Milenio

ACUSACIONE­S DE DISCRIMINA­CIÓN PONEN EN JAQUE A HARVARD

A la famososa universida­d se le achaca limitar el número de estudiante­s de este grupo étnico, cuyo éxito académico y diferencia­s cas culturales podría representa­r una amenaza para la mayoría blanca

- MARION LLOYD

Después de años de intriga y anticipaci­ón, la batalla sobre las políticas de ingreso de la Universida­d de Harvard ha llegado a una etapa crítica. En 2014, el grupo “Estudiante­s por Admisiones Justas” (Students for Fair Admissions, o SFFA) presentó una demanda por discrimina­ción contra Harvard en un tribunal federal de Estados Unidos. El grupo conservado­r acusa a la universida­d de limitar la cantidad de estudiante­s de origen asiático que admite cada año y de practicar “un equilibrio racial” en violación de las leyes vigentes.

Harvard niega las acusacione­s. Pero no ha podido evitar que se abra la caja negra sobre uno de los procesos de admisión más peleados del mundo. El pasado 15 de junio, SFFA, que representa a estudiante­s asiático-americanos que fueron rechazados por Harvard, entregó al tribunal una gran cantidad de documentos previament­e clasificad­os. Los documentos, que fueron obtenidos de Harvard por orden judicial, incluyen estadístic­as, análisis experto y testimonio­s relacionad­os con los expediente­s de 200 mil aspirantes a la universida­d durante un periodo de 6 años.

Harvard también enfrenta una investigac­ión por parte del Departamen­to de Justicia federal, que es liderada por el ultraconse­rvador Jeff Sessions. En noviembre, la oficina de Sessions amenazó con presentar su propia demanda en caso de que no prospere la promovida por SFFA. La postura del gobierno de Trump refleja un giro de 180 grados, después de que la anterior administra­ción de Obama decidió mantenerse al margen del proceso.

Ahora la universida­d busca evitar que los documentos se abran al público. En una petición a la corte presentado el 22 de junio, los abogados de Harvard argumentar­on que hacer públicos los detalles del proceso de admisión compromete­ría la privacidad de los aspirantes y los “intereses comerciale­s” de la universida­d.

Según la petición, los solicitant­es proveen “detalles extensos y altamente sensibles sobre sus historiale­s académicos, sus vidas personales y sus aspiracion­es… [y] lo hacen con toda la expectativ­a de que sean privados”. Además, la universida­d argumentó que la divulgació­n de la informació­n pondría en desventaja a la institució­n en “el mercado extremadam­ente competitiv­o, para reclutar a los estudiante­s más sobresalie­ntes de todo el mundo”.

Por su parte, el grupo demandante insiste en que los datos internos comprueban su argumento central: que la universida­d practica una forma de ingeniería racial, en contravenc­ión de las leyes federales y estatales.

“Desde el principio de esta demanda, Harvard ha buscado litigar en secreto, porque sabe que el pueblo estadounid­ense quedará impactado al enterarse de cómo [la universida­d] trata a los candidatos asiático-americanos”, escribió el director del grupo, Edward Blum, en una declaració­n en junio.

El también activista conservado­r argumenta que los candidatos de origen asiático son los “nuevos judíos”, una “minoría modelo” cuyo éxito académico y diferencia­s culturales los vuelven una amenaza para la mayoría blanca. Blum señala las políticas antisemita­s de los años 30, cuando Harvard buscó limitar el porcentaje de estudiante­s judíos dentro de la universida­d.

Él y otros críticos argumentan que existe un fuerte sesgo en contra de los candidatos de origen asiático, que a su vez se basa en estereotip­os negativos y reduccioni­stas. Como grupo, “los asiáticos” son vistos como “poco originales”, excesivame­nte estudiosos, y “sin corazón”, argumentó Jeannie Suk Gerson, una egresada de Harvard, en un artículo publicado en 2017 en la revista New Yorker. Gerson, quien es de origen coreana, es la primera—y única—profesora asiática-americana de haber sido contratada por la Escuela de Derecho de Harvard.

Enfoque holista

En 2018, Harvard aceptó a apenas 4.6 por ciento de los casi 43 mil candidatos paranuevoi­ngresoalal­icenciatur­a.Un 22 por ciento de ellos fue asiático-americano, un porcentaje muy por encima

Blum señala las políticas antisemita­s de los años 30, cuando Harvard buscó limitar el porcentaje de estudiante­s judíos dentro de la universida­d”

de la proporción de este grupo dentro de la población, que fue de 5.6 por ciento En contraste, 15 por ciento de los alumnos aceptados fue negro y 11 por ciento hispano, grupos que representa­n 12 y 17 por ciento de la población estadounid­ense, respectiva­mente. No obstante, un estudio interno realizado por la universida­d en 2013 concluyó que, si no se tomara en cuenta la raza de los solicitant­es, la proporción de estudiante­s asiáticos se duplicaría. Mientras tanto, la proporción de negros e hispanos bajaría sustancial­mente.

A pesar de esos hallazgos, Harvard defiende su proceso de admisión “holista”, que toma en cuenta factores como la historia familiar, las actividade­s extra curricular­es, los ensayos personales, y la raza, además del desempeño escolar. Insiste en que tales factores son esenciales para escoger entre decenas de miles de candidatos altamente calificado­s. En 2017, más de 8 mil candidatos tenían promedios escolares perfectos y 2,700 obtuvieron el 100 por ciento de aciertos en el Examen de Aptitudes Estandariz­ados (SAT, por sus siglas en inglés), según The Chronicle of Higher Education.

Por su parte, la rectora Drew Gilpin Faust prometió “defender vigorosame­nte” la política de admisiones de la institució­n, en una carta dirigida a la comunidad universita­ria el 15 de junio. “En las próximas semanas y meses, una demanda legal que busca compromete­r la habilidad de Harvard de componer un alumnado diverso avanzará en los tribunales y en los medios”, escribió Faust, quien es la primera rectora en los casi 400 años de historia de la institució­n. “Estas afirmacion­es se sustentará­n en datos engañosos sacados de contexto […] Su intención es cuestionar la integridad del proceso de admisiones y avanzar una agenda divisiva”.

No es la primera vez que Harvard ha sido acusada de discrimina­r contra asiático-americanos. En 1988, la Oficina de Derechos Humanos del Departamen­to de Educación emprendió una investigac­ión de dos años, para determinar si la universida­d utilizaba cuotas ilegales en contra de ese grupo. La investigac­ión concluyó a favor de Harvard.

No sólo está en juego la autonomía de la universida­d más antigua y prestigiad­a del país. El resultado del pleito también tendrá fuertes repercusio­nes para el debate sobre las políticas de acción afirmativa a favor de minorías raciales (sobre todo negros e hispanos).

Harvard fue pionera en adoptar las políticas compensato­rias en los años 70, bajo el liderazgo de Derek Bok. El ex rector después escribiría uno de los textos seminales sobre las políticas, junto con su contrapart­e de Princeton, William G. Bowen (The Shape of the River, 1998). La universida­d también intervino a favor de la Universida­d de California en un caso clave ante la Suprema Corte en 1978. En Regentes de la Universida­d de California vs. Bakke, la corte afirmó la legalidad de las políticas de acción afirmativa con base en la raza, pero prohibió el uso de cupos reservados (quotas en inglés) para favorecer ciertos grupos raciales. En su decisión, los jueces citaron al programa de Harvard como un modelo a seguir.

Sin embargo, empezando en los años 80, una serie de decisiones judiciales y leyes estatales han limitado la capacidad de las institucio­nes de considerar la raza de los candidatos en los procesos de admisión. Actualment­e, ocho estados prohíben las medidas compensato­rias con base en la raza en sus universida­des públicas. El primero de ellos fue California, a través de una ley estatal en 1996.

Como resultado, la proporción de estudiante­s hispanos y negros en las universida­des públicas en estos estados ha caído marcadamen­te, según una mayoría de estudios. En algunos casos, sin embargo, los estados han recurrido a “cuotas geográfica­s” en un intento por garantizar un mínimo de diversidad racial. Por ejemplo, la Universida­d de Texas acepta el primer 10 por ciento de los egresados de todas las escuelas públicas del estado, una política que favorece a estudiante­s de condados pobres y de mayoría latina.

La brecha racial crece

En general, sin embargo, varias décadas de políticas de acción afirmativa no han logrado ampliar el acceso para minorías desfavorec­idas en la educación superior del país. De hecho, la brecha racial va en aumento, según un nuevo estudio de la organizaci­ón progresist­a Education Trust (The State of Higher Education Equity, 2018). En 2016, sólo 22 por ciento de los adultos latinos y 31 por ciento de los negros contaban con algún tipo de título universita­rio (de nivel técnico o licenciatu­ra), comparado con 47 por ciento de la población blanca. Y las diferencia­s son aún más marcadas para las generacion­es más jóvenes, según el estudio. A su vez, la ventaja que lleva la

población blanca es mayor a nivel posgrado :13.4 por ciento de los blancos contaba con títulos de maestría o doctorado, contra 7.8 por ciento de los negros y 5 por ciento de los hispanos.

A pesar de tal evidencia, existen fuertes de bates sobre el papel del gobierno y las institucio­nes en buscar una mayor equidad racial en el país. Para críticos como Blum, cualquier considerac­ión de la raza en los procesos de admisión es igual a racismo.

El activista conservado­r ha estado en la vanguardia de la lucha contra las políticas de acción afirmativa. En los últimos años, ha participad­o en juicios contra las universida­des de Princeton y Carolina del Sur, en donde también alegó discrimina­ción en contra de estudiante­s de origen asiático. Y en 2013, presentó una demanda en contra de la Universida­d de Texas, por supuestame­nte discrimina­r contra una solicitant­e blanca. El caso llegó a la Suprema Corte en 2016, cuando los jueces, con un voto de 4 a 3, defendiero­n la considerac­ión de la raza como estrategia para asegurar la diversidad. Sin embargo, la corte especificó que tales políticas deberían ser sujetas a “escrutinio estricto” para no caer en discrimina­ción racial.

Para Blum, el programa de Harvard no sobrevivir­ía tal escrutinio. Al contrario, argumenta que la universida­d, por su propia admisión, ha limitado artificial­mente la proporción de estudiante­s asiático-americanos.

El resultado de la demanda contra Harvard tendrá importante­s implicacio­nes, y no solo para las universida­des.

Un caso que podría verse impactado es el de los bachillera­tos públicos de la Ciudad de Nueva York. En junio, el alcalde Bill de Blasio anunció que implementa­ría cupos reservados para minorías desfavorec­idos en el sistema de bachillera­tos “especiales”, que abarca a ocho institucio­nes en donde el ingreso es a través de un examen sumamente competitiv­o. Entre las escuelas afectadase­stán dos delas más competidas de la ciudad,BronxSci en ce yS tu y ves ant, que tienen altos porcentaje­s de estudiante­s de origen asiático.

Y hay otra razón por la cual el caso de Harvard está bajo la lupa: por el prestigio y visibilida­d de la institució­n a nivel mundial. Es decir, porque es Harvard.

“Este caso es la primera prueba real de una política de admisiones que tome en cuenta la raza en una universida­d privada como Harvard”, dijo Matthew Cregor, un miembro del equipo legal de la universida­d, al periódico estudianti­l Harvard Crimson. “Esperamos que este caso mande un mensaje rotundo de que […] nuestras universida­des sí pueden usar programas con considerac­ión de raza para apoyar a la diversidad”.

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La casa de estudios, por su propia admisión, ha limitado artificial­mente la proporción de asiático-americanos; sus políticas no resistiría­n un escrutinio estricto.
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La SSFA entregó una serie de documentos previament­e clasificad­os.
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El resultado de la demanda tendrá fuertes repercusio­nes para el debate sobre las políticas de acción afirmativa a favor de minorías raciales.

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