UN PROCESO QUE TERMINÓ EN LO MISMO

Juan Carlos Osorio no pudo darle a la selección mexicana el tan añorado quinto partido; se quedó en el sitio de siempre, en octavos de final, luego de 992 días de trabajo en los que dejó la misma deuda y muy pocos avances

Fueron 992 días –solo le faltaron ocho para los mil– los que estuvo Juan Carlos Osorio al frente de la selección mexicana. Y es que luego de caer ante Brasil en los octavos de final del Mundial de Rusia, el colombiano difícilmente –a menos que suceda algo milagroso– continuará en el Tricolor. Su contrato ha terminado y aunque falta una última charla con los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol, lo más seguro es que no renovará, poniendo punto final a uno de los procesos más polémicos de los últimos años.

Y es que los números de Osorio no fueron malos, pero tampoco excelentes. Ganó donde tenía que ganar, con una que otra mención honorífica, pero también fracasó en momentos determinantes, en los que pudo haber trascendido con el conjunto nacional.

Y deja a México ahí, en el mismo sitio que tuvo en los últimos siete mundiales, en los octavos de final, con la sensación de que aún se está lejos de aspirar a ese quinto partido y, por lo tanto, de llegar a ser un serio contendiente en la máxima competición de futbol.

Eso sí, si hay algo que se debe reconocer en Osorio, es la entereza. En México ha recibido toda clase de críticas y hasta insultos, y aun así continúo adelante hasta completar el proceso que concluyó el lunes pasado.

Ahora, otros lucharán por la silla. Desde hace tiempo se ponen como candidatos a Matías Almeyda y a Miguel Herrera. El argentino parece llevar la ventaja, mientras que el Piojo tampoco pierde la esperanza de llegar al mando de Tricolor, mismo que ocupó ya y que tuvo que dejar por situaciones extracancha.

Y mientras se determina quién tomará las riendas del Tri en el proceso rumbo a Qatar 2022, quedarán en la memoria los rasgos de lo que fue esta era con Juan Carlos Osorio. Con luces y sombras.

De las cosas positivas, en general el timonel deja un grupo que parece unido, que al menos esa es la cara que le han dado al público. Porque por más que se habló de una ruptura interna previo a la Copa del Mundo, una batalla de egos entre Héctor Herrera y Javier Hernández, en el campo se les vio a ambos celebrando las victorias del conjunto nacional.

Y sí, hay una nueva camada de futbolistas que el estratega puso en escena durante algunos lapsos de su proceso, aunque al final haya apostado por un grupo muy veterano, pero serán estos elementos jóvenes quienes conduzcan al conjunto azteca. Uno de ellos, Hirving Lozano, quien ha mostrado que es un elemento de élite, que en su primera campaña en el PSV de Holanda se cansó de hacer goles, al parecer tomará las riendas como uno de los líderes de la selección, ante la retirada de varios referentes como Rafael Márquez o el propio Andrés Guardado.

Con Osorio también se recuperó el prestigio en la zona de la Concacaf, se tuvo una eliminatoria sin sobresaltos y se calificó sin ningún tipo de angustia.

Sin embargo, de lo malo también hay material que subrayar, incluso más que lo positivo. Ahí están las estrepitosas caídas que tuvo el Tricolor en torneos internacionales, las cuales golpearon muy fuerte este proceso.

Porque al final de cuentas Osorio nunca logró hacer un equipo competitivo, al perder cuatro de cinco duelos de eliminación directa: solo ganó en los cuartos de final de Copa Oro, luego perdió ahí mismo en semifinales; en la misma instancia de cuartos cayó en la Confederaciones frente Alemania y la peor derrota de todas, llegó también en ese mismo escalón en la Copa América Centenario, cuando fue humillado 7-0 por Chile.

Tampoco sus métodos convencieron a los analistas y a los aficionados. Las famosas rotaciones nunca permitieron en cierto momento definir un ritmo y un estilo, algo que terminó pagando en la Copa del Mundo,

cuando abandonó esa metodología y ni así le alcanzó para trascender en la máxima justa. Al final cayó donde siempre.