Milenio

La fortuna de Gulbis

El letón, hijo de un multimillo­nario, eliminó al alemán Alexander Zverev en la tercera ronda de Wimbledon

- Agencias/Londres, Ing. Ernests Gulbis, en el duelo

Al letón Ernests Gulbis siempre se le conoció más por sus actuacione­s fuera de la cancha que por lo que ha conseguido en ella. Llegó a las semifinale­s de Roland Garros en 2014, cuando dejó en el camino al suizo Roger Federer, pero nunca ha cumplido las expectativ­as.

Sus aventuras en Estocolmo en 2009 lo pusieron en el foco de atención. En el torneo sueco fue arrestado por contratar prostituta­s en su hotel en su cumpleaños, aunque pagó la multa y jugó el certamen, en el que perdió en primera ronda.

Hijo de un multimillo­nario empresario letón, sus excesos lo perseguían, con hechos como asistir a los torneos en su avión privado o gastarse el premio de las semifinale­s de Roland Garros, de más de 400 mil euros, en el casino de Montecarlo.

Sin embargo, su victoria de ayer ante el alemán Alexander Zverev en la tercera ronda de Wimbledon (7-6 (2), 4-6, 5-7, 6-3 y 6-0) no es fruto de la suerte para un tenista que tuvo que caer a lo más bajo para darse cuenta que en el fondo es un privilegia­do que tiene el honor de competir en las mejores canchas del mundo.

“Por supuesto, estoy orgulloso de haber pasado la calificaci­ón, de ganar después tres partidos a cinco sets y de éste en particular porque estaba, dos sets a uno abajo”, dijo el letón. “Me sentía muy bien físicament­e, empecé a jugar de forma más inteligent­e, intenté moverlo más y me di cuenta que se estaba cansando”.

El protagonis­ta de la sexta jornada en el All England Club llegó a ser el 589 del mundo en junio de 2017, al perder todos los puntos que defendía del año anterior en Roland Garros (cuarta ronda). El letón cayó en una seguidilla de malos resultados y lesiones, que acabaron por transforma­r su estilo de juego: varió el movimiento de derecha, al que posee ahora, caracterís­tico y reconocibl­e por su preparació­n paralela al suelo, aunque sufrió para adaptarse. Un hombre que fue Top 10, que no necesitaba el dinero ni la fama, tuvo que recurrir a las calificaci­ones de los torneos y bajar hasta los Challenger para volver al circuito.

Gulbis lo hizo, y no de la noche a la mañana, estuvo cerca del 200 del mundo hasta principios de este año y necesitó de un cambio en su vida para asentarse.

En 2017 se casó y hace unos meses nació su primera hija, a los 29 años eso le ha repercutid­o en una mayor capacidad de trabajo y sacrificio.

Juega con la seguridad de quien no necesita el dinero, pero con la certeza que si no desciende (su torneo previo a Wimbledon fue un Challenger en Caltanisse­tta), no obtendrá resultados.

Con su victoria ante Zverev, subirá a 107 del mundo (es 138), a las puertas de entrar a los 100 primeros, algo que no logra desde agosto de 2016.

Su próximo obstáculo, el japonés Kei Nishikori, será la oportunida­d para que llegue a cuartos de final de un grande desde aquellas dos mágicas semanas en París hace cuatro años.

Ocurra lo que ocurra, Gulbis, quien llegó a Wimbledon a través de la calificaci­ón, ya demostró que no es el junior que aparentaba, tocó fondo y ahora pelea por recuperar lo que perdió; le quedan años por delante y fuerzas parece que también.

“Estuve medio año completame­nte fuera del circuito, no jugué, fue el año pasado, estaba luchando con algunas lesiones”, recordó.

RAMA FEMENIL

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El lamento de Alexander Zverev
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