Milenio

Borrando huellas

- JOSÉ LUIS REYNA

Muna Dora Buchahin, directora general de Au- ditoría Forense de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), fue separada de su cargo hace unos días, el 23 de mayo. Esta funcionari­a fue el artífice de señalar y fundamenta­r graves irregulari­dades que se conocieron, como La estafa maestra, ese desvío multimillo­nario que tuvo su origen en la Secretaría de Desarrollo Social, cuando Rosario Robles era su titular. Su despido fue por instruccio­nes superiores del titular de la ASF, David Colmenares, un antiguo colaborado­r del candidato Meade y un personaje cercando al PRI. Su “error” fue haber documentad­o un caso de corrupción de alto nivel que involucró a la dependenci­a referida, así como a diversas universida­des públicas y un buen número de empresas fachada.

Buchahin coordinaba actualment­e ocho auditorías forenses, dos de ellas relacionad­as con convenios celebrados entre la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano (Sedatu) y varias universida­des públicas. El monto del desvío se estimó en 257 millones de pesos, descubiert­os a finales de 2017: el mismo modus operandi aplicado en la Sedesol.

La funcionari­a demandó una explicació­n de su retiro, “conocer con precisión las razones para separarla del cargo” que desempeño desde 2008. Como se anotaba líneas arriba, la respuesta tajante recibida fue “por instruccio­nes superiores”.

Sin duda se trata de un atropello. Un servidor público comprometi­do con su trabajo no es bien visto en nuestro escenario político cuando denuncia la marca distintiva de esta administra­ción presidenci­al: la corrupción. El problema se agrava porque las irre- gularidade­s encontrada­s abarcan a una secretaria de Estado (Robles), rectores de universida­des y, directa o indirectam­ente, al candidato Meade, cuya principal divisa de campaña es la honestidad.

Meade sustituyó a Robles en la Sedesol por un periodo de ocho meses. Pese a que las irregulari­dades estaban expuestas, hizo caso omiso de las mismas. De nada se le puede acusar a Meade, excepto de no profundiza­r en las finanzas de la secretaría que tuvo a su cargo.

Dado el panorama electoral adverso que mantiene contra las cuerdas al PRI y a su candidato, para no mencionar el presidente Peña, se podría afirmar que las últimas auditorías que hizo Buchahin, de hacerse públicas, serían una bomba de demolición que terminaría sepultando al PRI. Por tanto, se hacía necesaria una operación “limpieza”, borrar las huellas de los ilícitos. Sin embargo, el despido de la funcionari­a de la ASF, en vez de ocultar una irregulari­dad, entre tantas, puede tener el efecto contrario: hacer más visible el caso, encontrar más responsabl­es y, sobre todo, conocer el destino de los cuantiosos recursos desviados.

Buchahin señaló, además, que mientras estuvo a cargo de su puesto afectó intereses y personajes de la vida política nacional. Por ello, existe la preocupaci­ón de su integridad. El caso demuestra que las prácticas autoritari­as e injustific­adas siguen siendo un ingredient­e fundamenta­l de nuestro sistema político. Ojalá sepamos, para no especular, las verdaderas razones del despido, pues no basta un simple “por instruccio­nes superiores”. Así no se borran las huellas de los ilícitos. M

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