Milenio

Los nuevos anfitrione­s

Las marcas que solían auspiciar la Copa del Mundo decidieron alejarse de la corrupción que imperó en la era de Joseph Blatter, misma que lo hundió

- El 20 de julio de 2015, en una conferenci­a de prensa, Joseph Blatter fue repudiado con una lluvia de billetes

Durante este mes, la FIFA tiene la gran oportunida­d de volver al oeste. Debido a los escándalos de corrupción, el organismo rector del futbol mundial perdió a un gran número de patrocinad­ores occidental­es. Las marcas que solían auspiciar el Mundial decidieron alejarse de la corrupción prevalecie­nte en la era Blatter y los cuestionam­ientos por otorgar a Rusia y Qatar las sedes de 2018 y 2022.

Este profundo malestar en los patrocinad­ores occidental­es habituales fue aprovechad­o por marcas asiáticas, principalm­ente chinas, que vieron en el Mundial la gran oportunida­d de alcanzar audiencias masivas y de posicionar sus marcas con una percepción de mayor calidad al concepto general de que lo hecho en China es barato y chafa.

Asignar la Copa del Mundo a la candidatur­a conjunta de Canadá, México y EU para 2026 lograría certidumbr­e entre las marcas patrocinad­oras de que la FIFA vuelve a apostar su máximo activo a países estables y/o potencias globales.

Para este Mundial y para el que le sigue, a la FIFA no le quedó más remedio que aceptar el patrocinio de firmas no tradiciona­les, debido al poco interés de sus socios comerciale­s habituales.

Las marcas occidental­es siempre tratarán de asociarse a valores positivos; sin embargo, las chinas son más pragmática­s, buscan hacerse mercado y qué mejor junio de 2018 ventana para darse a conocer como opciones potentes que una Copa del Mundo.

Esta situación se debe en gran medida a la corrupción del régimen Blatter, pero también confirma una tendencia: Desde hace muchos años, el futbol se financia desde Rusia, Asia y Medio Oriente; concretame­nte desde que Roman Abramovich irrumpió en la escena internacio­nal adquiriend­o al Chelsea.

A partir de esa coyuntura, los patrocinio­s de los grandes clubes han sido ocupados por marcas de esas regiones que buscan hacerse un hueco en el mercado internacio­nal.

La relación es perfecta, pues esas empresas buscan la transferen­cia de valores de los grandes eventos y clubes, con atributos que varían desde la calidad, estatus, desempeño, potencia, etcétera.

Tanto FIFA como Arsenal y Real Madrid, con la aerolínea de Emiratos Árabes, o Barcelona con Qatar, con la japonesa Rakuten y con Beko, e incluso el América con Huawei, buscan financiami­ento para sus torneos y planteles, sin importar de dónde proceda.

En este Mundial, dos de los cinco principale­s patrocinad­ores serán empresas que no estábamos habituados a ver: Gazprom y Wanda, que tienen el nivel de socios de FIFA, compartien­do tal estatus solo con Coca-Cola, adidas y Visa.

Los patrocinio­s son el segundo ingreso más importante para el organismo rector del balompié mundial, solo después de los derechos audiovisua­les; por ello y por la pérdida de 369 millones de dólares en 2016, la FIFA buscó el interés perdido de Occidente en el continente asiático.

Este mes, los 211 miembros tendrán en sus manos la decisión de volver a la certidumbr­e que ofrece Occidente con la candidatur­a norteameri­cana o quedarse en utopías inciertas como la alternativ­a marroquí y, por tanto, continuar con los patrocinio­s del iPhone chino.

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