La imaginación centralista
En campaña todos tienen que exagerar, y es normal: hay que vender la mercancía. Pero según qué exageraciones, también tienen interés. Pienso sobre todo en los candidatos a la Presidencia, que llevan mano. Ofrecen tales disparates que más vale pensar que mienten a sabiendas, porque sería muy preocupante que alguno creyese de verdad en lo que dice. En todo caso, prometen lo que no pueden cumplir, porque no está a su alcance —porque el 2 de diciembre el sistema político va a ser el mismo.
La mayoría de las cosas que están en los programas, la mayoría de las que se anuncian en la efervescencia de los mítines, requieren cambios legales. Y hasta la más modesta reorganización del gasto público depende finalmente de la Cámara de Diputados. Sería interesante saber cómo piensan manejar eso. López Obrador, el único, se ha adelantado a pedir a los suyos que le den “carro completo”, que es un programa, y un método.
Pero lo más interesante no está ahí, sino en los estados. Muchos de los defectos del sistema político, algunos de los más graves: arbitrariedad, autoritarismo, corrupción, están anclados en la gubernaturas, y algunos otros tam- bién en los gobiernos municipales. No es una novedad, se ha visto, se ha denunciado en todos los tonos desde hace veinte años. Es una relación complicada la del presidente con los gobernadores, con alternativas de complicidad, amenaza, chantaje, y reparto de dinero a carretadas. Al final, precisamente por esos defectos, los gobernadores son necesarios en tiempos electorales, y todos son tiempos electorales.
En lo primero que se piensa, cuando se plantea el problema, es en centralizar: la organización de las elecciones por ejemplo, o el mando de las policías. Pero precisamente no se trata de eso. No de anular las instituciones, sino de reconstruir el orden político local, regional, en otros términos, porque este de hoy es claramente, gravemente disfuncional.
De momento, ninguno de los candidatos tiene nada que decir sobre el funcionamiento del régimen federal: cada uno tiene en la mira a dos o tres gobernadores por lo menos, pero cuenta con el respaldo de otros tantos. Y prefieren jugar con las reglas conocidas. O sea, que habrá que esperar, con este federalismo contrahecho, y los bandazos del centralismo. M