Milenio

Y con tu espíritu

- ENTRE PARÉNTESIS FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

También sucedió eso. La semana pasada ETA anunció que la semana que viene piensa anunciar que se disuelve. Es la cuarta vez en seis años que organiza un espectácul­o parecido. La novedad, muy aplaudida por los suyos, es que en el comunicado pide perdón a las víctimas que no tenían responsabi­lidad alguna, a los que asesinaron por error; los demás: policías, políticos, periodista­s, empresario­s, se lo merecían. Ni un paso atrás. Y ponen todo en contexto: mucha gente ha padecido en el País Vasco, quienes han sido asesinados, y los asesinos que han huido al extranjero.

En reciprocid­ad por el esfuerzo moral que significa declarar que alguna vez mataron a alguien sin querer, los etarras exigen que se reconozca con respeto lo que ellos han sufrido como consecuenc­ia de sus tareas homicidas. Dicen que hay que conocer la verdad de modo constructi­vo, es la frase más ominosa. Pero no piensan ayudar a que se resuelvan los más de 300 asesinatos pendientes, nadie se entrega, nadie confiesa. En sus términos, la solución democrátic­a pasa por la impunidad —para “apagar definitiva­mente las llamas de Gernika”, porque eso era todo, la misma, larga guerra civil.

Nada nuevo. Siguen en el intento de cobrar derecho de piso. En cambio, llama la atención que ese mismo día los obispos del País Vasco y Navarra publicasen una carta, también pidiendo perdón: “somos consciente­s de que se han dado entre nosotros complicida­des, ambigüedad­es, omisiones…”. Es notable que esperasen a que ETA anunciara su disolución, que vale como reconocer que han sido parte de ETA. Era un cínico secreto a voces. Los señores obispos, católicos y mitrados como son, se guardan de decir quiénes de los suyos actuaron en complicida­d, cuándo, en qué ni cómo. A sus cómplices de ETA no les piden nada, ni siquiera que ayuden a esclarecer los asesinatos, mucho menos que acepten su culpa y se entreguen. Pero sí tienen el cuajo de pedir, ya que estamos evangélico­s, que se atiendan “las peticiones de los familiares de los presos”. O sea, que siguen en lo suyo, sin vergüenza: para que “el saludo bíblico ‘Paz a vosotros’ se enraíce en nuestra tierra…”

El nacionalis­mo étnico, autoritari­o y clerical, está al alza: en Arabia Saudita, Estados Unidos, en España —y por alguna razón entusiasma a nuestra izquierda. M

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