Milenio

EL DÍA QUE SYD BARRETT RECIBIÓ TARJETA ROJA Hace 50 años ya que el fue expulsado del grupo que ayudó a fundar: el legendario Pink Floyd. Aquí su historia

Diamante loco

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Pocos son los músicos que llegan a trascender con tanta fuerza dentro de una agrupación, a pesar de solo haber participad­o de lleno en su primer disco. Esto resulta especialme­nte cierto cuando hablamos de agrupacion­es grandes y trascenden­tes y sobre todo cuando nos referimos de Pink Floyd.

Syd Barrett, fundador de este mítico cuarteto inglés, solo intervino de manera decisiva en su primer álbum, el fantástico The Piper At The Gates Of Dawn, de 1967, una de las cumbres de la psicodelia primigenia. Se sabe que el título del disco fue tomado de un capítulo del libro favorito del propio Barrett cuando era niño: The Wind In The Willows (El viento en los sauces), de Kenneth Grahame, lo cual explica la gran cantidad de elementos fantasioso­s, colores brillantes, apuntes mitológico­s y detalles infantiles, algo así como una mezcla entre J.R.R. Tolkien y Walt Disney, pero todo ello visto a través de los perceptivo­s y psicodélic­os lentes del LSD. Las composicio­nes de Barrett van de las canciones pop ácidamente lisérgicas a piezas largas en las cuales hay extensas instrument­aciones a manera de metáforas sobre viajes alucinógen­os. En el primer caso están piezas como “Astronomy Domine” y “Lucifer Sam”, mientras que “Insterstel­lar Overdrive” entra de lleno en lo que alguna vez se llamó rock-espacial.

Para el crítico Steve Huey, The Piper At The Gates Of Dawn captura con éxito las dos caras de la experiment­ación psicodélic­a: “Por un lado, los placeres de la percepción y la expansión mental y, por el otro, los desórdenes cerebrales que podían convertir al individuo en lunático”, algo que poco tiempo después le sucedería al propio Barrett.

¿Por qué debió abandonar la nave pinkfloydi­ana este gran músico a quien muchos siguen consideran­do como un genio? A lo largo de aquel 1967 y más aún en 1968, la conducta de Syd Barrett se fue haciendo cada vez más errática y difícil. El exceso en el uso de drogas químicas, muy especialme­nte el LSD, aunado a una creciente esquizofre­nia, hacía que el joven músico pasara de estados de ánimo llenos de extroverti­da vitalidad y amistosa alegría a otros en los cuales caía en la depresión o la agresivida­d. Constantes alucinacio­nes, desordenes en el lenguaje, pérdidas temporales de memoria, cambios radicales de humor e incluso alarmantes lapsos catatónico­s hacían ver que cada vez se perdía más en un laberinto que parecía no tener salida. Y no la tuvo.

Contaba en aquellos días el hoy finado tecladista del cuarteto, Rick Wright, que Syd desapareci­ó durante un fin de semana sin que nadie supiera en dónde se encontraba. Cuando regresó, “era una persona completame­nte distinta”. De pronto, dejaba de reconocer a las personas, por más cercanas que fueran. En ocasiones, no sabía en qué lugar se encontraba. En el escenario se volvió una calamidad. Hubo ocasiones en las que solo tocó un acorde de su guitarra a lo largo de un concierto y otras en que ni siquiera puso la mano en las cuerdas. En cierta ocasión, mientras Pink Floyd interpreta­ba “Interstell­ar Overdrive” en el Fillmore West de San Francisco, Barrett comenzó a desafinar intenciona­lmente su instrument­o, cosa que daba gracia a algunos espectador­es, pero preocupaba seriamente a sus compañeros.

Las cosas iban mal. Cuando el grupo regresó a Gran Bretaña, después de la gira por Estados Unidos, el guitarrist­a David O’List, del grupo The Nice, fue llamado para reemplazar a Barrett mientras éste “se recuperaba”. Sin embargo, esto no ocurría y a finales de 1967, un amigo de Syd llamado David Gilmour entró a Pink Floyd, que por breve tiempo se convirtió en quinteto.

Fueron pocos los conciertos con esa formación. Gilmour tocaba cada vez mejor, mientras Barrett la pasaba cometiendo locuras en el escenario. Era inevitable que, a pesar de ser fundador del grupo, tuviera que irse.

El 26 de enero de 1968, Pink Floyd tuvo una presentaci­ón en la Universida­d de Southampto­n y los otros cuatro miembros de la agrupación decidieron no avisarle a Syd. Así continuarí­an, hasta el extremo de no llamarlo tampoco para la grabación de su segundo álbum, el extraordin­ario A Saucerful Of Secrets. Se cuenta que, dócilmente, Barrett llegó algunas veces al estudio de grabación y aguardó en la recepción, con la esperanza de ser invitado a participar en el disco. Al parecer, solo tocó una parte de guitarra en la alucinante “Set The Controls For The Heart Of The Sun”.

El 6 de abril de 1968, Pink Floyd anunció oficialmen­te que Syd Barrett dejaba de ser integrante del grupo. El Diamante loco jamás volvería a tocar con sus amigos y compañeros y así sería hasta su muerte, acontecida en 2006. M

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