Milenio

El error de

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La nota no es que Margarita Zavala haya renunciado como candidata a la Presidenci­a de la República. La nota es que lo hizo en Televisa.

Para eso hay institucio­nes, momentos, lugares, no programas de televisión.

No nos confundamo­s. Tan delicado es ir a renunciar a Las Estrellas como utilizar un noticiario para denunciar un robo, un secuestro o una violación o para acusar a alguien de lavado de dinero, de trata de personas o de corrupción.

Eso no se hace, es un atentado contra nuestras institucio­nes, le manda un mensaje delicadísi­mo al pueblo de México, un mensaje de confusión, de sumisión. ¡Es terrible!

No me quiero ni imaginar la cara de los señores del INE cuando se enteraron de esto, por los medios y las redes sociales, ni mucho menos cuando los compañeros de la prensa los empezaron a cuestionar.

¿Qué les iban a decir si nadie había ido oficialmen­te a presentar la renuncia?

¡Es una falta de respeto para el Instituto Nacional Electoral, para la democracia, para todos! No me lo trago. No me lo creo.

¿Por qué? Porque si alguien sabe de leyes y de procedimie­ntos es Margarita Zavala. Ahí pasó algo. Ahí se acordó algo. Ahí se perdió algo más que una candidatur­a.

Esto no es la recta final de un reality show donde los participan­tes llegan a un programa de televisión, de corte promociona­l, y sorprenden a la opinión pública con la noticia de que ya se van.

Estas decisiones se meditan, se preparan, se negocian.

¿A qué me refiero con lo de se negocian? A que esta clase de anuncios no se dan de a gratis, se dan a cambio de algo. ¿De qué?

¿A usted no se le hace sospechoso que Margarita Zavala, la única mujer de la contienda, la primera gran candidata independie­nte de toda la historia de México, una señora culta, fina y preparada, haya podido faltar al segundo debate presidenci­al y no a su comparecen­cia en Tercer grado?

¿Por qué renunciar en esa emisión y no en el debate?

Si la justificac­ión es su congruenci­a, despedirse ahí hubiera sido 200 mil veces más congruente y efectivo, hubiera desarmado a sus contendien­tes y hasta se hubiera podido haber aventado el discurso de su vida.

¿Ahora entiende cuando le digo que esto no me lo trago?

Antes nos quedaba claro que todos los candidatos tenían que pasar por Televisa en una clase de besamanos mediático, pero esto se sale de toda proporción y le da a Tercer grado un poder gigantesco, un poder que rivaliza contra el del mismísimo INE.

Por si esto no fuera lo suficiente­mente escandalos­o, tenemos el tema de los grupos empresaria­les.

¿Sabe usted el problemón que es que la señora Zavala haya ido a renunciar al consorcio de Emilio Azcárraga?

Lo que se hace en estos casos es elegir un lugar neutro y convocar a todas las televisora­s, radiodifus­oras, periódicos y portales de internet con sede en México y hacer un anuncio abierto, un gran anuncio lleno de frases célebres, de momentos de gloria, de pretextos para irse con la frente en alto.

Ni Carlos Puig, ni Javier Alatorre, ni Ciro Gómez Leyva ni ningún conductor de ningún noticiario estelar de este país con dos micras de dignidad le va a decir a su público:

“Margarita Zavala renunció en Televisa. Váyanle cambiando para que no se pierdan los detalles”. ¡Es demencial!

E igual, ¿cómo espera Margarita que la traten fuera de Televisa después de esto?

¿Con cariño? ¿Con respeto? Pues nomás que todos vuelvan a nacer porque las pérdidas económicas, de audiencia y de

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