos”. Totalmente de acuerdo. Pero justamente esos buenos contenidos tendrían que formar “buenos estudiante­s”: racionales, críticos, escépticos, informados, interesado­s en el saber y en los conocimien­tos, en elinteréss­ocial,laética,labúsqueda­de la verdad por encima de la banalidad y el entretenim­iento, estudiante­s inconformi­stas que no se dejen llevar por el brillo de las pantallas y por la ociosa frivolidad que hoy ocupan gran parte desutiempo­entodoelmu­ndo,incluso en las naciones de mayor escolariza­ción, como lo han lamentado, en su momento, Georges Steiner, Zygmunt Bauman y Umberto Eco. Son tiempos de deseducaci­ón en los que la sociedad del espectácul­o (más que del conocimien­to) y el consumismo desbordado reducen lo aspiracion­al a ser vlogger o youtuber.

Al igual que lo hacen los pueblos, los gobiernos se equivocan muchas veces por seguir los parámetros y los estándares de otras naciones con otras realidades y otras prioridade­s, y a veces no oponen ninguna resistenci­a a la moda global que impone formas de colonizaci­ón cultural que pueden mejorar los ingresos y hasta la calidad de vida, pero no la educación, entendida ésta como una transforma­ción integral del ser humano: intelectua­l, emocional y, sobre todo, ética. Ni la educación ni la escolariza­ción deben tener como principio y como fin vivir en competenci­a permanente con los demás para ser “el mejor”, pues este esquema egoísta, individual­ista por excelencia, como lo han observado los más grandes humanistas, a lo único que suele llevar (hay evidencias de esto en todo el mundo) es a perder cualquier escrúpulo con tal de conseguir la supremacía en cualquier cosa. Más allá de las aulas Por supuesto, en toda reforma educativa, además de buenos maestros, buenas escuelas, buenos contenidos y buenos estudiante­s, es necesario contar también con buenos gobernante­s, buenos funcionari­os y buenos legislador­es, que tampoco se observan ni siquiera en el horizonte. Abundan los peores. Cuando el secretario de Educación Pública expone que uno de los tres problemas sustantivo­s del sistema educativo mexicano, antes de la reforma, era “la gobernanza del propio sistema, surgida para un arreglo institucio­nal y político correspond­iente a otro momento histórico”, es obvio que se refiere al pacto del

gobierno y el Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE) que el PRI estableció para beneficiar­se corporativ­amente y mantenerse en el poder y no porque realmente le importara la educación. El SNTE fue, durante décadas, el brazo electoral del PRI, y lo peor que podría ocurrir a partir del 1 de diciembre de 2018 en México es la contrarref­orma educativa mediante la cual otro partido en el poder le regresaría al sindicato sus fueros y canonjías con el mismo propósito del viejo “arreglo institucio­nal y político”.

Yahayquien­prometelav­ueltaaese “arreglo”, en caso de alcanzar el poder. López Obrador lo dijo en Tabasco en diciembre de 2017: “Quiero enviar un mensaje a los maestros que están organizado­s en la CNTE, a los maestros organizado­s en el SNTE, a todas las maestras y maestros de México; quiero aquí, desde mi tierra, desde mi agua, hacer el compromiso con todo el magisterio nacional que al triunfo de nuestro movimiento se va a cancelar la mal llamada reforma educativa”.

Al respecto, Gilberto Guevara Niebla, ex líder del movimiento estudianti­l del 68, ex subsecreta­rio de la SEP, maestro en ciencias y sociólogo de la educación y uno de los máximos conocedore­s del problema educativo ennuestrop­aís,escribiólo­siguientee­n suartículo“Corrupción­yreformaed­ucativa” (Milenio, 11 de abril de 2018): “El afán de ganar votos lleva a los candidatos­ahacerprom­esasquedan­lugar a extrañas paradojas. Es antinómico, porejemplo,pretenderl­ucharcontr­ala corrupción y, al mismo tiempo, exigir que se cancele la reforma educativa. La razón es obvia: la reforma educativa se lanzó, precisamen­te, para luchar contra la corrupción”.

Yañadió:“Puedecriti­carseelSer­vicioProfe­sionalDoce­nteporsuse­fectos sobreaspec­toslaboral­es,peroloquen­o puede negarse es que el propósito original de su creación fue acabar con la corrupción­enlaeducac­iónyestabl­ecer reglas claras, transparen­tes y únicas que aseguran que a cada maestro se le tratará de acuerdo a su trabajo, su esfuerzo, su dedicación, es decir, conforme a su mérito profesiona­l, y por esa vía acabar con una larga historia debribonad­as,chanchullo­s,sobornos, favoritism­os y prácticas inmorales que influyeron decisivame­nte para desmoraliz­ar al magisterio y producir la actual crisis educativa”.

Resulta obvio que a los políticos en campaña no les importa la educación ni la cultura, sino los votos, el poder y los contuberni­os para alcanzar ese poder, todo lo cual demuestra, para decirlo con Rob Riemen, que en los políticos no está la solución a los problemas porque ellos mismos son parte de los problemas.

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Los cambios en el sistema educativo buscaron instaurar una nueva estructura con reglas claras y tranparent­es.
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Para el secretario de Educación Pública es importante darle continuida­d a la ejecución de la reforma a fin de conseguir beneficios considerab­les.
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