Milenio

Sueños de pueblo

- BRAULIO PERALTA

No hay rabia en el pueblo de México. Hay alegría porque ya viene la cuarta transforma­ción. La gente está feliz porque votará por ese cambio. El sueño hecho realidad. Se acabaron los años en que no fuimos felices. Adiós a la corrupción. Bienvenido el salvador.

La gente en los desiertos, en el campo, en las provincias ni siquiera se enteran que habrá elecciones para la revolución moral. Hay crímenes, violacione­s, sobreviven­cia antes que esperanza por salir de un hoyo negro donde la triste realidad se impone por más que se diga lo contrario. Pero basta con las palabras de ya sabes quién, eso se exterminar­á para siempre.

Lo oímos por la televisión: la paz se hará decreto. Y nadie robará a partir del 1 de julio. Lo sabrán desde el niño que se mete al huerto del vecino para robar manzanas hasta el empresario que con moches logra contratos jugosos para una nueva empresa. Y los políticos, ay, los políticos por fin serán ejemplo. La honestidad como marca.

La invención de un pueblo en la mente de un hombre con ensueños, con arraigo popular, con ideas profusas y difusas, capaz de lograr huestes dispuestas a todo con tal de llevarlo a la silla presidenci­al. Mentirse y juntarse aunque no piensen lo mismo, aunque sepan que las religiones son, dicen, el opio del pueblo, aunque tengan que tragar camote frente al adversario que hoy es su aliado: por convenienc­ia, por apuesta política, por aquello que criticábam­os ayer: ganar a como dé lugar sin que importe la ética de principios e ideas.

Ya mañana se verá el resultado de la amalgama. Ya mañana despertare­mos y resolverem­os las contradicc­iones. Ya mañana será otro día, inventarem­os nuevas formas de cooptación para seguir viviendo en la república de la fe. A los pueblos les gusta soñar. Hay que quitarles el insomnio. Eso, hasta que duré la energía del caudillo dispuesto a crear palabras llenas de aire, polvo, nada.

Hubo una vez una televisora que permitió ese sueño, sin siquiera chistar con su interlocut­or. Una televisora que buscó el acomodo en la nueva transforma­ción del pueblo. Por primera vez los fans del caudillo no se quejaron de esa televisión. Dejaron hablar y hablar a su líder sin que nadie interpusie­ra un resquicio de comunicaci­ón posible. No. Es la hora del cambio. La estafeta nos dice que hay que buscar el rumbo del pueblo bueno en su cuarta transforma­ción. Adiós al periodismo, bienvenido­s los discursos. Que los debates sean los oficiales. ¡Viva México! ¡Viva la honestidad! ¡Abajo la corrupción! ¡Viva la cuarta transforma­ción! ¡Gracias, señor presidente!

Estamos en el juego de mentiras como verdades. M

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