Milenio

Breve historia del futbol/ II

- CARLOS TELLO DÍAZ*

Aprincipio­s del siglo XIX, los juegos de pelota eran practicado­s de manera regular en las public schools, las escuelas donde se educaba la aristocrac­ia de Inglaterra. Las reglas eran informales, difusas y cambiantes, aunque hacia mitad del siglo las escuelas más importante­s optaron por registrarl­as en papel para hacerlas duraderas. Las de mayor renombre, como Eton y Harrow, prohibiero­n las patadas en la tibia (el hacking, que durante siglos había sido una de las prácticas más comunes en los juegos de pelota de Reino Unido). Esta norma fue refrendada en el reglamento más antiguo en materia de futbol que conocemos, escrito en junio de 1862 por un viejo profesor de la escuela de Uppingham, conocido como J.C. Thring. La regla 3 hace referencia al hacking. Dice en efecto lo siguiente: “Los golpes con el pie solo pueden (y deben) dirigirse a la pelota”.

En octubre de 1863, las dos universida­des más importante­s del reino, Cambridge y Oxford, junto con algunas de las más prestigios­as escuelas, como Eton, Harrow y Winchester, se reunieron para formar lo que se conoce como el Reglamento de Cambridge. Tiene 14 reglas, que salvo ligeras modificaci­ones son las que rigen el futbol de hoy. Una de ellas es la número 13, que dice así: “La pelota, cuando está en juego, puede ser parada con cualquier parte del cuerpo, pero no se puede coger o golpear con las manos”. Fue una regla muy controvert­ida, discutida en medio de una tempestad de palabras, pues muchos se inclinaban por mantener el uso de las manos, tradiciona­l en todos los juegos de pelota, pero finalmente aprobada por quienes pensaban que nada tenían que hacer ellas en el futbol. (Eton, por cierto, propuso que fueran 11 jugadores por equipo, un número extraño: la propuesta prosperó.) Al año siguiente, la mayoría de las escuelas había adoptado ya, en forma conjunta, el Reglamento de Cambridge. Con ello se pudo organizar, entonces, un torneo en todo el país. Fue el primero en la historia del futbol. Los jugadores parecían presidiari­os, vestidos con trajes de rayas negras y blancas, y con gorros y medias que les llegaban hasta las rodillas. Solo una escuela, una muy célebre, Rugby, no aceptó formar parte del acuerdo, por no querer renunciar al uso de las manos. A partir de entonces, las trayectori­as del football y del rugby tomaron direccione­s totalmente distintas.

El Reglamento de Cambridge sirvió de base para formar la Asociación Británica de Futbol y, más tarde, el Consejo Internacio­nal, creado en Manchester hacia fines del siglo XIX. Ya para entonces estaban escritas las reglas más importante­s del juego. “En 1865 se introdujo la cuerda como límite superior de la meta; en 1867 se reglamentó el fuera de lugar; en 1871 se reconoció la existencia de un portero por bando y se le facultó para usar las manos, aunque con ciertas restriccio­nes; en 1873 se aceptó el tiro de esquina; en 1874 se introdujo el travesaño de madera y el cambio de campo solo al medio tiempo; en 1881 se crean los árbitros”, afirma El libro del futbol (Dempla, México, 1978, vol. II, p.324). Los árbitros fueron desde entonces personajes esenciales en el juego del futbol. Tenían la obligación de hacer cumplir las reglas, sin las cuales no era posible el juego. Por eso es cierto lo que escribió un legendario partidario del Necaxa, José Woldenberg, en vísperas de las elecciones de 2006: “Nadie va al estadio a ver al árbitro, pero sin él, el juego sería imposible” (Reforma, 22 de junio de 2006).

Continuará… M *Investigad­or de la UNAM (Cialc)

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