Reivindican la tercera raíz de nuestro país
Con más de 50 actividades se analizarán las aportaciones de esa vertiente cultural
En Cuajinicuilapa, municipio de la Costa Chica de Guerrero, la “capital negra de México” con más de 10 mil habitantes afrodescendientes, se realiza el Encuentro Afromexicano. Especialistas, artistas y portadores de esa cultura son los protagonistas de esta fiesta cultural, que empezó el 29 de abril y termina el próximo sábado, y a la que se suman Oaxaca, Michoacán, Coahuila, Veracruz y Ciudad de México.
Presentaciones artísticas, foros académicos, talleres, muestras artesanales y gastronómicas son las más de 50 actividades del encuentro, que busca destacar la herencia afrodescendiente y sus aportaciones en el desarrollo de México.
Organizado por la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura, en colaboración con la Secretaría de Cultura de Guerrero, el Encuentro Afromexicano convoca a la reflexión sobre el presente y el futuro de las comunidades afrodescendientes, expresadas en diversas disciplinas artísticas y con necesidades actuales en temas como la identidad y su historia. “La población afrodescendiente está distribuida en todo el país, pero no está visibilizada, por eso la importancia de este festival. Aunque en el fenotipo de mucha población no aparezca un rasgo afro, todos llevamos en la sangre esta herencia, es nuestra tercera raíz”, expresó Leonel Maciel Ramírez, coordinador de este encuentro cultural.
Maciel Ramírez agregó que las propuestas artísticas de las 23
En el encuentro se realizarán mesas de académicos, talleres y actividades para niños
agrupaciones que participan en la celebración representan este legado de la negritud, tanto en sus sonidos tradicionales como en la fusión de sus ritmos. Entre ellas están Mono Blanco, Patricio Hidalgo y Afrojarocho, Celso Duarte Ensamble, Juan Morales y su Fandango, Rafael Mendoza, Eblen Macari y Alejandra Robles La Morena, entre otros.
Danzas de diablos, comparsas, zanqueros y tambores invitan al público a ser partícipe de esta gran celebración, así como también corridistas, chineleros, intérpretes de sones de artesa, fandangueros, decimeros y otros músicos tradicionales.
En cuanto a los foros académicos, los especialistas han expuesto el papel de los afrodescendientes en la sociedad actual y su reconocimiento constitucional con una identidad y cultura propia.
Para los niños se presentan grupos teatrales y musicales como Big Bang Mi Tierra Jazz, Los Botes Cantan, Monedita de Oro, Gota de Mercurio y Lío.
También hay talleres de formación con enfoque participativo, donde se acercan a manifestaciones artísticas que también forman parte del patrimonio cultural inmaterial, como el teatro, la pintura y la danza africana, así como la elaboración de tambores, tigres, diablos y máscaras, objetos empleados para rituales y festejos. m
El 12 de marzo de 2011 se estrenó en Bellas Artes Rusalka (1901), la obra maestra operística de Antonin Dvórak (1841-1904). A pesar de su tardío estreno en México, ya nos estamos mostrando hospitalarios con esta obra. Producida para el Festival del Centro Histórico de aquel año, ésta de abril de 2018 es la producción de 2011, y se repite el mismo equipo escenográfico y de dirección escénica. El elenco, al menos en la parte mexicana, es casi el mismo. La producción se repite, pues, con pequeñas variantes, pero al menos no es otra Carmen ni otra Butterfly ni ningún otro ya insoportable caballito de batalla operístico.
Quizá la más notable característica de la música clásica checa es su poder de evocación poética del paisaje. El libreto de Jaroslav Kvapil (1868-1950), inspirado en cuentos de hadas de Karel Jaromir Erben, Bozena Nemkova y “La Sirenita”, de Andersen (1805-1875), da pie para una música de caudalosa poesía, evocación del lejano mar de los checos y de los muy cercanos bosques de Bohemia.
Una ninfa del mar se ha enamorado de un príncipe terrestre y anhela renunciar a su condición para vivir ese amor. Gracias al embrujo de una hechicera y, contra la voluntad de su padre, se humaniza, pero al precio de su habla. Su mudez hace que el príncipe sucumba ante una princesa extranjera y provoque el regreso amargo de Rusalka al mar, adonde el príncipe la seguirá solo para fallecer en sus brazos con un beso de amor, que es también el de la muerte. La dirección escénica de Enrique Singer es irreprochable: detallista, tiene cada cosa en su lugar; los movimientos escénicos son justos y consiguen un equivalente visual de la fantasiosa música, ora festiva, luego melancólica, dramática a veces, pero siempre evocativa y lírica. Solo hubo un momento de falla escénica: al avanzar por el escenario la esfera de la Luna se bamboleó sin control suficiente. Hay dirección de actores, lo cual ya es bastante. Jorge Ballina es, sin duda, el mejor escenógrafo de México, y su trabajo aquí es imaginativo, de gran riqueza y esplendor visual, magníficamente apoyado por la iluminación de Víctor Zapatero.
El elenco, homogéneo, tuvo en la soprano argentina Daniela Tabernig una Rusalka de voz poderosa y tierna a la vez, con canto e interpretación adecuados al personaje. Permanentemente afinada y expresiva, recibió una justa ovación al final de su canción a la Luna, la más bella y esperada página de la ópera. Una excelente contratación: ojalá volvamos a tenerla entre nosotros. El tenor ruso Khachatur Badalian cumplió con discreción su compromiso como el príncipe amado: sus buenos agudos no lograban ocultar la opacidad de su timbre. Notable el bajo islandés Kristinn Sigmundsson como Vodnik, el Espíritu de las Aguas. La mezzo Belem Rodríguez, excelente y temible como la bruja Jezibaba; bien, la soprano Celia Gómez como la Princesa Extranjera. Voz muy pequeña la de la soprano Carla Madrid, como el Joven Cocinero. Los demás comprimarios —también mexicanos— cumplieron con suficiencia su compromiso: Lucía Salas, Edurne Goyarsu y Nieves Navarro como las tres Ninfas Acuáticas; Antonio Duque, como el Guardabosques, Edgar Gil como el cazador y el danzarín Carlos Carrillo como la Anguila.
El mayor mérito musical recae en la dirección del serbio Srba Dinic, actual director musical de la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes. Obtuvo de la orquesta la sonoridad sinfónica que Dvórak impuso a la partitura, y acompañó muy bien a los cantantes. Pocas veces habíamos salido tan complacidos por el desempeño orquestal.
En suma, un grato comienzo de la era de Alonso Escalante como flamante director de la Ópera de Bellas Artes. Deseamos que su desempeño sea tan brillante como lo fue en el Teatro Bicentenario de León, Guanajuato. m