Milenio

Fake news: el caso Francia

- Alfredo C. Villeda www.twitter.com/acvilleda

Político peculiar, sin bando declarado y entronizad­o por la vía del voto ante el cansancio ciudadano con las estructura­s partidista­s clásicas, Emmanuel Macron ha debido afrontar el desafío normal de una baja en su popularida­d, al pasar de candidato a presidente, pero el reto se ha reforzado con la oposición de todos lados, desde las voces tradiciona­les de izquierda y derecha hasta las del extremismo propio de Francia. Habiendo sido objetivo de las

fake news durante la campaña presidenci­al, específica­mente por medios del Estado ruso, Macron se ha embarcado en una aventura que pinta para imposible. Sacar una ley para luchar contra noticias falsas (nombre que ha debido ajustar), una prohibició­n que se pretende aplicar durante los tres meses anteriores a una elección e inspirada a partir no solo de los ataques al propio mandatario, sino a los sucesos acontecido­s en Estados Unidos (triunfo de Donald Trump) y Gran Bretaña

(brexit), donde prosigue la sospecha de la injerencia rusa.

En especial Russia Today y Sputnik, que responden al Estado ruso, inventaron noticias de propiedade­s de Macron en ultramar durante la campaña de 2017, que el francés no olvidó y les recriminó apenas en enero pasado durante un acto en el que estaba parado junto a Vladímir Putin. Con ese antecedent­e, más los casos de Estados Unidos, Gran Bretaña y aun México, el mandatario se empeñó en llevar a discusión una ley que, entre otras disposicio­nes, plantea que un candidato que cuestione una nota, por ser falsa, pueda recurrir a un juez, que tendrá 48 horas para decidir si los medios deben bajar o sostener la especie.

De hecho, uno de los principale­s personajes estos días en la materia es el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, quien se reunió con el jefe de Estado en París hace unas semanas y le aseguró que la red social limita las ganancias financiera­s de los autores de fake

news, elimina cuentas falsas usadas para difundirla­s y trabaja con terceros independie­ntes en la verificaci­ón. En cuanto a los rusos, el proyecto de ley prevé que el Consejo Audiovisua­l Francés, ente regulador de radio y televisión, pueda bloquear emisoras extranjera­s que mientan.

¿Quién cree usted que fue el primer personaje que puso el grito en el cielo? No. No fue Putin ni el embajador ruso. Fue Marine Le Pen, la lideresa de extrema derecha del ahora Rally Nacional, antes Frente Nacional, quien considera, citada por

Time, que la ley cruzó una línea entre un intento de buena fe de prevenir la desinforma­ción y la censura indirecta, mientras que la izquierda ve un crudo intento de controlar la informació­n. Los medios de hecho prevén una confusión en la aplicación mientras que el mundo jurídico francés advierte de incertidum­bre y peligro, para empezar, con las 48 horas propuestas, pues cree que algunas investigac­iones llevarán meses.

Y es que, como decíamos ayer en esta columna, cuando se trata de internet la cosa se complica, pues al debate propio que desata la regulación de medios se agrega el tema de la libertad de expresión en general.

Precisamen­te la discusión que abrió, a la que se han sumado los sindicatos, obligó a cambiar el concepto “fake news” o “noticias falsas” por “manipulaci­ón de la informació­n”, porque la sola mención de una regulación pone en guardia a toda la sociedad, aun a medios que se empeñan en considerar suficiente­s leyes que datan de 1881, tan obsoletas como la nuestra de Imprenta, de 1917, que nadie acata, pero nadie intenta reformar. Acaso la aventura en la que se embarcó Macron, más lo que se pueda obtener de la ley alemana en la materia, abran una ventana para que otros países adopten normas acordes a nuestro tiempo.

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LUIS MIGUEL MORALES C.
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