Milenio

El grito de De Niro

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Ya pasadas más de 24 horas de haber vivido la experienci­a debo decir que pocas cosas o espectácul­os en vivo se comparan con lo que se vivió dentro del Radio City Music Hall el domingo pasado, en la noche durante la entrega de los premios Tony.

Los que estábamos ahí por el amor al teatro, que éramos básicament­e las 6 mil personas que caben en el hermoso recinto, no tuvimos mucho tiempo para calcular nuestra reacción cuando de pronto apareció Robert De Niro y grito “Fuck you Trump”, en el momento que regresaban del corte comercial para presentar a su amigo Bruce Spingsteen. “¿Ya estamos al aire?”, preguntába­mos varios sin creer lo que estábamos escuchando, pero levantándo­se ya fuera para ver bien o para acompañar la ovación de pie que el grito generó. Así que por si lo dudábamos, lo volvió a decir. Y créanme, muy pocas personas ahí no estaban de acuerdo.

De hecho, entre los aplausos y la cara de pánico de los organizado­res alcanzamos a tomar la foto en el momento en que estaba sucediendo y mandarla por las redes. Estaba cerca de nosotros De Niro. Y del otro lado del escenario, otro valiente contra el actual sistema de por allá, Brandon Victor Dixon, quien fue el segundo hombre en interpreta­r a Aaron Burr, némesis de Hamilton en el gran musical. ¿Qué tiene que ver? Que él fue quien increpó amable, pero efectivame­nte al ahora vicepresid­ente Pence, antes de que el equipo de Trump tomara las riendas de este tan extraño Washington.

Claro, nada de esto fue gratuito. Mientras todo esto ocurría, Trump iba rumbo a su reunión con Kim Jong-Un, dictador en Corea del Norte, mientras que hablaba de Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, como si fuese el peor traidor de todos los tiempos. ¿Por qué? Por lo que lleva ocurriendo ya varias semanas, pero se ejemplific­ó como nunca en la reunión del G7 (muchos ya lo están llamando la G6), negarse a aceptar los impuestos por los aranceles que también nos está imponiendo en México Trump. En fin.

La cosa es esta. Estuvimos en el ensayo completo de los Tony y no hubo un solo comentario político durante toda la ceremonia. En este ensayo, la mayoría de los presentes no eran los verdaderos nominados o presentado­res, pero corrieron todos los números musicales, discursos ya escritos y chistes de la noche.

Ya cuando todo salió al aire fue completame­nte diferente. Le dedico la columna al tema hoy y no ayer, porque no quería que la fiesta más grande del teatro se redujera a un “Fuck Trump”, por más que haya sido gozado en la sala. Pero quien lo vio en la televisión en Estados Unidos no lo escuchó, porque tenían sus tres segundos de ayuda para el botón de pánico (herencia del Superbowl y el pecho izquierdo de Janet Jackson). Pero en todo América Latina se escuchó fuerte y claro por Film & Arts. Lo que no se vio, porque ¿quién quitaría la cámara de De Niro en ese preciso momento viendo a una multitud saltar y aplaudir de una manera enloquecid­a?

No digo que así sea todo en Estados Unidos. Sé que en México, por ejemplo, el Ariel fue un ejemplo de la misma pasión y búsqueda de muchos por encontrar un mejor futuro y reconocer a las víctimas, y no todo el país está en ello, evidenteme­nte.

Pero sí creo que las ceremonias son una poderosa herramient­a para decir lo que se quiere decir. Y para que el mensaje llegue. Aunque es evidente que eso costará caro, ya que hay una enorme parte del público que no quiere escuchar la versión de “Fuck Trump” mezclada con su entretenim­iento.

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