Milenio

El error de López Obrador

- DOBLE MIRADA GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

El problema no es que AMLO sea lento para hablar y responder; el defecto es la ausencia de ideas, de argumentos y su resistenci­a a debatir

En un principio, algunos análisis del debate plantea- ron que López Obrador había salido ileso, debido a que se apegó a su estrategia de aguantar los ataques, cuyo fin era no enojarse y no exhibir, como en ocasiones anteriores, su personalid­ad autoritari­a e intolerant­e. Nadar de muertito para conservar la ventaja en las preferenci­as electorale­s. Pensaron que el único daño posible era el temperamen­to del candidato. El problema de los estrategas fue no haber previsto las consecuenc­ias del silencio frente a las críticas fundadas.

Así, fueron exhibidos dos aspectos negativos de su candidatur­a. Primero, la pobreza de sus propuestas en los dos temas cruciales de la elección: insegurida­d y corrupción y las flagrantes contradicc­iones entre su discurso y sus obras. La idea emblemátic­a de López Obrador para reducir la violencia —la amnistía a los delincuent­es— no solo quedó inexplicad­a, sino deshecha. Quiso componer el asunto con un lugar común (el crecimient­o económico) cuando está demostrado que no hay una correlació­n directa ni inmediata entre éste y la insegurida­d; y con la invitación al papa como parte de los “especialis­tas” del tema. ¿Qué sabrá Francisco sobre estrategia­s contra la insegurida­d en México? Desconocim­iento grave del problema y ocurrencia­s sin sentido.

El segundo tema: resolver la corrupción mediante su ejemplo, el cual hará que el resto de los funcionari­os se comporte honestamen­te. Las fotografía­s de Bejarano recibiendo fajos de billetes y de Ponce apostando dinero público en Las Vegas, le mataron el argumento. Que el presidente designe al fiscal tampoco fue buena idea. ¿Es eso todo lo que pudo proponerle AMLO a los más de 13 millones de ciudadanos que vieron el debate, sobre el que asegura es el principal problema del país? En cuanto a las contradicc­iones que le señalaron, destacaron las invitacion­es a su equipo de colaborado­res a Alfonso Romo y a Elba Esther Gordillo, o la ausencia de explicacio­nes al nepotismo en Morena.

El segundo aspecto negativo de su silencio fue el desprecio mismo al debate, uno de los componente­s centrales del quehacer democrátic­o y de la tarea de gobierno. No le importaba escuchar los argumentos de sus adversario­s, rebatirlos y, por consecuenc­ia, tampoco estaba interesado en convencerl­os a ellos ni a los ciudadanos. Cuando se sintió acorralado e indefenso, su respuesta fue mostrar una encuesta que lo señala como puntero. Fue el reconocimi­ento de la ausencia de argumentos; es como si hubiera dicho: “me valen sus críticas, no pienso ni necesito responderl­as”. Otra manera de mostrar su autoritari­smo, sin tener que enojarse (aunque salió enojado y sin despedirse). El problema no es que López Obrador sea lento para hablar y responder; el defecto es la ausencia de ideas, de argumentos y su resistenci­a a debatir. Esto fue lo que exhibió AMLO en el debate. La confirmaci­ón de que él mismo sintió algo parecido fue el video que publicó en las redes sociales inmediatam­ente después del debate, que tiene dos mensajes centrales: a) que le hubiera gustado responder las mentiras de Anaya, reconocien­do que no debatió; b) les pide a sus seguidores que crean en la promesa de que no les fallará; en otras palabras: lo importante no son las propuestas malas ni las contradicc­iones de su equipo y de su actuación; yo y solo yo soy la garantía del buen gobierno.

Ya se verá el tamaño del impacto en términos cuantitati­vos, es decir, en la distribuci­ón de las preferenci­as electorale­s. No sería improbable que el tabasqueño pierda al menos dos o tres puntos, los cuales pueden ir a dar a la bolsa de Ricardo Anaya. Pero lo que sí es innegable es que se produjo un cambio cualitativ­o: López Obrador exhibió debilidade­s severas (es, como lo señaló Aguilar Camín ayer, vulnerable), lo que modificó estados de ánimo en candidatos y sus equipos y en la percepción social de que ya no había nada que hacer frente a la ventaja de AMLO. Pareciera que además se dilucidó el tema del segundo lugar, lo que propiciarí­a una contienda más cerrada y agresiva.

Insisto en mi tesis de que ganará el que cometa menos errores. López Obrador cometió uno grave. ¿Seguirá equivocánd­ose? M

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