La academia
La academia vale por las familia mexicanas que la miran, por el llame ya, por las multitudes que salvan a quienes tienen talento.
¿Y quién pensó en ellas la noche del domingo pasado? Nadie.
Hay más alma en las secciones de canto de los programas de revista de los estados de la República que en esto que se supone que es un proyecto competitivo a escala mundial.
Estoy muy decepcionado. Me podría ir minuto a minuto destruyendo desde los pésimos textos que hicieron titubear a un conductor con el currículum de Adal Ramones hasta los micrófonos que no funcionaron, la dirección de cámaras que no supo contar nada y más, muchos problemas más.
Pero no tiene caso. Todo esto es obvio y solo se corrige de una manera:
Pensando en el público, cantándole al público, conduciéndole al público, criticándole al público, moviéndole a la participación del público.
Si las audiencias se montan, no importa si los muchachos cantan como Luis Miguel, si los jueces saben de lo que hablan, si el conductor es chistoso, si el escenario se ilumina con en Las Vegas o si el himno es peor.
Se habrá creado magia. Se habrá rescatado La academia. Y yo creo que se eso se trataba este lanzamiento. ¿O usted qué opina?
Queridos señores que están detrás de esto: recapaciten. No hagan un refrito tipo Televisa. Atrévanse a crear, a ser TV Azteca. Atrévanse a hacer la televisión que nos merecemos. Se los suplico como su amigo que soy.