Milenio

El público comulga con Trombone Shorty

- FESTIVAL OASIS JAZZ U Xavier Quirarte/Cancún

Nueva Orleans no deja ser tierra fértil para músicos que se conectan con la tradición sin sonar anticuados. Troy Andrews, mejor conocido como Trombone Shorty, es prueba de ello, como pudo escucharse en la sesión de apertura del Festival Oasis Jazz U, celebrada la noche del viernes en Cancún.

Shorty emana de las raíces del jazz, el soul, el rhythm and blues y el funk, pero su propuesta las revigoriza y actualiza. Además, recupera la tradición de hacer del jazz una fiesta.

Amalgamar el jazz con otros géneros no es nuevo, pero Shorty conoce la importanci­a de dosificar. Músico que domina el escenario, propulsado por una banda poderosa, revive la tradición de los cantantes de soul y funk de los que ha abrevado. Amén de sus dotes como cantante, se mostró tan virtuoso en el trombón como en la trompeta, y hasta se dio el lujo de hacer un dueto en la batería con uno de sus saxofonist­as.

Como grupo abridor se presentó el quinteto San Juan Project, de Guadalajar­a; aunque su actuación fue buena, la contundenc­ia de Trombone Shorty fue demasiada: es un showman que conoce al ciento por ciento las tácticas de complacenc­ia para que el público se enganche en el espectácul­o, enloquezca y no pierda la atención en ningún momento.

Un funk en carretadas industrial­es, con golpes contundent­es de ritmo, que invitaban al cuerpo a sacudirse y unirse a la fiesta, se instaló en la Arena Oasis. Todos los músicos, salvo el baterista, que anclaba a los demás, por momentos bailaban, saltaban, cantaban y gesticulab­an a lo largo del escenario bajo el embrujo de la música de James Brown.

Entre las canciones originales de Shorty se instaló el legado de Brown y su “I Feel Good”, por supuesto, porque todos nos sentíamos bien, cómplices del ritmo que se entretejía entre el escenario y un público que respondía como un ente indivisibl­e, entregado sin reservas. Y también se recordó el funk psicodélic­o de Sly and the Family Stone con su “I Want to Take You Higher”. Y más alto volaba la banda, sin temor al tropiezo. Ni una baladita para tomar aire. Más alto, más fuerte, más rápido.

El mundo está de cabeza, y por eso uno agradece espectácul­os como el de Trombone Shorty que, por un buen rato, llevan a otro mundo y hacen valorar la vida. Nos hizo pasear por el lado soleado de la calle, como refirió en “On the Sunny Side of the Street”, una canción de los años 30.

Todas envidiaron a la rubia a la que se acercó para cantarle, mientras ella se entregaba en un baile frenético y se deshacía en sonrisas que todos vimos y bebimos, porque la pantalla gigante amplió sus cortos, pero preciosos, segundos de fama al lado del músico.

La tradición de Nueva Orleans llegó con una versión en calypso de “St. James Infirmary”, con referencia­s a Cab Calloway y su “Minnie the Moocher”, pero sobre todo con “When the Saints Go Marching In”. Santos y pecadores nos olvidamos de la existencia propia para comulgar con la música de Trombone Shorty. m

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