La literalidad de AMLO
Experimentados políticos afines y opositores a López Obrador coinciden, en una discusión especulativa, en que el candidato a la Presidencia no haría en su gobierno lo que ha dicho durante la campaña. Puede ser. Es posible que oculte lo que realmente piensa. Podría ser que se deja llevar por la necesidad y la vorágine misma del proselitismo.
Siempre es desaconsejable conformarse con la literalidad. Esta no transmite con precisión lo que se quiere ofrecer como significado. Sin embargo, a lo largo de su campaña ha afirmado una serie de señalamientos, que agrupados, si en verdad los actuaría como presidente, implican mucho más que un tránsito de gobierno; serían un cambio de régimen en el núcleo esencial de lo que la palabra significa, que es el de la existencia y vigencia de una Constitución en su acepción originaria, desde la Carta Magna hasta nuestros días, que es el de ser la limitante estricta del gobernante. Todo lo demás que contenga una Constitución es accesorio. Durante meses ha encontrado la oportunidad para atacar al aparato institucional en su conjunto, paso a paso, sin excepciones de lo más importante. El Ejército (el general Cienfuegos como pelele de Meade); la Armada (que dispara sin ton ni son y mata adolescentes); la autonomía de la Universidad (eliminación del examen de admisión); la educación pública (la abrogación de la Reforma Educativa, constitucional y legal); la industria energética (reversión de la reforma en el ramo); el Poder Legislativo (integrantes de la mafia del poder); los empresarios (causantes de la tragedia nacional). Si todo lo dicho lo actuara en los hechos, la realidad política del país supondría de facto un cambio de fondo a la esencialidad de la Constitución vigente a favor del Poder Ejecutivo y en detrimento de otros Poderes y de la vigencia de preceptos constitucionales garantistas y de delimitación del ámbito de actividad e injerencia del Estado.
La enumeración anterior es solo una muestra, pero ha habido más. Una de las perlas recientes fue la de que “haremos en la tierra el reino de la justicia”. Eso lo dijo AMLO ante jóvenes presuntamente educados. Un ciudadano común no puede disentir de afirmación semejante porque cae en el terreno de la herejía más que del desacuerdo democrático. El mismo día de lo dicho, señaló airadamente que la Corte nada ha hecho en beneficio del pueblo mexicano. La aseveración es consistente con la prédica de hace unos meses que convoca a la elaboración de una Constitución Moral al margen de la norma jurídica constitucional. (Sobra señalar la desvergüenza de la ex Ministra Olga Sánchez Cordero ante las afirmaciones de su líder y presunto empleador como Secretaria de Gobernación, encargada de la relación del Ejecutivo con otros Poderes, como la Corte, de la que ella fue integrante en el Pleno. Coloquialmente es no tener madre, pero eligió ser empleadita, de Angora, pero empleadita).
¿Quién le falta por descalificar, que no sea a su electorado duro, aparentemente hoy la minoría más grande? Puede ser que los expertos de un signo y otro estén equivocados y AMLO sí cree, aunque no piense, en lo que dice, y que lo haría, y más, si fuera presidente. M