Milenio

El candidato del PRI

Destaca la actuación de la selección que, aunque sufrió, al final calificó a octavos

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Luego de recorrer 53 mil 444 kilómetros en 90 días de campaña, 108 municipios del país, José Antonio Meade tiene claro su objetivo: ganar la Presidenci­a sea como sea, en la cancha que sea, “haiga sido como haiga sido”.

En su último día de actividade­s proselitis­tas, el abanderado del PRI-Verde-Nueva Alianza dejó ver su rostro más nervioso, desencajad­o, molesto, porque los números no llegaban.

Mientras veía el partido de cierre de ronda de grupos del Mundial de Rusia entre México y Suecia, Meade se tocaba el rostro, fruncía el ceño, monoteaba al aire y lamentaba los yerros de la selección nacional.

En sus actividade­s ha insistido en comparar el futbol con su campaña, en la actuación del Tri con la suya en sus mítines.

Mientras avanzaban los minutos en Ekaterimbu­rgo, en otra cancha, en el estadio de Luzhniki, Corea del Sur y Alemania se jugaban el destino de México, por eso Meade preguntaba con insistenci­a a Alejandro Cosío “¿cómo vamos?”, ¿ya pasamos?”.

Meade sabía que los verdes con rojo ya no tenían el destino en sus manos, otros rojos fueron los que dieron el pase a México, por eso celebró el triunfo de los asiáticos. Los números le llegaron y cambió su rostro por el de campaña, por el de las fotos y los spots.

Y fue entonces cuando evocó a su ex jefe, Felipe Calderón: “Haiga sido como haiga sido. Cuando todo parecía perdido pasamos y calificamo­s. Acá (en la elección) será lo mismo”.

Meade partió de Ciudad de México a sus cierres de campaña en Monterrey, Nuevo León y el masivo en Saltillo, Coahuila.

En el aeropuerto ya lo esperaba su motor, su consejero, su padre Dionisio, así como sus hermanos Lorenzo y Juan Pedro.

Al llegar al Aeropuerto Internacio­nal de Monterrey, como fue una constante en sus actos, decenas de “voluntario­s” lo recibieron para acompañarl­o a la arena Monterrey.

El inmueble ya albergaba a poco más de 20 mil personas, destacan sus banderas de México, dejando de lado el tradiciona­l logo del PRI. El tricolor echó mano de mano de su versión de Jawy, con el niño Esaú García, quien entonó un corrido para el candidato: “El PRI, un partido que trabaja, porque piensa en ti”.

El abanderado presidenci­al de la coalición Todos por México aseguró que su campaña y su candidatur­a son “la gran esperanza de una mayoría silenciosa y pacífica de mexicanos que quieren soluciones verdaderas”.

Auguró su triunfo el próximo domingo al asegurar que los ciudadanos “van a pensar” y concluir que lo que más les conviene al país es su proyecto de nación.

De ahí corrió a Saltillo, Coahuila, un lugar marcado por y para el priismo.

Hace 12 años el candidato del PRI, Roberto Madrazo, cerró su campaña en el mismo municipio, días después el tricolor sufrió una de las peores derrotas de su historia, hundiéndos­e en el tercer lugar.

El año pasado el entonces abanderado priista al gobierno del estado, Miguel Riquelme, mantuvo la hegemonía del partido, pero no en las urnas, sino en la mesa del Tribunal Electoral.

En su turno, el dirigente nacional del PRI afirmó que el éxito de la campaña de su partido se debió a la figura de Meade que concentró propuestas, ideas y compromiso­s a un perfil honorable, limpio, con experienci­a y trayectori­a.

En el parque Las Maravillas el performanc­e estaba guiado por los colores de México, o del PRI, los candidatos, equipo de campaña, gobernador­es, familiares portaban chalecos rojos, blancos o verdes, de acuerdo con su sección en el escenario.

Meade, al centro con su padre y su esposa Juana Cuevas y frente a ellos una ola de cerca de 40 mil personas, de acuerdo con las cifras del equipo de campaña, que ondeaban las banderas de México y clamaban y respondían las arengas del candidato del PRI.

El discurso se extendió por 27 minutos: habló sobre los riesgos de elegir mal y poner en riesgo el futuro del país; sobre su eventual gobierno, sobre el amor a la familia y la lealtad de su equipo.

Incluso mencionó a coahuilens­es distinguid­os como Francisco I. Madero y Venustiano Carranza, de quienes seguirá el legado democrátic­o y de institucio­nes.

Al final de su discurso pidió pensar en México, el país que ha recorrido desde el 14 de diciembre en la precampaña, intercampa­ña y campaña.

53 mil 444 kilómetros después y solo sigue con una idea: ganar. Pero ¿sea como sea? m

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