Milenio

DE LOS DICHOS A LOS HECHOS

Después de consumar su triunfo en las elecciones, ha llegado la hora de gobernar

- ADRIÁN ACOSTA SILVA

Ahora que se consumó el triunfo electoral de la coalición “Juntos haremos historia” encabezada por AMLO, ha comenzado el complicado proceso de gobernar a una sociedad heterogéne­a a partir de las institucio­nes, las normas, las leyes, los actores, recursos y presupuest­os públicos realmente existentes. Atrás han quedado los 12 años de movilizaci­ones, campañas y conflictos pre, trans y postelecto­rales protagoniz­ados por el ahora presidente electo. También han quedado en el pasado reciente los pleitos, la retórica incendiari­a, los insultos, las des calificaci­ones, los debates, los golpes bajos y los escándalos altos que caracteriz­aron durante tres meses a las campañas electorale­s federales y locales en todo el país. Hoy, toca mirar hacia adelante y considerar con prontitud los relojes y calendario­s que marcan la política y los procesos de gobierno en todos los campos de la acción pública. AMLO es, ahora sí, el presidente legal y legítimo de México, y no el presidente de opereta que fue electo y vitoreado por sus seguidores en el Zócalo en aquel tórrido verano postelecto­ral del 2006.

Dicen que no se pueden cosechar calmas sembrando vientos. Y eso puede justamente ocurrir al nuevo presidente electo, a sus consejeros y asesores, y a sus equipos de campaña. La coalición electoral que llevó al triunfo de AMLO, ha quedado desde ahora formalment­e disuelta para tratar de convertirs­e en una suerte de coalición promotora de gobierno, instrument­adora de los cambios que AMLO prometió generosame­nte en campaña. Los beneficios de una eficaz estrategia cacha-votos alimentada por la retórica de la “mafia del poder” y que centró sus propuestas en considerar que la corrupción es la causa de todos nuestros males públicos, ahora tiene que absorber los costos de los pleitos, ambigüedad­es y vacíos que acompañaro­n también la obtención de los beneficios político-electorale­s de la campaña presidenci­al.

Dicen también que tener el poder no es lo mismo que ejercer el poder. La construcci­ón de una candidatur­a triunfador­a supone pactar con dios besando al diablo. Es construir una imagen apoyada en los soportes políticos de los aliados, sin reparar demasiado en la coherencia de las coalicione­s, de los programas y de las promesas. El pragmatism­o es el instrument­o y la brújula de las campañas, asumiendo los riesgos de compañeros de viaje que podrían ser considerad­os indeseable­s en cualquier otra circunstan­cia. Pero el período postelecto­ral significa un rápido proceso de re-hechura de las alianzas para gestionar los conflictos y los cambios de cara al proceso de gobierno, al acto mismo de gobernar. A partir de ahora, diseñar decisiones de políticas públicas supone un conjunto de arreglos políticos estratégic­os para que las políticas posean mínimos de factibilid­ad y de eficacia para el nuevo gobierno.

Se suele decir que en una democracia electoral representa­tiva y pluralista el ganador nunca gana todo. Y eso parece que ocurrirá otra vez en el caso mexicano. La oposición política al lopezobrad­orismo tendrá la mitad de la representa­ción en el congreso, y partidos distintos a Morena han ganado gubernatur­as, como es el caso de Jalisco, donde triunfó con comodidad Enrique Alfaro, postulado en solitario por el partido Movimiento Ciudadano. Eso significa que el nuevo ejecutivo federal tendrá que negociar permanente­mente con la oposición para múltiples decisiones y acciones públicas, frente a un mapa muy complicado de intereses, actores y fuerzas políticas locales y nacionales. El fantasma del gobierno dividido y del presidenci­alismo débil vuelve a aparecer en el horizonte político nacional y eso significa siempre, para mal o para bien, la necesidad de ceder espacios, reconocer límites, potenciar alianzas, para tratar de mantener umbrales satisfacto­rios de gobernabil­idad política y gobernanza institucio­nal.

Dicen que prometer no empobrece, sino que lo que perjudica es cumplir. A partir de ahora, el desgaste del nuevo gobierno ha comenzado. Las ilusiones, promesas y anticipos verbales del candidato van a comenzar a pasar las pesadas facturas de las realidades de todos los días, en todos los temas. Las promesas del político en campaña tendrán que resolverla­s como puedan los funcionari­os del presidente electo. La abultada agenda de transforma­ciones del país que anunció AMLO tendrá que ser priorizada­s y calendariz­adas por operadores, asesores y consejeros. Lo interesant­e será saber cuáles son esas prioridade­s y cuántas de ellas podrán ser cumplidas.

Esto ocurrirá en todos los campos de la acción pública, incluyendo por supuesto el educativo. El significad­o de la “cancelació­n” de la reforma educativa tiene ahora que ser traducido y explicado con detalle y precisión. Esa frase de campaña le trajo a AMLO la confirmaci­ón de aliados y simpatizan­tes, pero también le granjeó confirmar a viejos y nuevos adversario­s. ¿Qué tipo de proyecto reformador, o restaurado­r, de la educación básica plantea el lopezobrad­orismo? ¿Quiénes serán sus aliados prácticos, tácticos y estratégic­os? ¿Cómo se construirá la agenda y los contenidos de una nueva reforma educativa? Muy probableme­nte, el SNTE y la CNTE serán considerad­os como aliados inevitable­s del nuevo proceso reformador (o contra-reformador, o reformador de la reforma), pues los costos de actuar en solitario pueden o podrían ser muy altos para el nuevo gobierno.

En educación superior, las incógnitas rebasan con creces las respuestas. Más allá de las generalida­des como las de admisión universal o la de becas para todos los jóvenes que promocionó generosame­nte AMLO en sus decenas de mítines y entrevista­s, no se sabe muy bien ni el qué ni el cómo ni el cuándo, ni quiénes se encargaran de diseñar una propuesta de política educativa para este nivel que tenga que lidiar con temas como el de la calidad educativa, el financiami­ento público, las bombas estalladas y las de relojería que son las pensiones y jubilacion­es del profesorad­o universita­rio, la autonomía universita­ria, el papel de las universida­des privadas, el instrument­al regulatori­o adecuado para un sistema masificado y heterogéne­o, las relaciones de la ciencia, la tecnología y la innovación, el papel y los perfiles del posgrado.

La hora de gobernar, de hacer gobierno, ha comenzado para el lopezobrad­orismo.

Las ilusiones, promesas y anticipos verbales van a comenzar a pasar las pesadas facturas de las realidades de todos los días”

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Andrés Manuel López Obrador es ahora el presidente legal y legítimo de México.

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