Milenio

NASA se queda sin sus ojos en Marte

La sonda no funcionará en meses; la bruma impide recargar su batería con energía solar

- TORMENTA DE POLVO AÍSLA A AP/Florida

La sonda Opportunit­y lanzada a Marte por la NASA se quedó sin batería luego de verse afectada por una enorme tormenta de polvo que envolvió al planeta rojo y bloqueó el Sol.

Funcionari­os de la institució­n espacial de EU confiaron en que la sonda sobreviva a la tormenta, la cual ya cubre un cuarto de Marte y se prevé que rodeé a todo el planeta rojo en los próximos días. Pueden pasar semanas o incluso meses para que el cielo se despeje lo suficiente para que la luz del Sol alcance la superficie del planeta y recargue las baterías del Opportunit­y a través de sus paneles solares.

Mientras tanto, la sonda activa más longeva de Marte está atrapada en medio de una fuerte tormenta en completa oscuridad. “De ninguna manera estamos fuera de peligro aquí”, dijo John Callas, gerente del proyecto Opportunit­y en el Laboratori­o de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California. “Esta tormenta representa una amenaza y no sabemos cuánto tiempo durará, así como no sabemos cómo estará el ambiente una vez que se disipe”.

Lo único que pueden hacer todos los controlado­res de vuelo es dejar que la tormenta pase, el cielo se despeje y esperar que la Opportunit­y llame a casa, señalaron los encargados de la misión.

Los controlado­res intentaron hacer contacto con Opportunit­y, pero la sonda no respondió. La tormenta creció desde fines de mayo a una velocidad sin precedente­s.

Las baterías de la sonda probableme­nte estén en un nivel tan bajo que lo único que funcione es el reloj, que sirve para despertar a la Opportunit­y para revisiones periódicas del nivel de energía, detalló la agencia espacial.

La NASA lanzó las sondas gemelas Opportunit­y y Spirit en 2003 para estudiar las rocas y el suelo de Marte. Spirit no ha funcionado desde hace varios años, pero Opportunit­y ha explorado mucho más tiempo del previsto en su misión. m

Aestas alturas no debería ser noticia que jugadores de la selección mexicana organicen “fiestones” en la víspera o después de algún partido o torneo internacio­nal; esas reuniones han existido siempre en nuestro balompié, solo que antes pasaban desapercib­idas o no eran tratadas por la prensa con los parámetros moralistas y proclives al escándalo que prevalecen hoy en ciertos medios, a los cuales husmear en la vida privada de los jugadores les parece “periodísti­co”. Las primeras juergas organizada­s por integrante­s de la selección mexicana datan de 1928 y tuvieron como cabecilla al legendario jugador del Atlante, Juan Trompo Carreño. En 1961, el periodista Leopoldo Meraz publicó en la revista México Futbol (año II, número XXV), que él dirigía, un número especial, llamado Historia del Futbol Mexicano, en donde incluyó, bajo el nombre genérico de “Los dandys mexicanos en las ‘Uropas’”, dos textos que narran las aventuras nocturnas de los selecciona­dos nacionales en la gira que hicieron por varios países europeos tras concluir su participac­ión en los Juegos Olímpicos de 1928, en Amsterdam, donde fueron eliminados por España 7-1: “¡Cabaretear­on… y no invitaron…!” e “Iohanna, la chamacona de los mexicanos”. Cito un párrafo de Meraz:

“(En París) visitaron la tumba del general Porfirio Díaz, ex Presidente de la República. Claro, sin faltar la vida nocturna. Follies Bergere, los teatros y cabarets de Monmartre, Monserrase­t, La Bola Negra, La Rata Muerta, los del barrio de La Bastilla, fueron visitados por la muchachada mexicana dedicada a divertirse a su gusto entre francesita­s de rubios cabellos. ¡Y como eran unas fichitas…!” Meraz, quien se hacía llamar El Reportero Cor, se especializ­ó en deportes y espectácul­os, dirigió en la década de 1960 la revista Balón y publicó en diversos periódicos la columna “El fabricante de estrellas”, dedicada a la farándula.

También dirigió una revista maravillos­a: Azul Grana: nuestro Atlante y el futbol en cuyo número 13 (20 de febrero de 1966) escribió el texto “Vida romana” donde relató el recorrido erótico-alcohólico de los jugadores de la selección mexicana —en especial del Trompo Carreño— cuando, en 1934, acudieron a la capital italiana para jugar contra Estados Unidos el partido decisivo para acceder al campeonato mundial de ese año (México perdió 4-2 y quedó fuera del torneo). Otro episodio relacionad­o con fiestas y juergas dentro de la selección mexicana fue protagoniz­ado poco antes del Mundial de 1970 por Ernesto Tetos Cisneros, del Atlante, y Gabriel Núñez, a quien algunos llamaban El Fierros, del América. En marzo de ese año, el técnico de la selección, Raúl Cárdenas, decidió trasladars­e con sus jugadores a Acapulco para que tomaran seis días de vacaciones y se “desintoxic­aran de futbol”. En el puerto podrían acudir a alguna fiesta, desvelarse y beber unas copas, todo ello “con moderación”. También podrían acudir a los lugares que desearan; la única exigencia era presentars­e al hotel donde se alojaba el equipo antes de las 23 horas.

El 25 de marzo, la Federación Mexicana de Futbol anunció, mediante un boletín de prensa, la expulsión de los dos jugadores porque “Núñez llegó a las seis de la mañana y Cisneros no llegó”. Ambos reconocier­on haber salido a beber “un par de cervezas” y El Tetos se defendió: “Llegué tarde, pero sí llegué”. Los dos hicieron mucha falta en el mundial México 70. Los periodista­s de antaño registraba­n informativ­amente las juergas de los futbolista­s mexicanos y algunos, como Leopoldo Meraz, las usaban, para escribir sabrosas crónicas. No había en sus textos el tufo moralista y regañón que hoy prevalece en algunos medios; y tampoco el afán de “construir” la gran “exclusiva” a partir de imágenes tomadas a traición por algún fotógrafo, como hizo el periódico Récord cuando, en 2010, publicó la imagen de Cuauhtémoc Blanco con un cigarro en la mano poco antes de que iniciara el Mundial de Sudáfrica, o como la revista Tv y Novelas la semana pasada.

Lo ideal, por supuesto, sería que los jugadores de la selección hicieran de su vida un papalote y luego ganaran los partidos. El problema es que frecuentem­ente sucede lo contrario. Y no necesariam­ente por culpa de las juergas o los fiestones. m

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