España gana con lo justo
Aunque batalla para superar a Irán, La Roja alcanza a Portugal en el liderato del Grupo B; Diego Costa marcó el gol del equipo de Fernando Hierro, al que le faltó lucidez a la ofensiva
IRÁN Goles Minuto Autor ESPAÑA Arena Kazán Asistencia: Árbitro: Situación
Un tanto de Diego Costa, de fortuna con la rodilla tras el despeje de un rival, fue el castigo con el que el destino respondió un planteamiento ultradefensivo de Irán que se le atragantó a España, pero que los tres puntos cocinados a fuego lento terminaron poniendo luz en el camino de La Roja en el Mundial 2018. Los de Fernando Hierro se jugarán el liderato de grupo ante Marruecos, ya eliminado. Mientras Irán hará lo propio ante la Portugal de Cristiano Ronaldo.
Una selección para la que estar en un Mundial ya es un éxito, como Irán, tiene dos opciones antes de encarar el duelo ante una de las señaladas favoritas. Alejada de la valentía, optó por el camino más simplón, el de afear el futbol. Buscó instalar la desesperación en una España que encaró un ejercicio de paciencia y sufrió de lo lindo.
La rápida circulación en una posesión insultante, que rondó el 85 por ciento; el movimiento en los últimos metros y una precisión que faltó en la zona que daña planteamientos defensivos eran clave. España necesitaba un gol que abriese un duelo incómodo. La inspiración de Isco, Iniesta o Silva en un último pase que tardó en llegar.
El examen a la paciencia no podía empujar a la desesperación ni a la duda. Las faltas para frenar su futbol fueron continuas, la dureza para no acceder al otro lado del muro. Una defensa de seis que protegía la seguridad de su portería. Hierro esperaba ese partido, diez jugadores defendiendo por detrás del balón, y apostó por Lucas Vázquez buscando abrir el campo, que el atacante del Real Madrid tuviera un gesto cargado de vértigo y pudiera agitar el partido.
Reaparecía Carvajal en una defensa que a buen seguro con Lopetegui habría sido de tres desde el inicio. España, lejos de estar cómoda con el sonido de vuvuzelas en la grada que le trasladaba al éxito de Sudáfrica, torcía el gesto con el paso de los minutos. Incómoda para asociarse en corto en la zona de peligro, sin espacios, y un tanto errática en el desplazamiento en largo cuando buscaba el balón en profundidad.
Son encuentros en los que su eje de ataque sufre, porque le faltaban centros desde los costados para rematar y eso que el regreso de Carvajal aumentaba la profundidad en la banda derecha. Pero la continuidad que deseaba España, que hasta los 25 minutos no disparaba a puerta con una falta centrada de Silva, era frenada con pérdidas de tiempo y lesiones fingidas.
El sueño del gol para Irán lo distanciaba un puñado de metros. El balón parado era su esperanza. Y ahí emergió la cabeza de Gerard Piqué. La falta de fluidez de España se despejaba en alguna aparición de Isco, con Silva teniendo en sus botas las pocas acciones de disparo. Una tijera arriba, otro disparo al muro.
La necesidad obligaba a más a España y arrancó el segundo acto volcada. Piqué primero, un disparo de Busquets para la palomita de Beiranvand y otra para Isco, cambiaban el escenario antes de que su corazón quedase congelado. Solo a balón parado podía hacer daño Irán. De un rechace nació el disparo seco de Ansarifard que más de la mitad del estadio cantó como gol.
Era el inicio del castigo. En la siguiente acción Iniesta rompía por el centro, encontraba a Costa y su movimiento provocaba el despeje del balón a su rodilla para que entrase a la red pegada al palo. Lo que en el pasado se le negó, en Rusia le llega hasta de rebote.
Fue cuando Irán sí quiso. Como si fuese otro equipo comenzó a jugar y a llegar. Le metió velocidad y provocó un extraño nerviosismo en el rival. Su castigo fue mayor tras saborear el gol soñado.