Polvorines
Más que nada, ha causado sorpresa irritada que dos de los tres polvorines que hicieron explosión el pasado jueves eran irregulares, según admitió el director del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia (Imepi).
Manifestó Derek Cancino Aguilar: “El que tiene permiso es de un propietario y los otros dos deben tener otros propietarios. En este caso se le calificaría como irregular por no contar con el permiso general”.
Dijo el director del Imepi que fueron cuatro explosiones registradas en los tres polvorines, de las cuales la primera originada en uno de los talleres clandestinos. Concurrieron cerca de 100 empleados del gobierno estatal, peritos y policías, además de personal de la Sedena y de Protección Civil, que regresaron al lugar, garantizadas, se dijo, las condiciones de seguridad.
La barbaridad de los negocios, las complicidades y la pobreza en Tultepec son gravísimas, pues en el municipio hay 300 polvorines, de los cuales 138 están en orden legal y 162 son clandestinos.
El sigilo y las trampas hacen que el Imepi no reconozca, o sepa, la cantidad de talleres que operan de manera ilícita. No saben cuántas toneladas de pirotecnia se fabrican en el municipio, no menos que se ignora cuánta pólvora se quemó en el siniestro.
Podría seguirse el asunto. La Fiscalía General de Justicia del Estado de México abrió una carpeta de investigación contra quien resulte responsable por homicidio, lesiones y daño en los bienes. Deberá intervenir la Procuraduría General de la República. Y, por supuesto, no se sabe o reconoce quiénes son los propietarios de los polvorines irregulares.
A últimas horas, la Secretaría de Salud reportó 54 personas heridas, 23 de las cuales se encontraban graves y 13 fueron dadas de alta.
Otro tipo de polvorines, estos políticos, se manifiestan como en Puebla o en Chiapas, donde la ambición política se confronta con golpes y secuestro de documentos.
La concurrencia en la aceptación universal del triunfo electoral amplísimo, insólito, se ha dicho mucho, de Andrés Manuel López Obrador ha propiciado que se hable y actúe en pos de la reconciliación.
El hecho de que principales y medianos empresarios, no se diga menores, confíen en la nueva Presidencia de la República serena y sosiega en una nación donde la violencia y la corrupción son males constantes y añejos.
Bien que se dice que hay esperanzas y se espera que se instauren certidumbres tan urgentes. El drama de los polvorines y sus consecuencias represivas posibles es asunto nacional. Pero ahora México es un país, en mucho, esperanzado. M