ALCANZA LA inmortalidad
Luego de casi cuatro décadas en el boxeo, el tijuanense Érik Morales ingresará hoy al Salón de la Fama en Canastota, al lado de Vitali Klitschko y Winky Wright
El orgullo, la valentía, la disciplina y hasta la terquedad rindieron frutos, hoy el mexicano Érik Morales ya es inmortal. Este domingo, las puertas del Salón de la Fama de Canastota, Nueva York, abre sus puertas para recibir al orgullo de la Zona Norte de Tijuana, ese que fuera el primer tricolor que conquistó cuatro divisiones y que, de paso, fue el primero en detener a Manny Pacquiao, cuando éste era el matamexicanos.
Con cuatro décadas dedicado al boxeo, Morales dejó un legado importante y un estilo de pelea que convirtió a varios de sus encuentros en clásicos del deporte de los puños.
A seis años de su última pelea y ahora dedicado a la política, El Terrible recuerda momentos importantes de su carrera y aseguró que aunque escuchó por muchos años la posibilidad de ser considerado para formar parte del recinto en donde hay nombres como Muhammad Ali, Sugar Ray Leonard y Mike Tyson, jamás subió al ring pensando en esas posibilidades, pues “lo único que quería era entretener a la gente que por años estuvo conmigo”.
“Es algo que te toma por sorpresa, sobre todo que cuando empiezas en el boxeo tu primer sueño es ser campeón del mundo. No tienes previsto volar tan alto, ni tan lejos, pero poco a poco vas armando tu carrera y vas viendo que las cosas difíciles a veces son fáciles, y cuando son complicadas van tomando un buen rumbo. Hoy tener la oportunidad de estar ahí es una gran emoción”, dijo en entrevista con La Afición.
Con los recuerdos a flor de piel, Morales habló del momento en que pensó que su carrera ya era digna de aspirar a ocupar un sitio en el recinto de los inmortales del boxeo mundial:
“Cuando gané mi tercer título mundial, dije ‘ya lo amerita’, pero tampoco me clavé con eso... Desde la pelea que hice con (Marco Antonio) Barrera, la uno, ya hablaban de que éramos candidatos al Salón de la Fama. De ahí gané mi segundo título, fui campeón por tercera, cuarta, quinta y sexta vez... siete veces en cuatro divisiones. La verdad, hicimos mucho, enfrentamos a los mejores de cada división y emocionamos a la gente. Ahora van a estar todos los grandes campeones mundiales y yo, ahí de chismosillo”.
El hecho de escuchar Salón de la Fama pegado a tu nombre, ¿qué te despierta?
Con mucha sinceridad puedo decir que siento más emoción por todo lo que eso representa para mi familia. Porque estuve mucho tiempo ausente, en centros de alto rendimiento, arriba de la montaña del Centro Ceremonial Otomí, separado de ellos. Sé que ese momento lo van a disfrutar más mis hijos, como el año pasado que estuvimos en el Salón de la Fama de Las Vegas, mi hijo Érik El Terriblito estaba superemocionado, estaba muy propio, observando. Vivieron un momento que a lo mejor no lo alcanzan a entender en toda la forma, pero estoy seguro que cuando pase el tiempo se van a dar cuenta.
Casi cuatro décadas de trabajo y hablas de que es un legado para tus hijos, ¿pero, este momento tiene una dedicatoria especial?
Pues a la familia, al margen del trabajo que hicimos con mi padre, Olivaritos Morales, mi representante, mi promotor Bob Arum, Fernando Beltrán y un sinnúmero de personas que me apoyaron y que estuvieron muy cercanos a mí. Al final, a los que más sacrificamos fue a la familia, al estar encerrado. Ahora veo que mis hijos ya están grandes, uno tiene 22 años, otro 19, la niña 18 y el otro también 18, los primeros cuatro ya se me fueron, ya son mayores de edad y prácticamente ya volaron. Ahora me doy cuenta de todo lo que me perdí, porque veo con lo que vivo ahora con mis chiquitos y veo todos los momentos especiales, fechas, cuestiones de su escuela que me perdí. En ese momento no se podía, tenía que trabajarle, porque estábamos pegados en el gimnasio haciendo el mejor papel posible.
¿Valió la pena todo este sacrificio?
Si, por mucho.
¿Cómo te gustaría ser recordado?
Pues no solo estoy orgulloso de los 20 años de profesional, fueron 10 años de amateur, prácticamente desde los cinco años hasta los 36. Fueron muchos años de carrera, pero, bueno, los disfrutamos. Ahora cuando la gente habla de Érik Morales sabe que habla de un peleador que ponía el corazón sobre el ring, que daba buena pelea, que era emocionante, que hacía vibrar a la gente. Y me da mucho gusto. Siempre hemos hecho que las metas se cumplan y el ser campeón y que la gente me recuerde como quiero, así se dio.
Dentro de las 61 peleas que tuviste como profesional, ¿hay alguna que represente el top de tu carrera?
¡Ay!, pues para elegir una me costaría mucho trabajo, pues yo lo asocio mucho con momentos de mi carrera. Puedo platicar que mi primera pelea se iba a dar en Mexicali y me trajeron dando vueltas y al final no peleé porque se acabó el tiempo. Esa vez me dio mucha pena. También recuerdo cuando peleé por primera vez en la Ciudad de México, fue a 8 rounds. En Tijuana me pagaban 400 pesos. A veces me descontaban esto, otro y aquello y terminaba con 200 pesos y a veces hasta me los quedaban debiendo, pero cuando fui a México me dieron mil 600 pesos, todos de un jalón
y pensé ‘uuuta’. Los conté como 100 veces. Nunca había contado tanto dinero junto, y lo hice muchas veces porque me daba miedo que se me perdiera uno. O también cuando peleé con Enrique Júpiter, que la gente que no creía le pudiera ganar. Fue una pelea complicada y donde demostré que yo podía con eso y más. Fue una gran emoción, tanto que fui a la Ciudad de México a echarle pleito a un periodista a decirle ‘¡quihubo!, qué te dije. Si podía’.
De las rivalidades que tuviste, ¿cuál fue la que te hizo perder el temple?
Los problemas que tuve con Barrera o con Pacquiao, pues si son rivalidades pero no tanto de mi parte. No tanto porque entendía las circunstancias y lo que estaba en juego. Para mí no había problema porque yo sabía quiénes eran y qué representaban. De repente sí me subía enchilado, pero meditaba mucho. A lo mejor, sin querer queriendo, sí me enojaba. Pero no consciente. Pero sí te cuento que la pelea donde me subí no enojado, sino lo que sigue, fue contra Ramón Magaña, no me creerían. Fue en Tijuana, resulta que hubo confusión en el peso y el chiste es que Magaña se puso en un plan muy grosero y empezó a decirme ‘baja o págame’. Me lo dijo tan grosero que me enojé y le dije ‘ah sí, no te pago ni madres... y ahorita vengo’ y me fui como loco a correr y de regreso marqué el peso, eso sí, muriéndome porque eran de esos pesajes de ocho horas antes de la pelea, y le dije ‘dos rounds, dos rounds te voy a dar’. Subí bien enchilado al ring y ahí me tienes. Fue una gran pelea aunque él era más alto y fuerte.
Entrarás en tu primer año de elegibilidad al Salón de la Fama, vas a estar con Muhammad Ali y otros que dejaron una huella en el deporte, incluidos los otros 16 mexicanos...
Me siento contento. Hay veces que no pienso tanto en mí. Yo que he ido de invitado al Salón de la Fama a la inducción de Julio César Chávez u Óscar de la Hoya, me pongo más a pensar qué haría un fanático si estuviera en mis zapatos. Por ejemplo, antes de la cena de gala todos estamos en un salón especial y ahí he visto a Tommy Hearns hablando con Sugar Ray Leonard, que Mike Tyson está con otro grupo de peleadores, Julio César Chávez aislado o a La Chiquita con Pipino Cuevas hablando con los boricuas Ortiz y Wilfredo Gómez. Ellos son la historia del boxeo mundial y de repente estamos todos en un saloncito tomando y pidiéndonos fotos. Creo que en alguna parte de mi historia yo los admiré a muchos y de ellos fui recreándolos a mi manera, con mis posibilidades.
- Si pudieras describir al Terrible Morales con una sola palabra, ¿cuál sería?
Hijo de su chi... puede ser muy mexicana, ¿puedo?... sería chingón.