Milenio

LA TRISTEZA IRANÍ QUE LLENA LOS BAZARES

En Irán ya nadie confía en el gobierno ni en el modelo de República Islámica, señalan jóvenes y viejos en Teherán, su capital. La decisión de Trump de rechazar el pacto nuclear de 2015 les ha afectado tanto, que están dispuestos a soportar una guerra con

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Hussein cumplirá 22 años en dos semanas y por primera vez en su vida piensa dejar Irán para buscar una vida más próspera. “Estamos tristes”, concluye sentado en el café en el que trabaja tras la decisión de Donald Trump de rechazar el pacto nuclear de 2015.

Decepciona­do por la decisión del presidente estadunide­nse, no resta responsabi­lidad al gobierno iraní, del que dice que no se parece en nada a la “buena gente de Irán”.

Este joven encarna las demandas que en diciembre pasado lideraron las protestas contra el sistema actual y lanzaron vivas al sha Reza Pahleví, que gobernó el país con apoyo de Estados Unidos antes de la revolución de 1979, que instauró la actual República Islámica de Irán.

Las manifestac­iones se replicaron en las grandes ciudades del país y fueron duramente aplacadas por el gobierno del presidente Hasán Rohaní y el líder supremo Alí Jamenei, dejando al menos 25 muertos y cinco mil detenidos.

Hussein está a punto de egresar como ingeniero civil, pero sabe que tendrá pocas opciones en su país.

La escasez de oportunida­des para una generación joven con altos niveles de educación superior es uno de los mayores problemas que enfrenta la nación persa, de más de 80 millones de habitantes, rica en recursos petroleros y en historia, ubicada en el estratégic­o Golfo Pérsico. Su antigua capital, Persépolis, fue fundada por Darío I en el siglo VI a.C. y en la actual Teherán, construcci­ones modernas como la torre de Milad, de 435 metros de altura, conviven con monumentos históricos como el opulento palacio de Golestán, núcleo de la dinastía Qayar (1794-1925).

Al ser preguntado sobre la situación de la economía, con la caída en picada de la moneda nacional, el rial, Hussein responde: “Creo que lo he estimado mal, no puede ser tan poco”, dice extrañado frente a la calculador­a que confirma su salario mensual traducido a dólares. “Son 160 dólares al mes, siento pena por mí mismo”, alcanza a decir ente risas.

Comparte con los iraníes el miedo a perder su estilo de vida, de por sí precario, por la devaluació­n del rial, que puede seguir cayendo tras la decisión de Trump.

“El gobierno dice que las relaciones con Estados Unidos no son importante­s, pero claro que lo son”, asegura al borde del enfado antes de recordar que “nadie confía ya en el gobierno” ni en el modelo de República Islámica.

Tanto es así que este joven estaría dispuesto a soportar una guerra con tal de cambiar el sistema.

“Yo no quiero que haya una guerra, nuestros vecinos de Siria o Afganistán sufren a diario, pero si mañana Estados Unidos nos ataca y soldados estadunide­nses pasaran por delante del café les invitaría a lo que quisieran”, dice entre risas cargadas de seriedad.

“Quizá emigrar sea la mejor opción”, repite Hussein. Una opción que él aún tiene, pero que para los mayores resulta difícil.

“Tengo 49 años, dos hijos y una esposa, amo este país y no quiero sentirme un refugiado en otro”, sostiene Ahmed entre las alfombras que vende en el bazar.

En un perfecto inglés que aprendió con los extranjero­s que visitaban Irán antes de que la religión se hiciera con el poder total, tacha de “descerebra­do” a Trump por sacar a Estados Unidos del pacto.

“Al gobierno iraní no le va a costar nada volver a fabricar armas nucleares, Trump no sabe lo que ha hecho”, avisa.

Y con el nuevo pulso entre ambas potencias que se avecina, “será la gente quien lo pague”.

Pese a ello, Ahmed se muestra optimista por la reacción del resto de potencias firmantes del pacto: Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania.

“Mogherini (la canciller de la Unión Europea) ya dijo que Irán estaba cumpliendo con las condicione­s y que Europa no va a reanudar las sanciones económicas”, explica tranquilo.

“Es el momento de que todos, en el mundo, nos unamos y encontremo­s el paraíso, no es el momento de más violencia”, aboga.

Una violencia que, según analiza, evitará que los iraníes se levanten contra su gobierno pese a que la situación económica puede empeorar.

“Claro que estamos cansados de vivir así, en una dictadura, pero la gente mira a su alrededor y ve a Siria, a Irak o a Afganistán y piensa que al menos Irán es aún un país seguro”, zanja. M

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