Apropiado e inapropiado
Salgo de la proyección de Isla de perros, la película de Wes Anderson sobre un Japón distópico en que los perros han sido desterrados a una isla. Y salgo muy contento porque la cinta, además de conmovedora, resulta, como todas las de Anderson, un festín visual trufado de referencias culturales inesperadas y entrañables. Dotada de un trabajo notable de ilustración y diseño gráfico, Isla de perros construye un universo a un tiempo ignoto, familiar y coherente: un Japón por turnos ancestral, futurista, decimonónico y eterno, cuyos referentes van de los grabados ukiyo-e a la arquitectura metabolista, del cine de Ozu al de Kurosawa y al de Miyazaki.
La sonrisa habrá de desdibujárseme cuando, ávido de más información sobre la película y su proceso, descubra en internet un aluvión de críticas airadas a Anderson, acusándolo de lo que hoy ha dado en llamarse apropiación cultural: de acuerdo con ciertas voces, al abrevar de referentes que no son consustanciales a su formación y nacionalidad, el director estaría ejerciendo una suerte de saqueo cultural, insensible, reduccionista y opresor.
La acusación es injusta no solo porque la cinta presenta una visión admirativa y conocedora de (cierto) Japón, sino porque, en un contexto en que toda sociedad deviene crecientemente pluricultural, resulta imposible pedir a un producto creativo que asimile y refleje todos los avatares de una cultura nacional. No se puede pedir a Isla de perros ser la visión cinematográfica definitiva de lo japonés, como no puede pedirse a la igualmente bien intencionada (e igualmente parcial) Coco que encarne la esencia misma de lo mexicano, pero tampoco a María Candelaria, Los olvidados, Frida o Spectre (si bien todas, extranjeras o mexicanas, abrevan de ciertos elementos de lo mexicano).
No es posible apropiarse una cultura, a no ser por un instante: el que permite relanzar la pelota para tocar a otros que volverán a lanzarla, para posibilitar un diálogo que por fortuna nunca termina. Uno que permite derribar muros, así en la tierra como en la mente. M