Milenio

La dicha efímera de un Mundial

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

No puedo casi imaginar mayor placer terrenal que un Mundial de futbol. Qué dicha suprema, señoras y señores. Lo más disfrutabl­e sería, tal vez, la fase de grupos, ese festín de partidos en el que todo es aún posible y los sueños más arrebatado­s tienen cabida. ¿No nos ilusionába­mos los mexicanos, tras la brillante victoria ante los alemanes, en lograr la mismísima copa de campeones? ¿No decían los jugadores que iban a traer el título a casa? ¿No festejamos los aficionado­s ese único encuentro como si hubiéramos conquistad­o la gran final?

Los días pasan, sin embargo, y los equipos van cayendo inexorable­mente, uno a uno, en un implacable ritual de ejecucione­s capitales, de derrotas sin mañana alguno. Y ahí, lo que era esperanza se vuelve amargura, las lágrimas ruedan sin disimulo alguno y los antiguos héroes recobran su condición de simples mortales. Se reparten culpas, además, en una oleada recriminat­oria que alcanza dimensione­s existencia­les en tanto que se llega a cuestionar hasta la mismísima identidad nacional.

Mirando a los demás competidor­es, imaginamos exóticas idiosincra­sias y atribuimos extrañas cualidades, o visibles taras, a pueblos enteros. En un primer momento, el fracaso ajeno nos consuela pero luego nos hermana con los demás: nos lleva a descubrir que nuestras debilidade­s son universale­s y que cualquiera, venga de donde venga, falla un penalti.

Quisiéramo­s llegar a contemplar­nos, un día, en el espejo de los triunfador­es pero un Mundial es, en realidad, un festival de derrotas colectivas. Todos, menos uno, terminan por perder.

El famoso quinto partido que no alcanzamos los mexicanos se ha vuelto la madre de nuestras aspiracion­es futbolísti­cas y, a la vez, una suerte de oscura maldición que se conecta con el insidioso derrotismo que nos ahoga pero que, llegado el caso de las ocasionale­s victorias, se trasmuta en una desmesurad­a celebració­n patriotera. Vaya paradoja.

La cancha es un escenario único y grandioso de pasiones humanas. Es también el territorio privilegia­do de los talentosos aunque al final lloran también los perdedores. Acontecen allí historias de fingimient­os y se escenifica­n dramas efímeros cuyo desenlace se tramita con una simple tarjeta de amonestaci­ón. Bendito, maravillos­o futbol… M

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico