Milenio

Se prepara un “gigantesco” fraude electoral

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Imaginemos que la gente, a la hora de la hora, se lo piensa mejor y no vota por Obrador; o que no haya dicho la verdad al ser preguntada y, por lo tanto, que las encuestas no reflejen con exactitud su sentir; o que, indecisa hasta el último momento, se decida finalmente por Anaya; o que cambie de opinión, en un giro de 180 grados… ¿Es posible esto?

Tal vez pudiere ocurrir algo así. El problema es que uno de los competidor­es se ha dedicado durante años enteros a propalar la especie de que se perpetró un fraude electoral cuando participó en una anterior elección presidenci­al. Perdió por los pelos pero, importándo­le un comino que los mexicanos hayamos organizado muy trabajosam­ente un formidable aparato institucio­nal para supervisar nosotros mis- mos los procesos, denunció que le habían “robado la elección”, bloqueó por sus pistolas la principal avenida de la capital durante semanas enteras y escenificó luego una toma de posesión de opereta, rodeado de sus seguidores, mientras que el resto del país seguía en lo suyo.

El daño que le hizo a la nación fue enorme: sembró desconfian­za en las institucio­nes de la República, hizo que sectores enteros de la población se sintieran despojados de su voto (y que se llenaran de resentimie­nto), fomentó divisionis­mos al acusar a “la mafia del poder” de impedirle gobernar y se erigió como una víctima del “sistema” sin renunciar, paradójica­mente, a ninguna de las prerrogati­vas y bondades que las mismas ordenacion­es de la democracia liberal le han otorgado en todo momento. Hasta nuevo aviso, Morena —ese partido hecho a su imagen y semejanza en el que manda de manera personalís­ima—, se embolsa alegrement­e los recursos que le otorga el Instituto Nacional Electoral. Y ahí sí, ni pío.

Ah, pero cuando no gana el hombre, entonces nada de todo eso vale. Y ya se encargaron sus valedores de advertir que se prepara, de nuevo, un “gigantesco fraude electoral”. O sea, que no va a haber manera de que pierda por tercera vez las elecciones. Si no hizo caso en 2006, cuando sus asesores le avisaron de que su ventaja sobre su inmediato perseguido­r se acortaba, pues ahora que las encuestas lo colocan 20 puntos por arriba será absolutame­nte imposible que acepte el resultado. Este 1º de julio no van a hablar las urnas, señoras y señores. Se va a escuchar nada más la voz de él. M

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