Milenio

Todo iba bien, pero...

En el primer tiempo, los aficionado­s que asistieron al Zócalo tuvieron la esperanza de que en el segundo, México pudiera anotarle a Brasil, pero fue al revés: 2-0 y dicen adiós al Mundial

- Humberto Ríos Navarrete/ Ciudad de México

Todo iba bien, pero llegó de sopetón la maldición del segundo tiempo y entonces todo se derrumbó, como si la edición con Suecia se repitiera, pero esta vez era a un Brasil que parecía dar ventajas en el primer tiempo, con un jugador, Neymar, que simulaba tener la complexión de cristal.

Los aficionado­s llegaron al mismo lugar en el que horas antes otra multitud había pisado el pasto artificial para festejar el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, quien estuvo ahí para agradecer los votos emitidos a su favor y reiterar compromiso­s. La verbena duró hasta la madrugada.

Esta vez llegaban los aficionado­s con la esperanza de siempre. Saltaban de gusto en las estaciones del Metro. Unos jóvenes se empujaban. Hombres y mujeres de todas las edades. Incluidos niños y ancianos, uno de ellos con andaderas. Un grupo de adolescent­es salió por el lado de Catedral.

Dos muchachos traían cervezas, cada quien con un paquete —ni siquiera se molestaron en ocultarlos— y al salir de la estación fueron frenados por un policía, pues la intención de ellos era introducir­las a la plancha. Los demás compañeros solo escondían sonrisitas mientras avanzaban hacia la plancha.

—Ya se los chingaron —murmuró uno de ellos. —Ji, ji, ji. Y se sumaron a la multitud optimista y expectante, dividida entre mamparas metálicas que servían de contención en el atiborrado Zócalo, escenario de triunfos y fracasos deportivos, sitio para diversas expresione­s políticas y sociales, como la ocurrida horas antes.

***

Son las 9:00 y el partido empieza sin demora. Una pantalla más grande se alza frente a la Catedral. Otras, más pequeñas, están alrededor, para los que no tienen acceso al interior. La narración de los enviados se escucha con nitidez en toda la plancha. Hacen eco sus voces.

En la cancha se mueve Hirving Lozano, el Chucky, “el muñeco diabólico”, se emociona el narrador de la tele. Y allá va Edson, “el que lloró por el autogol”, contextual­iza desde Rusia el cronista.

El Chucky falla y se escucha un rugido colectivo. Presiona Layún, alias Zorro plateado. Tiene razón el cronista cuando dice que México es “superior” a Brasil, pues el Chicharito detiene el balón.

Un saque de banda ordena el árbitro para la Selección Mexicana. Tiene el balón Carlos Vela. Los espectador­es parecen congelados frente a la pantalla. Aumenta la presión de los mexicanos. Hacen bailar a los brasileños. Ahora ellos son los que aprietan. Memo Ochoa mete la cabeza para detener un cañonazo. Tiró el número 9 brasileiro. Tira Vela y falla.

Juan Carlos Osorio se molesta. Mueve la cabeza y frunce el ceño. Da vueltas. Sacude las manos. Otra vez Ochoa se ve presionado. Despeja con la cabeza. Ese Ochoa es un mago. Tiro de esquina. Brasil falla. La gente está desesperad­a. Hambrienta. Saque de México. Falta a Neymar. “Neymar con todo su veneno”, acuña el cronista, también con su ídem.

La gente está desesperad­a. “A ver a qué horas”, murmura un aficionado que sostiene la mandíbula sobre el tubo de la mampara. Baila Silva. Tira. El balón es atrapado por Ochoa. Ahora la tiene el Chucky. Tiro de esquina para México. Vela se desespera y jalonea al enemigo.

Presiona México. Tira. Falla. La multitud siente una punzada cuando los adversario­s están a punto de meter un gol o cuando los nuestros fallan. Aullidos allá y aquí. Murmullos. Todos se llevan las manos a la cara. Todos están en vilo. El Chucky la tiene. Tiro libre para México. Nada. Termina el primer tiempo. Anuncian la presencia de Elefante, el grupo musical, que interpreta dos de sus éxitos. Los aficionado­s se relajan y bromean.

La pausa es rápida e inicia el segundo tiempo. Y es Neymar, precisamen­te el “venenoso”, que hace mucha faramalla, quien zampa el primer gol contra los mexicanos. Rostros destemplad­os.

Tiro de esquina para México. Vela desespera y jalonea. Súper Ochoa la detiene. Presiona México. Tira. Falla. Aullidos aquí y allá.

Alguien dice que falta mucho tiempo. Pero mientras menos lo piensan el reloj parece correr más rápido.

Otra vez Neymar: se retuerce en el pasto. Parece que ahora sí es en serio. “Ese Neymar es un payaso”, murmura alguien que pasa por aquí cerca. Séptimo tiro de esquina para México. Nada. En cambio viene el segundo gol de Brasil. “Esto duele”, ruge el cronista.

“Mexicanos que vinieron con esperanza”, añade el cronista pelón de la tele. Termina el partido y la gente empieza a retirarse con la mirada hacia abajo, pasos lentos, aturdidos, las tiras enrolladas con el letrero de “¡gooooool!” que se estiran como acordeón, no sirven hoy.

Y se acabó.

***

En internet circula una especie de letanía con música triste, mientras pasan diversas imágenes del arquero Memo Ochoa. Es un homenaje.

Dice: “Tú no puedes hacerlo todo, Memo. Es imposible que ganes tú todos los partidos. Salvaste todo lo que pudiste. Has estado a la altura. Fuiste el portero con más atajadas en el Mundial. Pero no ha sido suficiente.

“México se va de la Copa del Mundo, pero tú quedas en la memoria de todos. Eres el mejor portero de México. Jamás te han afectado las críticas. No hay nada que reprochart­e. Ya eres histórico. Gracias, Memo”.

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Aficionado­s mexicanos, ayer en el Zócalo
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Tristeza al final del partido
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