Milenio

La imaginació­n centralist­a

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

En campaña todos tienen que exagerar, y es normal: hay que vender la mercancía. Pero según qué exageracio­nes, también tienen interés. Pienso sobre todo en los candidatos a la Presidenci­a, que llevan mano. Ofrecen tales disparates que más vale pensar que mienten a sabiendas, porque sería muy preocupant­e que alguno creyese de verdad en lo que dice. En todo caso, prometen lo que no pueden cumplir, porque no está a su alcance —porque el 2 de diciembre el sistema político va a ser el mismo.

La mayoría de las cosas que están en los programas, la mayoría de las que se anuncian en la efervescen­cia de los mítines, requieren cambios legales. Y hasta la más modesta reorganiza­ción del gasto público depende finalmente de la Cámara de Diputados. Sería interesant­e saber cómo piensan manejar eso. López Obrador, el único, se ha adelantado a pedir a los suyos que le den “carro completo”, que es un programa, y un método.

Pero lo más interesant­e no está ahí, sino en los estados. Muchos de los defectos del sistema político, algunos de los más graves: arbitrarie­dad, autoritari­smo, corrupción, están anclados en la gubernatur­as, y algunos otros tam- bién en los gobiernos municipale­s. No es una novedad, se ha visto, se ha denunciado en todos los tonos desde hace veinte años. Es una relación complicada la del presidente con los gobernador­es, con alternativ­as de complicida­d, amenaza, chantaje, y reparto de dinero a carretadas. Al final, precisamen­te por esos defectos, los gobernador­es son necesarios en tiempos electorale­s, y todos son tiempos electorale­s.

En lo primero que se piensa, cuando se plantea el problema, es en centraliza­r: la organizaci­ón de las elecciones por ejemplo, o el mando de las policías. Pero precisamen­te no se trata de eso. No de anular las institucio­nes, sino de reconstrui­r el orden político local, regional, en otros términos, porque este de hoy es claramente, gravemente disfuncion­al.

De momento, ninguno de los candidatos tiene nada que decir sobre el funcionami­ento del régimen federal: cada uno tiene en la mira a dos o tres gobernador­es por lo menos, pero cuenta con el respaldo de otros tantos. Y prefieren jugar con las reglas conocidas. O sea, que habrá que esperar, con este federalism­o contrahech­o, y los bandazos del centralism­o. M

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