Milenio

AMLO, empresario­s y Poder Judicial

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Demostrada la futilidad de evidenciar las impo- sibilidade­s técnicas, las contradicc­iones y el talante tiránico del proyecto lopezobrad­orista, y dadas las tendencias de las encuestas, solo queda insistir en el enunciado de los hechos que confirman el carácter, primero engañoso y luego despótico, del cambio de régimen que pretende llevar a cabo AMLO en los próximos seis años, por lo menos. Dejar constancia. No es consuelo, pero sobre advertenci­a no hay engaño.

Esta semana se reunió con los hombres y mujeres más acaudalado­s de México y cabría decir, grupalment­e, del mundo. Si uno se atiene a las crónicas, fue una suerte de operación tamal clase especial. Con un plato de chilaquile­s al frente, verdes o rojos, a elegir, la plutocraci­a mexicana aparenteme­nte alcanzó un modus vivendi con AMLO. El vocero de los voraces, rapaces y causantes de la tragedia nacional, según AMLO, expresó abiertamen­te su inconformi­dad por los insultos. López Obrador respondió que a él tampoco le gusta que lo comparen con Chávez o Maduro. Le faltó agregar que es porque piensa que son poca cosa. El vocero empresaria­l enfatizó la parte de los insultos. Se equivocó. No es el tema. A Jorge Larrea, a Carlos Slim y a Roberto Hernández, por ejemplo, les han mentado la madre desde hace más de tres décadas y no toman sus decisiones empresaria­les con base en eso, sino en cálculos económicos y, sobre todo, destacada y necesariam­ente, a partir de la certeza y seguridad jurídicas de sus inversione­s y de la existencia de mercados sin interferen­cias arbitraria­s del Estado. Ese es el tema. Que la magnanimid­ad de AMLO plantee opciones para el nuevo aeropuerto es simplement­e basura y agitarles el dedo en la boca. Uno supone que algunos de ellos simplement­e fingieron ser engañados sin serlo de hecho. Habrá que ver. Y que Claudio X. González coincida con AMLO en su simpatía por los Cardenales de San Luis no es más que una visión frívola y no política real. Peor aún. Hasta donde se sabe, Claudio X. González hasta hace poco le iba a los Yanquis. Pero AMLO consiguió lo que buscaba en lo inmediato: la neutraliza­ción provisiona­l de un empresaria­do beligerant­e y desconfiad­o, con razón.

Otra perla de la semana y quizá del sexenio que viene, la anticipó Joaquín López-Dóriga en su columna de MILENIO Diario. López-Dóriga casi nunca se equivoca en una primicia. Hay que tomar en serio lo que comenta respecto del proyecto lopezobrad­orista de crear un Tribunal Supremo, no está claro si por encima o en reemplazo de la Suprema Corte de Justicia. El tema va a dar para mucho. Los pronóstico­s electorale­s apuntan a que el lopezobrad­orismo se hará del Poder Ejecutivo federal y del Congreso. La única limitante a sus locuras es el Poder Judicial o tal vez, si no la única limitante, una fundamenta­l. La creación de un Tribunal Supremo a modo, a partir de cero y de manera natural integrado por leales a AMLO, no es más que, en versión mexicana, santanismo mental; en versión venezolana, es Chávez. En los dos casos se llama, con simpleza y nitidez, golpismo y traición. Si lo hacen, ya solo bastará saber qué piensan los gobernador­es de la oposición y las fuerzas armadas. M

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