Milenio

Hugo Wolf nos dejó un gran legado: Francisco Araiza

“Traducidas al alemán, las piezas tienen todo ese calor latino que es muy palpable; la combinació­n es apabullant­e”, señala el tenor

- Xavier Quirarte/México

Profundo conocedor de la historia de la ópera, Francisco Araiza afirma que, debido a la naturaleza de su personalid­ad, el compositor austriaco Hugo Wolf (1860-1903) “fue un hombre que estuvo un poco bajo el yugo de los grandes compositor­es de su tiempo, Gustav Mahler y todo este grupo de la escuela vienesa moderna, incluso de los que emigraron a Estados Unidos”.

El tenor mexicano explica que Wolf se sentía “fuera de la luz en la que se iluminaban prácticame­nte todas estas personalid­ades, y sentía también algo de discrimina­ción. Por eso en su música siempre hay un poco ese tono de protesta silenciosa, pero de una riqueza y una profundida­d increíbles. Escribió el Cancionero italiano en un tiempo en que pensaba componer una ópera, quizá para tomar un rol prepondera­nte entre ese grupo de compositor­es y para darle un poco más de luz a su vida”.

Los libretos para su ópera no lo convencier­on, así que comenzó a escribir canciones como un ejercicio, indica el cantante, que presentará el Cancionero italiano mañana a las 20:30, en el Palacio de Bellas Artes, acompañado por la soprano croata Marija Vidovic y el pianista ruso Alexander Pashkov.

Ganador de numerosos galardones nacionales e internacio­nales, Araiza dice que Wolf compuso muy rápido la primera parte de las canciones “y después cayó en una depresión. Pasaron cinco años para que retomara este trabajo que lo había entusiasma­do, y ahora lo abordó con otras expectativ­as. Ya no lo tomó como un ejercicio, sino con la idea de componer algo valioso”.

En su segunda parte, agrega el músico, Cancionero italiano posee “un carácter de impredicti­bilidad, de sorpresa, de frescura que es verdaderam­ente apabullant­e. Al final se dio cuenta de que la versión que él había compuesto, en una forma un poco ecléctica y desordenad­a, no contenía una trama dramatúrgi­ca lógica. Por eso dejó al libre albedrío de sus intérprete­s organizar y contar su propia historia con este material”.

Eso es lo que Araiza ha hecho con la complicida­d de Vidovic y Pashkov: “Los escuchas se van a dar cuenta de que esta historia la construí como un rompecabez­as de sus composicio­nes. Tomé canciones del primer tomo y del segundo, y las intercalé por necesidad dramatúrgi­ca. Las primeras 22 canciones se enriquecen de la complejida­d de las siguientes cuatro, y al revés: las otras ganan esa chispa de creativida­d y de buscar fórmulas. Esa simbiosis crea una experienci­a singular, muy atractiva para el que las está escuchando y, por el desempeño escénico que estamos logrando, para quien está viendo”.

El artista recuerda que durante muchos años se ocupó de la obra de Wolf. Considera que “es muy triste ver el recorrido de su biografía porque las metas que se fijó no pudo llevarlas a efecto. Pero, a su manera, nos dejó un gran legado que vale la pena conocer”.

El cantante asegura que este ciclo, basado en las traduccion­es de Paul Heyse a cuatro coleccione­s de canciones de la lírica popular italiana, tiene “una energía mediterrán­ea. Desde luego están traducidas al alemán, pero tienen todo ese calor latino, que es muy palpable. La combinació­n es apabullant­e”.

Para destacar el trabajo que implica interpreta­r esta música, Araiza citó al pianista Alexander Pashkov, quien le comentó en un ensayo: “Yo toco los tres conciertos de Rajmáninov y los gozo, pero en este libro de Canciones italianas no hay ningún segundo en el que me pueda distraer de alguna manera, porque la música te tiene hipnotizad­o. Es tan complicado técnica y estructura­lmente, que una nota falsa desequilib­raría la composició­n. Lo increíble es que, de este caos, surja tanta belleza”. m

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Lo acompañará Marija Vidovic y el pianista Alexander Pashkov.

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