EL DOBLE ES APENAS LA MITAD
En las reuniones que los candidatos (de los candidatos) a presidir la Secretaría de Cultura se mencionó reiteradamente la urgencia de duplicar el presupuesto para el sector; alguno, si no recuerdo mal, se llevó las palmas al proponer que se cuadruplicara. Y todos se pusieron muy contentos. Sin embargo, uno de los problemas de los gremios artísticos es que las matemáticas no son necesariamente nuestro fuerte. Duplicar el presupuesto 2018 para 2019 significará, en el mejor de los casos, regresar (o acercarse) al presupuesto de 18 mil millones que se ejerció en el último año del calderonato. Sin duda, el desprecio de Enrique Peña Nieto por la cultura se tradujo en un sistemático castigo que redujo a la mitad o menos el presupuesto con el que su predecesor la dejó. Así, el doble del presupuesto apenas sería la mitad del doble en la realidad de los números, por lo que aquel o aquella que propuso se cuadruplicara apenas lo estaría doblando. ¡Uff! Y tampoco… Con la devaluación del peso y la inflación sin freno de los seis años de despeñadero, ni siquiera cuadruplicando se doblaría.
Por supuesto seduce la posibilidad de que el sector Cultura en el Proyecto de Egresos de la Federación 2019 alcance el 1 por ciento que recomienda la Unesco como mínimo indispensable para el desarrollo de las naciones. Esto implicaría cifras muy superiores a las que se han manejado históricamente para el rubro en México y elevaría los irreductibles para un verdadero plan nacional de cultura que tanta falta hace. Porque “al final del día” (como dicen los políticos), el problema actual en el sector no solo es el dinero (único lubricante que puede poner en marcha la maquinaria) sino la ausencia de un gran proyecto que articulen municipiosestados-federación, al mismo tiempo de que sostenga una transversalidad con las secretarías de Economía, Hacienda, Educación, Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y, por lo menos, Turismo.
Me parece que llegar “a todos” los mexicanos y lograr así el acceso a la cultura implica, más que ampliar una burocracia que lastra siempre, articular a los productores de servicios y bienes culturales independientes o autogestivos en un plan mayor que dé trabajo a los artistas, active el desarrollo de las culturas a nivel municipios, genere empleos indirectos y catapulte la costumbre del consumo cultural. Es necesario no caer en la tentación del asistencialismo social que siempre ha hecho ver a la cultura como un gasto en lugar de una inversión crucial. m