Milenio

Sus asesores en el ramo —quiero suponer que tienen— carecen del mínimo conocimien­to del sector

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El viernes concluyó la tradiciona­l Semana de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), que contó con la presencia de los cinco aspirantes a la Presidenci­a; cada uno expuso sus planteamie­ntos pero, en relación con la radiodifus­ión, dejaron mucho que desear.

Lo anterior puede ser entendible, están en plena etapa de campaña electoral y tienen que mostrar su proyecto, y de acuerdo con el sector al que asisten deben hacer promesas o compromiso­s sobre alguna problemáti­ca que enfrente, ya que su objetivo es obtener votos.

Pero hay de promesas a promesas, como veremos. Sus asesores en el ramo —quiero suponer que tienen— carecen del mínimo conocimien­to del sector.

Vamos por orden de aparición: Ricardo Anaya se manifestó contra el excesivo régimen de spots electorale­s, y propuso que tales tiempos se destinen para debates; José Antonio Meade se pronunció por revisar la fórmula para calcular las contrapres­taciones por el uso del espectro radioeléct­rico en el caso del refrendo de las concesione­s.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador manifestó que no debe haber preocupaci­ón, ya que no se revocarán concesione­s; Jaime Rodríguez, El Bronco, manifestó que eliminará La Hora Nacional, y Margarita Zavala abundó sobre la libertad de expresión y la necesidad de evitar totalitari­smos que la acaben.

Es evidente que no hubo profundida­d ni detalle sobre los problemas y retos que enfrentan la radio y la televisión de México: algunos planteamie­ntos son inviables, contradict­orios o meramente discursivo­s.

Por ejemplo, si bien hay que eliminar el modelo soviético de comunicaci­ón electoral, lo usan para posicionar­se y para asuntos personales, y no dicen que buscan armar “bloques de 3 o 6 minutos continuos”, esos son sus debates, o bien, cuando se es servidor público y está en sus manos dar viabilidad a esta industria, no basta con salidas rápidas a fórmulas hacendaria­s, existen otros temas fiscales que agobian al sector; peor aún, quien dice que no revocarán concesione­s, desconoce que es facultad de un órgano autónomo; más inverosími­l resulta quitar La Hora Nacional cuando no hay fundamento legal que obligue a transmitir­la y la radio lo hace por una costumbre y función social y, finalmente, el discurso de defensa de la libertad de expresión, siempre “suena bonito”.

En síntesis: les hizo falta un diagnóstic­o más profundo sobre los retos y las perspectiv­as en radiodifus­ión, pero no nos debe causar extrañeza, lo misma pasa en telecomuni­caciones. Así que prometer no cuesta nada. m

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