UNA EXPERIENCIA PURA
Hace años le pregunté a Lorraine Gordon (1922-2018), propietaria del Village Vanguard, el club de jazz más longevo de Nueva York, si pensaba retirarse. Mujer de porte distinguido, mirada de lince y hablar franco, tenía entonces 88 años y emanaba sabiduría. Con voz profunda respondió: “¿Qué haces cuando te retiras? Dejas de trabajar para hacer lo que más te gusta. Bueno, pues yo hago lo que me gusta todos los días”.
Lorraine se retiró de la vida el sábado pasado a los 95 años. Todavía hace algunas semanas era frecuente verla en el club, sobre todo en el primer set, aunque a veces permanecía hasta que terminaban las actividades. Con la ayuda de su hija Deborah mantuvo con vida el club fundado en 1935 por su segundo marido, Max Gordon. Parada obligada para los obsesos del jazz, el lugar situado en la Séptima Avenida en un sótano es parte fundamental de la historia del género.
Su amor por el jazz no comenzó en el Vanguard, sino desde jovencita, cuando ya coleccionaba discos de Bessie Smith, Louis Armstrong, King Oliver y otros. Conoció a quien sería su primer esposo, Alfred Lion, nada menos que cofundador del sello discográfico Blue Note, y con él emprendió la aventura de grabar a grandes músicos como Sidney Bechet y Thelonious Monk (cuando todos estaban en contra de su música, ella se aferró a promoverlo).
En Alive at the Village Vanguard. My Life In and Out of Jazz Time, una autobiografía fascinante, Lorraine enfatiza que no llegó de la nada para manejar el club, simplemente se quedó con lo que amaba. “Ese fue mi arte: no soy músico, no soy cantante, no soy pintora, no soy actriz. No soy ninguna de esas cosas, pero a través de mi vida he seguido el curso de la música que he amado”.
Trabajó hombro con hombro con Gordon hasta que él murió en 1989. El club solo cerró un día y desde entonces ha mantenido sus puertas abiertas a distintas tendencias del jazz. La propietaria del club donde John Coltrane, Sonny Rollins, Bill Evans, Art Pepper, Gerry Mulligan, Dexter Gordon, Dizzy Gillespie, Joe Henderson y otros grabaron discos seminales de su carrera, también fue reconocida como parte de la aristocracia del jazz cuando le entregaron el premio Jazz Masters en 2013.
En una entrevista para la revista Inc., un año antes, declaró su credo: “Nos dedicamos totalmente a la música, no hablamos sobre cosas comerciales. No me importa si no estamos al tope una noche o si perdemos un dólar o algo así. Ofrecemos una experiencia pura escuchando jazz. Si tienes la música adecuada, si eres agradable con la gente y la gente disfruta el club, entonces genera sus buenas emociones”. m