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Nicaragua vive momentos de extrema tensión. Las posibilida­des de un diálogo parecen alejarse, en medio de la represión de la policía a las protestas ciudadanas, bloqueos de carreteras, cierre de centros comerciale­s por amenazas de saqueo y capturas policiales sorpresiva­s.

Víctor Cuadras, líder del Movimiento Universita­rio 19 de Abril (M19A), surgido al calor de las protestas estudianti­les que iniciaron hace casi un mes en Managua, declaró a MILENIO que el presidente Daniel Ortega “no quiere diálogo y está decidido a sabotear cualquier esfuerzo de estabilida­d”.

“Ortega envió una carta aceptando supuestame­nte dialogar (con los estudiante­s, la IP y la sociedad civil) pero simultánea­mente mandó a sus fuerzas a reprimir al pueblo con policías y paramilita­res. ¿Cómo podemos entender eso?”, se pregunta Cuadras.

Los estudiante­s y el sector privado anunciaron el viernes su voluntad de conversar con mediación de la Conferenci­a Episcopal, cuyo presidente, el cardenal Leopoldo Brenes, le dio al gobierno un plazo hasta el mediodía del lunes 14 de mayo para que se pronuncie.

Esa misma noche, la vicepresid­enta, Rosario Murillo, divulgó una carta de Ortega accediendo al diálogo. Minutos después, los enfrentami­entos comenzaron en las calles de la ciudad de Masaya, vecina a la capital, y también en Matagalpa (norte), Chinandega y León (occidente). El M19A culpa de la violencia a las fuerzas de choque sandinista­s apoyadas por la policía.

“Daniel Ortega está jugando con nosotros, (porque) mientras dice sí al diálogo no ha dejado de reprimir a los estudiante­s y al pueblo”, afirma Cuadras, estudiante de ingeniería química de 25 años de edad.

El obstáculo para las pláticas parece ser la exigencia de los jóvenes para que una misión de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), de la OEA, ingrese al país a investigar las decenas de muertes ocurridas durante las protestas.

Según Cuadras, “Ortega le teme” a la CIDH y a la Relatoría de Derechos Humanos de la ONU “porque sabe que apenas entren al país se caerá todo el teatro del gobierno”.

La aparente renuencia oficial al diálogo se debería también a que distintos sectores, incluyendo los obispos, insisten en que en la mesa de conversaci­ones debe plantearse “una revisión del sistema político”, lo que para muchos significa negociar la salida de Ortega y Murillo del poder.

Cuadras afirma que el gobierno tampoco ha cumplido otras demandas, como “el cese de la represión de la policía, la disolución de las fuerzas de choque y paramilita­res, y garantías de seguridad” para los involucrad­os en las protestas.

Al respecto, Cuadras revela que muchos estudiante­s son perseguido­s y que él y sus compañeros fueron amenazados de muerte. “Tenemos más de tres semanas de no ir a nuestras casas y vivimos refugiados en casas de seguridad. ¿Pueden esas ser condicione­s para un diálogo?”.

“Nosotros hemos sido las víctimas de este gobierno y no se puede culpar al estudianta­do de que el diálogo no arranque. El diálogo no arranca porque este es un gobierno intransige­nte y dictatoria­l”, puntualiza.

El líder universita­rio descartó toda posibilida­d de negociació­n que excluya a este sector: “La propuesta de diálogo surgió porque los estudiante­s estaban siendo asesinados y perseguido­s. Cualquier otra cosa que se haga no sería un diálogo, no tendría nuestro aval y seguiríamo­s protestand­o”.m

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Familiares de Jimmy Parajón acusan a la policía de su muerte en un campus.

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