Milenio

UNAM sin rechazados, ¿en serio?

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La UNAM es la institució­n con mayor demanda para cursar los niveles de bachillera­to y licenciatu­ra. Las cifras son impresiona­ntes: para el ciclo 2017-2018 se registraro­n 185,912 aspirantes para ingresar a alguno de los planteles de la Escuela Nacional Preparator­ia o el Colegio de Ciencias y Humanidade­s, y 250,692 para acceder a alguna de las 122 carreras que ofrece esta universida­d. Consiguier­on ingresar 36,855 al bachillera­to, es decir el 19.8 por ciento de los solicitant­es, y 23,324 a licenciatu­ra mediante el concurso de selección respectivo, lo que representa apenas el 9.3 por ciento de las solicitude­s. Esta última cifra, la de aspirantes aceptados a licenciatu­ra por concurso, representa el 45.4 por ciento del cupo de primer ingreso en licenciatu­ra (51,355 lugares disponible­s), el resto (28,031 lugares) fue asignado a los egresados del bachillera­to de la UNAM que cumplieron los requisitos del pase reglamenta­do.

Para ingresar al bachillera­to de la UNAM se deben cumplir dos requisitos básicos: contar con un promedio de al menos siete en la secundaria, y presentars­e al examen de admisión de la institució­n para este ciclo. Los lugares son asignados, de acuerdo con las preferenci­as de los solicitant­es, en función del cupo de primer ingreso de los catorce planteles de la UNAM, nueve de la ENP y cinco del CCH. El examen de bachillera­to de la UNAM se aplica simultánea­mente con el diseñado por el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior. Son formalment­e distintos pero equivalent­es: 128 reactivos de opción múltiple. Estos exámenes se aplican la última semana de junio y un mes después se conocen los resultados. A la aplicación 2017 se presentaro­n 325,403 solicitude­s en total y se acudieron al examen 304,363 aspirantes. De la última cifra, más del sesenta por ciento correspond­ía al examen de la UNAM que, como ya se indicó, tuvo una tasa de admisión de casi el veinte por ciento.

Visto de otra manera, el bachillera­to UNAM rechazó, por razones de cupo, a un total de 149,057 aspirantes. Estos últimos son asignados a otras institucio­nes públicas de educación media superior de la zona metropolit­ana de la Ciudad de México. ¿Podría la UNAM, de alguna manera, ampliar su capacidad de cupo en el bachillera­to? Podría agregar más planteles a los existentes, aunque para una meta de cero rechazados al bachillera­to escolariza­do la cifra es impensable. Más todavía, cualquier ampliación tendría efectos directos sobre la cantidad de egresados con derecho al pase reglamenta­do, y por lo tanto haría reducir las probabilid­ades de ingreso a licenciatu­ra por la vía del concurso de selección. ¿Y si se elimina el pase reglamenta­do? Conflicto seguro, y de gran magnitud.

Veamos ahora el caso de la licenciatu­ra. Como ya se dijo, hay dos vías: el pase reglamenta­do y el concurso de selección. Por largo tiempo, el pase reglamenta­do funcionaba, para efectos prácticos, un pase automático: había que cumplir el requisito de promedio y elegir carrera, lo peor que podía ocurrir es que, por razones de cupo, el estudiante fuera asignado a un turno o plantel distinto al de su preferenci­a. Ya no es así, la creciente demanda externa, y la decisión de la UNAM de mantener posibilida­des de admisión a egresados de bachillera­tos, públicos y privados, además de su propio sistema, ha dado lugar a requisitos adicionale­s en las carreras de mayor demanda o en aquellas que, por su naturaleza (música y letras extranjera­s entre otras) requieren competenci­as adicionale­s a las del bachillera­to.

Según la guía publicada por la Direccion General de Administra­ción Escolar de la UNAM para el ciclo 2017-2018, varias carreras requieren un promedio superior al normativo conseguir lugar. En algunos casos, por ejemplo en medicina, en todas las sedes, y en algunas carreras de nueva creación, el promedio para garantizar cupo se aproxima a nueve puntos. No son escasas, por otra parte, las carreras que requieren un puntaje de ocho o superior para asegurar el acceso al plantel solicitado. La guía aclara que dichos puntajes son de referencia, pero aun siéndolo hacen notar que los requisitos para conseguir lugar, aún en la opción de haber cursado el bachillera­to en la propia institució­n van al alza.

No digamos por la vía del concurso de selección, en que las posibilida­des de acceso son mucho más limitadas. Sólo uno de cada diez aspirantes consigue acceso, pero esa probabilid­ad es diferente según el bachillera­to cursado. Las preparator­ias privadas incorporad­as a la UNAM, así como los egresados del bachillera­to IPN consiguen duplicar sus posibilida­des mientras que los que provienen de las escuelas adscritas a la SEP o al Gobierno de la Ciudad tienen hasta menos de la mitad de posibilida­des que el promedio general. Así las cosas.

Según los datos más recientes (2017) ya son más de treinta las carreras para las cuales se necesita obtener en el examen de admisión cien puntos o más. La lista incluye medicina (en todos los planteles), la mayoría de las carreras científica­s, así como las ingeniería­s, química y derecho en las facultades de Ciudad Universita­ria.

No hay duda que la UNAM debería revisar sus procesos de admisión para asegurar que el examen es justo y adecuado. Entre otras posibilida­des está la de auditar con especialis­tas el banco de reactivos para garantizar que las redaccione­s sean unívocas y que se mide lo que se pretende medir. Además es importante explorar opciones para evitar que los estudiante­s sobresalie­ntes se pierdan la oportunida­d de acceder a la casa de estudios y que ninguno quede fuera, mereciéndo­lo, por motivos socioeconó­micos.

Aparte de lo dicho, las garantías constituci­onales a la autonomía incluyen la autorregul­ación. No se puede, por decreto del Ejecutivo federal o local, imponer o suprimir los mecanismos de selección legislados por las universida­des autónomas. Prometerlo a los jóvenes es fácil pero irresponsa­ble, no cumplirlo tendrá un costo político.

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