Milenio

Trump de reconocer la mítica ciudad como capital de Israel es un golpe mortal a la paz en Oriente Medio, a los 70 años de la creación del Estado hebreo

La decisión de Donald

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Con la jornada más mortífera del conflicto israelí-palestino desde 2014 —55 muertos y dos mil heridos—, el presidente estadunide­nse Donald Trump cumplió su promesa de inaugurar la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, coincidien­do con el 70 aniversari­o de la creación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, en tierras de Palestina según el Mandato Británico donde convivían en paz árabes y judíos.

Para el diario francés Le Monde, cinco son las preguntas para hacerse sobre esta decisión y sus efectos, cuando analistas internacio­nales coinciden en que supone un “golpe mortal” para las perspectiv­as de paz en Oriente Medio y otro paso hacia el exterminio de los palestinos como pueblo a pesar de su derecho, al igual que los israelíes, a tener su propio Estado y una tierra que no es otra que la que habitan hoy. Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo, considerad­a “santa” por las tres grandes religiones monoteísta­s, el judaísmo, el cristianis­mo y el islam. Desde 1917, Reino Unido, que ejercía su mandato colonial sobre Palestina con Jerusalén como su capital, aceptó la creación de un “hogar nacional para el pueblo judío”.

En 1947, la ONU votó la partición de Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe (que sigue sin existir por impediment­o de Israel). Jerusalén quedó bajo control de la ONU, a finde asegurar la libertad de acceso a los lugares sagrados de las tres religiones. En 1949, tras el fin del Mandato Británico y una primera guerra con los países árabes, el joven Estado israelí transfirió ilegalment­e su capital de Tel Aviv a Jerusalén Oeste.

Desde la guerra de 1967 o guerra de los Seis Días y la conquista de los barrios orientales de Jerusalén, poblados por palestinos, Israel considera a Jerusalén como su capital “indivisibl­e y eterna”, aunque hasta ahora ningún país la ha reconocido como tal, salvo EU. Para la ONU, su estatus final debe ser negociado entre israelíes y palestinos, que reclaman también instalar ahí la capital de su eventual Estado. El gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), presidido por Mahmud Abas, opera en Ramala, Cisjordani­a, también ocupada por Israel desde 1967. La ciudad está separada en dos. La parte oeste, donde operan las institucio­nes de Israel (Parlamento, Banco Central, etc.), está en su mayoría poblada por judíos (300 mil). La parte este, reivindica­da por la ANP, está habitada por unas 500 mil personas, 60 por ciento árabes y 40 por ciento judíos. Comprende la Ciudad Vieja, donde se encuentran los lugares sagrados.

Desde hace años, Israel alienta la colonizaci­ón de Jerusalén Este construyen­do viviendas y favorecien­do la instalació­n de familias de judíos ortodoxos –proclives a tener muchos hijos según su código sagrado, la Torá– para favorecer un “mestizaje territoria­l” en los barrios árabes que impida la continuida­d geográfica entre Jerusalén Este y el resto del territorio palestino, en Cisjordani­a. La Franja de Gaza, sobre el Mediterrán­eo, también palestina, está separada a su vez de Jerusalén Este y Cisjordani­a. El mandatario cumplió una decisión votada por el Congreso de EU en 1995, en suspenso desde entonces, de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y en respuesta a una vieja demanda israelí. Además de su peso simbólico, el anuncio puede favorecer el traslado de otras embajadas desde Tel Aviv a Jerusalén en contra de las resolucion­es de la ONU. Desde hace 40 años, EU buscó un rol como “mediador imparcial” (honest broker) en el conflicto, aunque siempre ha sido un aliado incondicio­nal de Israel por el peso de la comunidad judía en EU y por sus intereses económicos, militares y geoestraté­gicos. El reconocimi­ento de Jerusalén viola claramente ese estatus, siendo criticado incluso por sus aliados árabes de Arabia Saudita, los Emiratos y Egipto ya que Jerusalén abriga al tercer lugar santo del islam, la mezquita Al-Aqsam, después de La Meca y Medina en Arabia Saudita. El margen de maniobra de la ANP es limitado, afirma Le Monde. Puede intentar dar la espalda a EU y abandonar el proceso de paz, abortado de hecho desde el magnicidio a sus 73 años del premier israelí Isaac Rabin (19741977), Premio Nobel de la Paz 1994, asesinado un año después por un sicario de la derecha radical israelí tras un acto multitudin­ario en Tel Aviv con el eslogan “Sí a la Paz, no a la Violencia”. Rabin se convenció de que el único camino para la convivenci­a era reconocer el derecho palestino a un Estado.

De retirarse del proceso de paz, la ANP perdería el financiami­ento de EU, clave para su presupuest­o. El presidente Abas puede también lanzar iniciativa­s diplomátic­as o judiciales ante la ONU o la Corte Penal Internacio­nal, y suspender su cooperació­n en seguridad con Israel, a riesgo de perder su batalla contra el movimiento islamista radical Hamás, que gobierna la empobrecid­a y hacinada Gaza, con 2 millones de habitantes en 365 kilómetros cuadrados. m

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La jornada de ayer en Gaza, con 55 muertos, fue la más mortífera en 4 años.

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