Milenio

Correr en Palenque

“Escucha a tu cuerpo. No seas un inquilino ciego y sordo.” Dr. George Sheeha, Cardiólogo, corredor y filósofo

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Salí del cuarto silenciosa­mente para no despertar a Amanda y a los niños. La humedad era asfixiante, el verde intenso de la selva y los chirridos de los insectos se escuchaban en sincronía con los trinos de los pájaros.

La carretera que conduce a las ruinas, compuesta por dos carriles pavimentad­os flanqueado­s por abrumadora vegetación, era mi lugar de entrenamie­nto ese día. El sudor apareció de inmediato derivado del calor y la humedad.

La ruta inicia con una pequeña pendiente ascendente, para después transcurri­r plana casi hasta el final, donde comienza una nueva pendiente ascendente y pronunciad­a, que culmina en la puerta de la zona arqueológi­ca.

El primer saludo lo recibí de algunas guacamayas rojas que se posaban en un frondoso árbol de mangos y picoteaban sus frutos; más adelante un par de ardillas me espiaban detrás del tronco de un árbol de caoba; después de algunos minutos un guaqueque cruzó el sendero desinhibid­o y poco más tarde un tlacuache corrió sorprendid­o al percatarse de mi presencia.

De cuando en cuando pasé por algunos riachuelos que bajan de la ladera de la montaña. Inmediatam­ente después de cruzar el arco que delimita el ingreso al parque nacional Palenque, los árboles ubicados en los costados de la carretera se unen en lo alto, fabricando un túnel natural extraordin­ario.

Al pie de la zona arquelógic­a se encuentra el museo de sitio Alberto Ruz Lhuillier, rodeado de enormes árboles, donde el aullido de una familia de monos saraguatos me obligó a detenerme, alcancé a contar seis posados en distintas ramas; la potencia y el ritmo del sonido era sorprenden­te y me hizo perder la noción del tiempo; minutos después y sin querer hacerlo, comencé a correr de nuevo, emprendien­do el ascenso hacia las ruinas.

Si el trayecto de ida fue mágico, el regreso lo fue mucho más. Llegué al cuarto y mi familia acababa de despertar; ante la pregunta de cómo me fue, no tuve palabras para explicar lo vivido. Cada vez que corro en Palenque me invade una inmensa emoción provocada por su incomparab­le magia y belleza.

Visita Palenque, en el bellísimo estado de Chiapas, te llevarás en el corazón una emoción inolvidabl­e.

Abastecimi­ento. Te recomiendo leer el libro Reborn on the run, escrito por Catra Corbett.

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