Migración de retorno y desigualdades en México
El fenómeno no es algo nuevo, pero merece más atención que nunca por el aumento de su involuntariedad y porque incluye a más mexicanos que vivieron en Estados Unidos —país que ya sentían su hogar— por periodos prolongados
Miles de mexicanos han regresado de Estados Unidos por dificultades económicas, responsabilidades familiares o problemas de salud. Otros miles han sido deportados por las autoridades estadunidenses. La migración de retorno no es algo nuevo, pero merece más atención que nunca por el aumento de su involuntariedad y porque incluye a más paisanos que vivieron fuera periodos largos.
Un gran número de retornados sentía a Estados Unidos su hogar tras crear vínculos familiares, de amistades y laborales. Se estima que 11.2 millones de mexicanos viven hoy en el país vecino, de los cuales 5.8 millones son indocumentados. Ocho de cada 10 mexicanos indocumentados lleva más de una década y solo 7 por ciento llegó allá en los últimos cinco años. Esto en parte por las políticas migratorias que dificultaron el ir y venir.
El miedo entre la población mexicana creció con Donald Trump, pero dos millones de mexicanos fueron deportados durante la administración de Barack Obama. A partir de la crisis y recesión de 2008, miles regresaron por dificultades económicas. El aumento de retornados y de la llegada de estadunidenses coincidió con la caída de la emigración. Resultado: un número similar de llegadas y salidas. Los migrantes estadunidenses que llegan a México son, sobre todo, una población joven: los hijos y las hijas de padres mexicanos retornados.
No sabemos cuántos retornados viven en México, cuánto tiempo llevan y cuánto estuvieron fuera. A partir de datos censales, se estima que el número de mexicanos que regresaron desde Estados Unidos se triplicó entre 2000 y 2010, pasando de alrededor de 266 mil a 824 mil. En 2015 este número descendió a alrededor de 442 mil.
Un sinnúmero de testimonios dan cuenta de las múltiples dificul- tades: encontrar dónde dormir la primera noche tras una deportación, rentar un lugar donde vivir y establecerse, llevar a los hijos a la escuela, aunque muchos carezcan de identificaciones y tengan un conocimiento limitado del español, o superar la separación familiar al dejar a hijos en Estados Unidos sin saber cuándo se les podrá volver a ver, navegar el sistema de salud y seguridad social, enfrentarse a la burocracia que demanda constancias para todo, encontrar un empleo si no se cuenta con cartas de recomendación, así como enfrentar a los que cuestionan su nacionalismo tras un periodo en el extranjero, su forma de vestir, sus nuevas actitudes y formas de vida.
Existe la percepción de que los retornados son propensos a emprender proyectos productivos o microempresas al regresar, pero los datos muestran que 70% de retornados hombres y mujeres que trabajan lo hacen de manera asalariada. Especialmente entre los hombres, el trabajo asalariado informal carece de acceso a prestaciones y seguridad social. Si trabajan por cuenta propia es por no poder acceder a un empleo formal.
Muchos de los desafíos a los que se enfrentan los migrantes de retorno en el mercado laboral, como bajos salarios y empleos precarios, son compartidos con el resto de la población. Pero los salarios de hombres y mujeres retornados se deterioraron de 2000 a 2010 y esto se extendió a 2015. La ventaja comparativa de retornados y la brecha de ingresos salariales desaparece por una convergencia, a la baja, hacia los salarios de la población no migrante.
¿Cómo recuperar esta ventaja comparativa de los retornados y subir los salarios de la población no migrante? El gran reto es cómo aprovechar todo lo aprendido en la experiencia migratoria y beneficiarnos de esas habilidades adquiridas.
Un mexicano que regresa tiene los mismos derechos que los que no migraron. A su llegada a México encuentran un país adverso, con múltiples desigualdades y con una sociedad que en muchos casos los estigmatiza. Una sociedad que no solo criminaliza al extranjero en su tránsito por el país, sino al que regresa. ¿Ha permeado el sentimiento antiinmigrante estadunidense en México? La población migrante de retorno es heterogénea, por lo que tendrá diferentes necesidades para reintegrarse. Los desafíos a los que se enfrenta un retornado son diferentes si se es hombre o mujer, joven, o adulto, si regresa solo o en familia. Las desigualdades observadas en el territorio implican que los retos varían con los contextos de llegada. Es decir, importa si se llega a Ciudad de México o una ciudad fronteriza como Tijuana, a una comunidad rural con redes migratorias históricas, a una comunidad con altos niveles de violencia, y si se regresa a la comunidad de origen o a otro destino. La migración de retorno, un nuevo reto para la equidad según el informe Desigualdades México 2018, de El Colegio de México, sugiere un cambio de paradigma. Esto nos confronta no solo a darle la bienvenida a extranjeros, sino a recibirnos a nosotros mismos tras una experiencia fuera. ¿Estamos listos para cambiar nuestra percepción de la migración? ¿Podremos cooperar a la reintegración de los que regresan o persistirá la visión de competencia? La sociedad mexicana tiene mucho que aprender de los otros. No aprovechar estas experiencias sería un absurdo. El Informe Desigualdades México 2018 se puede consultar en www. desigualdades.colmex.mx. m