Amlodipino para AMLO
A pesar de que el candidato presidencial de Morena no solo no ha cambiado en su visión y propuestas, también habla de amnistiar a criminales, así como revertir las reformas estructurales y obras fundamentales ya en curso
Por el tiempo perdido quizá la ventaja sea irreversible, pero era imposible que la campaña continuara en medio de la impunidad verbal que gusta al político tabasqueño
La alegría de unos es amarga ante el apuro o las dificultades del otro. Hasta antes del debate, el candidato López Obrador se la llevaba tranquila y hasta con humor. La ventaja amplia y consistente provocaba un ambiente festivo. Los que no querían perder abandonaban sus partidos y se sumaban al proyecto que antes repudiaban; personas de prestigio encantadas con la idea de ganar el poder interesadamente se adherían haciéndola de convenencieros conversos. Ante la evidencia, a los enemigos o reservones de ayer les daba por el silencio y hasta por conformarse con el adverso desenlace. A pesar de que López Obrador no solo no ha cambiado en su visión y propuestas, también habla de amnistiar criminales, así como revertir las reformas estructurales y obras fundamentales ya en curso.
A la fiesta del opositor se sumaba el desencanto y enojo social con lo que existe, el miedo a perder provocaba timidez a los intereses de siempre y el partido gobernante se embarcaba en una inexplicable feroz disputa con el segundo lugar. Todo cambió al momento del debate. En este espacio el domingo se dijo que quien más tiene es quien más pierde. Todo por ganar para Ricardo Anaya y José Antonio Meade. También dijimos que Jaime Rodríguez podría dar la sorpresa, lo que ocurrió en medio de la calculada ocurrencia y el nada ejemplar desenfado. Es de risa que a quien es el adversario a vencer le enoje que todos estén contra él. La ventaja que lleva es causa y razón, especialmente, porque hasta entonces no había sido objeto de escrutinio. Ante la adversidad fue evidente su incapacidad para explicar y hasta exhibió molestia por lo que ya se esperaba.
De allí en adelante, la política ingresa a un nuevo momento. Todos requieren el
amlodipino, especialmente el inventor de esa supuesta medicina. En ese afán de no engancharse se exhibió incapaz de defender su causa. Adjetivos, frases gastadas y verdades reveladas no pudieron contener la embestida. Los intereses interesados que le acompañan y los conversos —no los dogmáticos— pudieron ver el tamaño del líder expuesto por la ofensiva. El tema del debate era el suyo: la corrupción y quien está acostumbrado a dar lecciones de moralidad no previó la polémica sobre su patrimonio inmobiliario familiar. Igualmente, la idea de la amnistía resultó en manzana envenenada que sus exégetas, como la ex ministra Olga Sánchez Cordero, se han encargado de complicar todavía más.
El escenario de derrota regresa a la campaña de AMLO. No son las encuestas las que lo provocan, sino la cadena de pifias y el ingreso a una verdadera disputa por el poder. Los ataques, aunque llegan tarde, han sido certeros; los empresarios empiezan a entender que AMLO no engaña ni juega con las palabras, es auténtica su determinación de revertir los cambios, de imponer un presidencialismo providencial y de hacer valer una visión estatista de la sociedad y de la economía. El regreso al pasado es la propuesta y la hace quien lleva importante ventaja, precisamente porque no había habido un auténtico examen crítico de sus propuestas.
Sus competidores tardaron en hacer de AMLO el objetivo. Por el tiempo perdido quizá la ventaja sea irreversible, pero era imposible que la campaña continuara en medio de la impunidad verbal a la que es tan afecto López Obrador y que hace de la crítica a él y a su proyecto definición de campaña negra. No deja de ser una paradoja, que quien ha hecho del insulto al que lo critica recurso regular se incomode con la exigencia que ahora él enfrenta. Le faltan reflejos a unos y otros, por ejemplo, si es el caso que los inmuebles no son de su propiedad o de su mujer, sería suficiente mostrar los recibos prediales para acreditar el traslado a sus hijos o terceros. La honestidad valiente queda en entredicho por un ejercicio elemental de transparencia.
Lo que viene es peor para López Obrador y Morena. De continuar las cosas, se perfila un triunfo arrollador no solo en la elección presidencial; habría ventaja de Morena en la mayoría de los estados y distritos, con el subsecuente regreso de un gobierno con mayoría absoluta en el Congreso, situación que se perdió hace más de dos décadas.
López Obrador, siendo el mismo, hoy más que siempre se encamina a la Presidencia. Para él es un reto acreditar el temple y la serenidad, signo común de los personajes de la historia que para él son modelo. Ellos sí enfrentaron una contienda política extrema y un escenario de derrota en la que la vida iba de por medio, no una batalla al amparo de la civilidad democrática, de la moderación de los adversarios y de lo acomodaticio de los intereses de siempre. M