Milenio

CANTANTE DEL CÓDIGO AMOROSO

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Déjame que te cuente: éramos jóvenes estudiante­s de la Escuela Nacional Preparator­ia 2, a quienes nos gustaba el rock por sobre todas las cosas. Y, a pesar de ello, para pasar el tiempo —o más bien porque era materia obligatori­a— entrábamos a la clase de canto con la maestra ¿Perea?, donde nos divertíamo­s cambiando las letras de algunas canciones. Si una de ellas decía: “Tiene los ojos tan zarcos la norteña de mis amores”, nosotros cantábamos: “Tiene los ojos pasados la norteña de mis amores”. En “Farolito”, de Agustín Lara, la frase “sin llevarle más que una canción y un pedazo de mi corazón” cambiaba por “sin llevarle más que una canción y un pedazo de mi Quitapón” (como le llamaban a la cerveza que podías abrir sin destapador).

Nos educábamos musicalmen­te con Led Zeppelin, Beatles, Rolling Stones, Jethro Tull y otros grupos que cantaban, por supuesto, en inglés. Pero lo mismo hacían en México los Dug Dug’s, Love Army, Peace and Love y otras bandas porque el español, se pensaba entonces, no era el idioma del rock. Pero a la hora de las reuniones, muchas de ellas celebradas al fondo de un estacionam­iento decrépito, al que por alguna razón llamábamos El Abrevadero de los Dinosaurio­s, al mismo tiempo que las botellas invariable­mente aparecía una guitarra para iniciar el canto colectivo. Y entonces sí cantábamos en español: boleros, canciones rancheras, baladas y hasta uno que otro rock and roll.

Entre amigos que eran una fauna que respondía a apodos como El Pato, El Buitre y El Ganso —porque sí se parecían a estos animales—, escuché por primera vez “La flor de la canela”. Supe después que era una canción de Chabuca Granda y que también había sido grabado en una hermosa versión por María Dolores Pradera, a quien después vi en un programa de televisión. Me deslumbró la elegancia del porte de esta mujer madura, su mirada distinguid­a y su voz límpida.

Como esos grandes artistas que se apropian de las canciones de otros una vez que las interpreta­n, Pradera se adueñó de “El tiempo que te quede libre”, de José Ángel Espinosa Ferrusquil­la, y “Fina estampa”, también de Chabuca, que igualmente cantábamos de manera ardorosa. Éramos hijos del rock, pero en nuestros genes estaban estos cantos de pasión, este “código amoroso que nos vincula a todos los hispanopar­lantes”, como diría la actriz Angélica Aragón, amiga personal de María Dolores Pradera y, por supuesto, hija de Ferrusquil­la.

Este lunes, la cantante y actriz española dejó el mundo a los 93 años, pero su fina estampa ya ha trascendid­o generacion­es y, en el futuro, se seguirán escuchado sus interpreta­ciones sublimes. m

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María Dolores Pradera hizo suyas canciones como “La flor de la canela” y “Fina estampa”.

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