Milenio

Vladimir Lisin, el magnate de la industria metalera en Rusia

Este hombre de acero no solo es dueño de la firma siderúrgic­a Novolipets­k Steel, sino también de la mayor constructo­ra y periódicos de la localidad donde opera

- Braulio Carbajal/México

En 1970 la banda Black Sabbath lanzó dentro de su segundo álbum llamado Paranoid, el sencillo Iron Man, donde narra la historia de un hombre que viajó al futuro y presenció el Apocalipsi­s de la humanidad. Al volver al presente se vuelve de acero y pierde la voz a causa de un campo magnético, lo que lo hace incapaz de advertir a la gente del peligro inminente, es decir, es totalmente ignorado... invisible.

En las frías tierras rusas hay un hombre que tiene algunas similitude­s con el personaje creado por la agrupación británica comandada por Tony Iommi y Ozzy Osbourne —que nada tiene que ver con el popular súper héroe de Marvel Comics—, su nombre es Vladimir Lisin.

Este ruso tal vez no es de acero como Iron Man, pero nació en una ciudad metalúrgic­a, asistió a un instituto metalúrgic­o y es dueño de una empresa metalúrgic­a, lo que significa que toda su vida ha estado rodeado por este elemento. Su relación con el metal, pero sobre todo su súper poder de ser invisible ante los ojos de la humanidad, lo han ayudado a amasar una fortuna de 21 mil millones de dólares. Vladimir Lisin nació el 7 de mayo de 1956 en Ivanovo, una ciudad situada al centro de la Rusia europea, cuya principal caracterís­tica es su actividad industrial.

Ahí, entre el olor a acero templado, dio sus primeros pasos un niño que se convertirí­a en el hombre más rico de un país de grandes e históricos escritores como Fiódor Dostoyevsk­i, León Tolstói, Aleksandr Pushkin y Antón Chéjov, entre muchos otros.

La literatura clásica no le era ajena, pero se inclinó por otro camino: la ingeniería. Se graduó en el Instituto Metalúrgic­o de Siberia en 1979 con un diploma de ingeniería metalúrgic­a y con especializ­ación en Fundición de planchas y metales no ferrosos.

De ahí, su currículum académico es sumamente extenso y todo tiene que ver con la industria metalera.

Su primer trabajo lo obtuvo en 1975, antes de concluir sus estudios, y fue como mecánico en una mina de carbón. Ya titulado, dio un salto importante y se hizo capataz de soldador en la empresa Tulacherme­t Metals Works, donde con el tiempo llegó a ser gerente de sección, gerente de tienda e ingeniero jefe adjunto.

Ya en 1992, Lisin se dio cuenta de que era momento de un cambio y se unió a las filas del grupo Trans-World, el cual con gran habilidad se hizo del control de la industria rusa de acero y aluminio.

Cuando los socios de dicho grupo se separaron en el año 2000, Vladimir Lisin recibió 13 por ciento de las acciones de la compañía. Poco a poco fue adquiriend­o más acciones hasta hacerse de la mayoría, y cuando su antiguo jefe fue nombrado ministro de Metalurgia de Rusia, su suerte se incrementó, pues se convirtió en el único dueño de la firma.

Por increíble que parezca, su fortuna no la amasó gracias a las influencia­s políticas, sino al bajo perfil con el que se maneja, lo que le ha permitido no figurar en escándalos en un país donde cualquier negocio es revisado a detalle para evitar cualquier tipo de anomalía.

Su imperio lo tiene instalado en la ciudad de Lipetsk, sede de su compañía siderúrgic­a Novolipets­k Steel. Sin embargo, no es su único negocio, también es dueño de la mayor constructo­ra de vivienda de la entidad y de los periódicos locales. A diferencia de las decenas de oligarcas rusos que destacan en el mundo por su excentrici­dad, muchos de ellos siendo dueños de populares equipos deportivos, Vladimir Lisin se caracteriz­a por su discreción. De hecho, ha dicho en múltiples ocasiones que su pasatiempo favorito es el tiro al blanco y colecciona­r estatuas de hierro forjado.

Ahora tiene más de 20 mil millones de dólares en su bolsa, pero en los años setenta y ochenta trabajaba duramente para poder comprar casetes de música rock en la restrictiv­a Unión Soviética, no dudamos que alguno haya sido de Black Sabbath. m

Hace algunos años cuando mi querida vecina se jubiló, lo primero en lo que pensó para mantenerse activa e invertir su guardadito fue en poner una cafetería. Casualment­e un amigo que espera su liquidació­n sexenal también planea hacerse de un restaurant­e como opción mientras vuelve a acomodarse, y cerca de mi casa La Cervecería de Barrio, cerró luego de una balacera.

El año pasado, según datos de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurant­es y Alimentos Condimenta­dos (Canirac), que encabeza Francisco Fernández Alonso, reportó en este sector un crecimient­o de 2.8 por ciento como actividad, y en número de puntos de venta de 6.5 por ciento. Se contabiliz­an, según datos del Inegi, entre establecim­ientos formales e informales, más de 500 mil en todo el país.

La vida a la mexicana gira en torno a la comida, mientras trabajas o estudias siempre al pendiente de quién va a la tiendita para comprar el snack para llenar el huequito, y qué decir de la búsqueda de dónde comer, cerrar un negocio, agasajar a un ser querido o sencillame­nte beber algo. Y en la mente de muchos ha pasado tener un negocio relacionad­o con la comida como fuente de ingresos e incluso sobreviven­cia.

Pues bien, la actividad atraviesa por una espiral de crecimient­o ascendente desde hace casi 10 años, y aunque significa casi 2 por ciento del producto interno bruto, y más de 13 por ciento del turístico (donde proporcion­a siete de cada 10 empleos del sector), enfrenta una problemáti­ca compleja que tiene que ver con la insegurida­d que se vive en el país y la profesiona­lización que requiere para que cada nuevo negocio logre ser rentable e ir más allá de los cinco años de vida.

De acuerdo con Alejandro Borja Márquez, presidente organizado­r de la Exporestau­rantes 2018, la actividad más que profesiona­lizarse requiere de capacitaci­ón en negocios, de cómo llevar costos y gastos, compras, abasto, en administra­ción en general.

La expo, en su edición 18, se realizará del 27 al 29 próximos en el World Trade Center, en Ciudad de México, con la participac­ión de más de 350 expositore­s, más de 5 mil productos que se requieren para esta actividad y visitantes que van desde dueños y directores de restaurant­es, hasta chefs, cocineros y administra­dores, y emprendedo­res; para estos últimos se convoca a un concurso entre estudiante­s de gastronomí­a a punto de terminar su carrera, además de un programa de conferenci­as para apoyar a los micro, pequeños y medianos empresario­s.

El concurso se llama “Del anzuelo al plato” y tiene el objetivo de promover y difundir tanto el conocimien­to, como el consumo de peces y mariscos de litorales marinos, ríos o zonas lacustres del país. Los participan­tes desarrolla­rán nuevas recetas con base en estas especies animales, ingredient­es y técnicas de la cocina tradiciona­l mexicana.

En el evento darán una conferenci­a Fernando del Moral, director general de la Hacienda de los Morales, quien hablará de la importanci­a en la calidad del servicio, y Jorge Lara Martínez, autor de libros de marketing restaurant­ero, entre otros.

Se trata de una industria con ingresos de más de mil millones de pesos, apunta Borja Márquez, y agrega que 96 por ciento de los restaurant­eros son micro y pequeños, por eso son la fuerza de este sector. Emprendedo­res. m

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