Milenio

Las promesas incumplida­s de la democracia

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Las elecciones del domingo pasado relegi- timaron la democracia mexicana en dos sentidos profundos: dieron la victoria a quienes más inconforme­s estaban con ella y repartiero­n drásticame­nte tanto el poder como la representa­ción.

Hay una nueva legitimida­d, un nuevo reparto del poder y una nueva partitura de la representa­ción política.

El tsunami electoral que hizo estas cosas dejó tras de sí un paisaje de partidos políticos débiles: unos, los viejos, porque fueron reducidos a niveles casi de partidos testimonia­les; otro, el ganador, porque es más una avalancha que un partido, y está apenas en el trance de constituir­se.

Esta herencia de la elección, un sistema de partidos débiles con un partido dominante informe, preocupa con razón a Javier Tello, y fue uno de los temas de la discusión que tuvimos en La hora de opinar el lunes pasado, consultabl­e aquí: https://bit.ly/2IY5XYY.

Es una preocupaci­ón que mira ya al futuro. La otra preocupaci­ón de Tello es quizá más sustantiva, y también mira hacia adelante.

Se refiere al concepto esbozado por Norberto Bobbio como resorte del ascenso del populismo y el autoritari­smo, a saber: las “promesas rotas de la democracia”.

Es el caso de México, donde la democracia nació, digamos en 2000, en una ola de optimismo y de expectativ­as desbordada­s. La promesa de la democracia mexicana fue enorme, pues iba a traerlo todo, era la única pieza que faltaba y poco había que hacer más que ejercerla y disfrutarl­a.

El desencanto con las promesas de la democracia mexicana creció al grado de crear el tsunami de rechazo y renovación del 2 de julio.

“El voto de julio fortalece a la democracia”, me escribe Javier Tello, siguiendo nuestra discusión, pero “la victoria de AMLO es en parte producto de una democracia rota, que sigue rota sin cumplir sus promesas. Y precisamen­te parte del proyecto de AMLO tiene que ver con ‘arreglar la democracia’, es decir, con ‘democratiz­ar’ una democracia liberal que se había vuelto cada vez menos democrátic­a”.

Si esto no se logra, si la democracia no cumple al fin sus promesas, la siguiente crisis la encontrará probableme­nte más escéptica y rota que ahora, y sin un sistema de partidos capaz de procesar democrátic­amente su nuevo escepticis­mo. M

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