CENSURA REGUETÓN
Cuando se busca a Gabriel Quadri en Google la primera opción que lanza el explorador lo describe como un “político, ecologista liberal e investigador mexicano”. Intenté imaginar qué es un “ecologista liberal”. Tuve que regresar al buscador y encontré que es un término para describir a quienes intentan unir el ecologismo con prácticas liberales económicas y sociales. No sé cómo algo así puede existir, pero comprendo esto: un liberal acepta que la libertad de expresión es un valor importante.
Entonces, con total desconcierto, encontré poco congruente que Quadri quiera prohibir el reguetón porque es un “narcótico embrutecedor de la conciencia musical de la humanidad...”. Caramba, ni yo que de verdad no aprecio el género he escrito con tanta pasión contra él.
Al parecer, Quadri se ha convertido en maestro de escuela dominical. Como tal, piensa que el reguetón es vulgar, una plaga, una degradación, cargado de letras misóginas y culpable de la demagogia en este país, caray.
Más allá de que esta sea una pequeña anécdota que rápidamente pasó desapercibida, justo como la campaña electoral del ex candidato, creo que representa una perspectiva que debe ser combatida siempre.
El reguetón es un género que tiene letras misóginas, sin duda, como muchos otros estilos desde que el hombre comenzó a hacer canciones. Pero, como cada quien lee desde la perspectiva que quiere, también esas letras pueden ser interpretadas de otra manera. Tome usted una canción de reguetón, por ejemplo: “El Nalgazo”, de Alex y Fido. En cierto fragmento dicen: “Ella le gusta que le den nalgazos / así que dale, dale / dale un nalgazo”. Pareciera que la mujer es un simple objeto, pero estamos hablando de una relación consensuada en donde a ella le gusta ser dominada.
Así podemos continuar: “Felices los cuatro” es una canción sobre el poliamor desde una perspectiva madura. No me alargaré en este asunto. Lo que queda claro es que las interpretaciones siempre pueden ser múltiples.
Vayamos a otro aspecto que probablemente Quadri desconoce. Hay letras en donde las mujeres hacen lo que quieren, también hay mujeres reguetoneras y, mejor aún, existe el reguetón feminista.
Ahí está Ñejo con “No quiere novio”, en donde rapea: “Ella no quiere novio, quiere vacilar na’ más. No quiere a nadie que le esté diciendo na’. Ningún bobo que le venga hablando pendejá. Ella no tiene que explicarle a nadie pa’ donde va”.
En cuanto a las mujeres reguetoneras, podemos encontrar a Anitta, brasileña que no solo canta y baila, sino que también escribe y produce sus canciones. Existen reguetoneras feministas como IRA, un grupo de Madrid que con habilidad en el flow destruyen los esquemas del reguetón más comercial, mientras se burlan de los hombres.
Yo he decidido criticar desde la perspectiva estética y no desde la moralidad, pues estamos hablando de sonidos organizados de cierta manera; eso lo convierte en música y, por lo tanto, es la estética la primera aproximación que necesita.
Cada vez que escucho reguetón intento controlar mi rechazo natural, algo que surge en mi estómago pero también en mi mente y que me invita a alejarme lo más pronto posible. No logro soportarlo por mucho tiempo, aunque he intentado acercarme al género con la mente abierta y dispuesto a entender por qué tantas personas sienten placer al escucharlo.
Creo que jamás me va a gustar esa música, no obstante, pude entender que la unión de pop y reguetón, que es lo que se escucha en todos lados, es apenas una pequeña parte del universo reguetonero. También comprendí que sirve como medio de expresión no sólo de Maluma y Balvin y Daddy Yankee, sino de múltiples raperos mucho menos conocidos.
Más allá de esto, pienso que toda expresión artística es válida, incluso aquella que nos desagrada. Porque, por el solo hecho de ser arte, debe ser libre. Hago esta afirmación pensando que el humano busca la libertad por naturaleza, corre hacia ella, incluso aunque no sepa o no entienda correctamente cómo encontrarla.
Una manera de buscar esta libertad es expresando su ser a través del arte. En este caso no estamos interesados si esa expresión es vulgar o elevada solo por el hecho de que el artista desea expresarse tiene que hacerlo en libertad.
Así, el rapero desea entregar esa libertad al escucha, quien, por supuesto, está también en absoluta libertad de tomarla o no. Cuando hago estas aclaraciones, para aquellos que piensan que la censura es la única salida ante expresiones que les desagradan, debo recordar que la libertad, dentro del arte, ya está hecha de antemano, no es dada por nadie ni por el estado ni por la moralidad ni por un personaje público.
Esto no impide la crítica, todos son libres de hacer papilla al reguetón, pero jamás, bajo ninguna circunstancia, pienso que la música debe ser censurada. Es el principio bajo el cual viven todos los artistas y creadores.
Debo cerrar afirmando lo siguiente: no puedo creer que acabo de defender al reguetón, carajo, pero la libertad es más importante que cualquier música monótona y elemental. M