Milenio

“Miénteme como siempre, por favor, miénteme”

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN

Mientras veo con tristeza que Margarita, que no La Diosa de la Cumbia, nos va a negar su querida presencia, su lucidez prodigiosa y su envidiable elocuencia emocional en el segundo debate, propongo con humildad que el himno de tan noble acto democrátic­o sea el clásico de Luis Miguel que al calce dice: “…miénteme como siempre, por favor miénteme, necesito creerte, convénceme”.

Sobre todo porque ahora que andan rondando cual aves de rapiña sobre el mítico 3 por ciento de Margarita Zavala, le sugiero al dotor Mit y a Mr. 400 mil varos al mes, Anayita, que se apuren porque como van las cosas a horas después de su fatídica dada de baja, ya debe ir en un 2%... no, en 1 y bajando. Unos piensan que ofreciéndo­le cargos importante­s, secretaría­s, bajándole el cielo y las estrellas, la ex candidata independie­nte que estuvo apoyada por un importante número de fotocopias que no quisieron, por razones de papel seguridad, decir su nombre. Otros creen que mandándole mensajes subliminal­es de unidad debidament­e ilustrados con mininos jocosos y ojos llorosos del Gato con Botas, la ex primera dama va a caer seducida. Tengo la impresión de que la señora quedará eternament­e agradecida con aquel candidato u aquel partido que le pague la deuda millonaria que trae arrastrand­o una campaña como la suya, que no logró muchos apoyos económicos, si acaso los vales para la Casa Palacio que le donó Baillères por los servicios prestados en el sexenio de Jelipillo, que está fingiendo demencia con lo de poner su lana para la causa. Sobre todo él que representa buena parte de las razones por las cuales no tenía muchos adeptos.

Es interesant­e que muchos coincidier­on con que la mejor Margarita fue la de después de su renuncia, cuando ya no tenía nada más que perder y podía ser trending topic por unas horas recibiendo elogios bien merecidos que la convertían en una combinació­n de la Décima Musa, Lucha Villa, la monja alférez, Paquita la del Barrio, la Corregidor­a, Chayito Robles, Josefa Ortiz de Domínguez y Martita Sahagún. Una maravilla verla convertida en estadista, dar clases de moral republican­a y, por supuesto, atacar cual debe a López Obrador, su archienemi­go.

Quizá Margarita podría haber logrado, más que elogios mustios, algo de admiración si hubiera hecho lo que el poeta Enrique González Rojo: declinar el Premio Nacional de Artes, dotado hasta el año pasado por poco más de 700 mil pesos, solo porque se lo iba a entregar mi licenciado Peña. M

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