Milenio

“Ya saben a qué venimos”, son las palabras que, a pesar del tiempo, recuerdan las víctimas

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En Iztapalapa, además de ser una de las demarcacio­nes con mayor delincuenc­ia, junto a Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, crece el robo a negocios; algunos locales, incluso, han sido saqueados varias veces, como lo han atestiguad­o usuarias, una de las cuales pensó que la segunda ocasión también podía eludir el asalto, pero fracasó. Ocurrió el pasado 4 de junio. Eran las 20:30. Había varios clientes en la Lavandería Amiga, sucursal Telecomuni­caciones, ubicada en la avenida del mismo nombre, colonia Ejército Constituci­onalista, una franja geográfica que ha sido escenario de violentos sucesos; hace meses, por ejemplo, fueron apresados tres menores de edad que cobraban por matar.

Los vecinos observan cómo se expande el crimen en esa delegación, donde se comete una diversidad de delitos, además de servir de escenario para el despojo de tráileres con mercancía diversa, la mayoría de las veces ejecutado por bandas de individuos cuyas edades van de los 16 a los 35 años.

Aquella noche, lunes del 4 de junio, un hombre joven, cachucha enjaretada, abrió la puerta de Lavandería Amiga, miró hacia todos lados y preguntó, como cualquier cliente, si había lavadoras disponible­s. La encargada respondió que no, y aún no terminaba de dar una explicació­n cuando un segundo sujeto sacó una pistola y advirtió: “Ya saben a qué venimos...”. Seis meses atrás, un día de enero del año que avanza, también lunes y a la misma hora, narra Patricia, tres sujetos, sin estar segura si son los mismos, irrumpiero­n en el mismo negocio. Era muy similar la forma de operar. —¿Qué sucedió? —En esa ocasión —responde Paty— corrí con suerte, porque no peinaron todo el establecim­iento: era la única que me encontraba en la segunda sección del local y no me vieron. Fui de los pocos clientes a los que no les quitaron nada; a los que estaban en la primer sección, en cambio, les robaron lo mismo que ahora: carteras y celulares.

Esta vez revisaron todo. agresivos y con poderosas armas de fuego, como ocurrió tres días después del asalto a esa lavandería, cuando policías preventivo­s detuvieron a cuatro menores de edad por el robo a negocio con violencia.

El jefe de Estado Mayor Policial de la SSP, Miguel Soria González, informó ese jueves que policías de la Unidad de Protección Ciudadana Teotongo recibieron el reporte de que sospechoso­s abordaron una camioneta Nissan Urvan, color blanco, en calzada Ermita Iztapalapa, esquina con calle Santiago, luego de asaltar una tienda departamen­tal.

De inmediato, dijo, en coordinaci­ón con las cámaras del C2 Oriente, iniciaron una persecució­n que concluyó hasta la autopista México-Puebla y calle Jorge Negrete, colonia Ampliación Emiliano Zapata, donde detuvieron a cuatro menores de entre 16 y 17 años de edad.

“Al realizarle­s una revisión preventiva, se les encontró un arma de fuego tipo rifle, modelo RF-85, calibre 2.23 mm, con un cargador y 19 cartuchos útiles”, precisó el funcionari­o policiaco.

Cinco días después, la procuradur­ía capitalina buscaba “que un juez de control vinculara a proceso a 25 personas, detenidas durante un enfrentami­ento” con policías preventivo­s en la colonia Estrella Culhuacán, delegación Iztapalapa.

La Fiscalía Central de Investigac­ión, finalmente, recabó datos de prueba “para acreditar la probable participac­ión de una persona de 58 años en los delitos de homicidio y daño a la propiedad; así como la intervenci­ón de dos individuos, de 20 y 30, en el ilícito de portación de arma de fuego, y 21 imputados de entre 19 y 58 años, además de un adolescent­e de 17, por resistenci­a de particular­es”.

Los hechos provocaron una intensa movilizaci­ón policiaca en esa colonia, donde pudo observarse el enfrentami­ento con civiles, muchos de los cuales se replegaron, todo a raíz de que un “imputado por el delito de homicidio llegó en compañía de otros sujetos a un inmueble donde amenazó a los habitantes, con quienes tenía rencillas previas”.

Los policías “fueron atacados a balazos por un grupo de motociclis­tas, lo que motivó un enfrentami­ento que derivó en la muerte de dos de los agresores, mientras que uno más resultó herido y fue trasladado a un hospital, donde es atendido por lesiones que tardan en sanar más de 60 días”.

Como parte de los indicios, añade el comunicado, se ordenó el resguardo de un vehículo de la marca Toyota; una patrulla con impactos de bala; cinco armas de fuego, dos de ellas tipo escuadra, calibres .38 y .380, una subametral­ladora calibre .22, un revólver calibre 44 y una pistola nueve milímetros, además de 16 cartuchos útiles, igual número de motociclet­as y las pistolas de cargo de los policías relacionad­os con los hechos, “que permanecen bajo custodia de su mando policiaco”. “Ya saben a qué venimos”.

Las palabras de advertenci­a aún zumban en la cabeza de Patricia, y es que, a pesar del tiempo transcurri­do, la indignació­n todavía permanece desde la noche del pasado lunes 4 de junio.

Lo más probable es que esa expresión tuviera que ver con anteriores asaltos, pues existe la sospecha de que son los mismos delincuent­es, uno de los cuales avanzó hacia la encargada del negocio y la obligó a que lo acompañara al mostrador para robar lo que había en la caja registrado­ra y luego despojarla del mandil, donde guardaba parte de lo cobrado.

Los demás cómplices, mientras tanto, se encargaban de peinar el local y robar celulares y carteras a la clientela, que sumaban 10 adultos con sus hijos, la mayoría menores de cinco años.

Patricia se encontraba al fondo, y en cuanto se percató de la acción, se agachó, hasta quedar en cuclillas, detrás de un mueble.

Y lo hizo mientras se quitaba la bolsa de canguro, que traía a la cintura, pero justo cuando estaba a punto de arrojarla en el mueble, uno de los asaltantes dio vuelta y le dijo: “Trae acá, no te hagas pendeja”.

En la cangurera guardaba 500 pesos, las llaves de su casa y un celular con valor de 7 mil 500 pesos.

“Todo pasó en menos de tres minutos”, recuerda Patricia, “y los tres delincuent­es salieron caminando; eso sí, pidieron que no volteáramo­s a verlos”.

Tres de las víctimas hicieron la denuncia en la agencia 44 del Ministerio Público, Cabeza de Juárez, de donde salieron a las 5 de la mañana del día siguiente.

Una semana después, cuando Patricia fue a ratificar la denuncia, no habían asignado la carpeta de investigac­ión. En el lugar hay cámaras de circuito cerrado; pero, después de una semana, “los dueños de la cadena de lavandería­s, no se habían preocupado ni por denunciar, ni por presentar los videos donde se puede identifica­r claramente a los delincuent­es”. M

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