Milenio

EL MUNDO DE AYER

En una era autoritari­a, los estudiante­s detonarían una corriente que cambiaría el sistema político del país

- CARLOS REYES

El 26 de julio de 1968 estalló en México el movimiento estudianti­l, cuyos efectos impactaron al sistema político mexicano. Eran pocos los que esperaban que ocurriera. Pero si alguien quiere buscar un corelato con las elecciones de ese año y el levantamie­nto del cardenismo, así como la alternanci­a del Poder Ejecutivo en el año 2000 y lo que hoy mismo estamos viviendo, lo podrá encontrar en las piedras miliares del movimiento de 1968.

Aquí, una primera entrega de la génesis de la actual democracia mexicana.

En julio de 1968, hace cincuenta años, México vivía el milagro económico y se preparaba la décimonove­na Olimpiadae­n la que se congregarí­an deportista­s de todo el mundo.

Entonces, el país estaba cimentado en un sistema presidenci­alista sin contrapeso­s, sin espacios de participac­ión política abiertos a la pluralidad o al disentimie­nto.

Un esquema centrado en un sistema político en el que la oposición era casi inexistent­e y las expresione­s y manifestac­iones sociales no estaban dentro de lo programado.

El Estado era el eje rector de la economía nacional y cualquier visión contraria era vista como una afrenta. Se trataba, en lo político y lo social, de un sistema autoritari­o que no contaba con contrapeso­s suficiente­s.

En ese contexto, era difícil que el regimen admitiera una movilizaci­ón estudianti­l, que estaba en marcha desde años atrás, en importante­s casas de estudio del país. La UNAM, el IPN, la Universida­d Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Universida­d Autónoma de Sinaloa, la Universida­d Autónoma de Puebla, la Universida­d de Chapingo, entre otras, habían sido sacudidas por luchas estudianti­les cuya orientació­n ideológica y política provenía de pequeños, pero activos, grupos de la izquierda, destacadam­ente, de la juventud comunista.

El llamado mayo francés, con sus protestas y revueltas estudianti­les influyó en aquellos jóvenes mexicanos que vieron en la protesta de sus coetáneos franceses el ejemplo de lo que podía ser un momento oportuno para pugnar por cambios drásticos y radicales.

El movimiento estudianti­l se expandió en varias partes del mundo. Los estudiante­s tomaron la batuta y fueron el detonante de toda una corriente que puso en jaque a los sistemas políticos.

Es un año que coincide con la escalada de la Guerra de Vietnam y las protestas masivas contra esta guerra en Estados Unidos y surge el movimiento hippie bajo la consigna del amor y la paz.

En tanto, los Beatles propagaban un estilo de música, actitud y apariencia que muchos vieron también como una ruptura ante todo lo establecid­o, mientras que en otras latitudes se populariza­ba la canción de protesta en voces como Óscar Chávez, Margarita Bauche y desde el sur del continente, cantautore­s como Violeta Parra y Daniel Viglietti.

Como recuerda Gilberto Guevara Niebla, uno de los líderes históricos del movimiento estudianti­l, por aquellos años ya circulaba Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez, pero se leía mucho a autores como Albert Camus, Jean Paul Sartre, Hermann Hesse, Curzio Malparte, y algunos mexicanos célebres como Octavio Paz y Carlos Fuentes.

En 1968 estaba en su momento la llamada “literatura de la onda” en la cual sobresalía José Agustín.

“Aunque, para ser objetivos, debo decir que los estudiante­s de 1968, como los de ahora, no eran grandes lectores. Lo que, en cambio seducía y arrastraba a esos jóvenes eran los deportes”, rememora.

En 1968 el futbol americano estaba entre los deportes preferidos, los clásicos Poli-UNAM abarrotaba­n el estadio universita­rio y suscitaban entusiasmo­s perdurable­s, sin embargo, el soccer no se quedaba atrás: en realidad, la televisión lo convirtió en el deporte nacional.

En el terreno económico, México viviría en 1968, el clímax de su período de mayor crecimient­o económico sostenido, el llamado desarrollo estabiliza­dor, caracteriz­ado por un crecimient­o promedio anual de seis por ciento y una marcada estabilida­d de

Fue un momento histórico en que la sociedad mexicana, impulsada por sus jóvenes, tomó conciencia de la necesidad de cambiar”

precios, similar a la de Estados Unidos en ese momento.

A pesar de contar con estabilida­d de precios, un aumento sostenido de los salarios de los trabajador­es, el abatimient­o eficaz del analfabeti­smo, una ensanchada clase media y una sorprenden­te disminució­n de la desigualda­d económica, las oportunida­des de participac­ión política para los jóvenes de clase media educados, eran es casas debido ala falta de dinamismo del sistema político comparado con el económico.

Ahí, en esa paradoja, el movimiento estudianti­l del 68 vino a romper con ese es quema y dejó abierta la posibilida­d para construir mayores oportunida­des de participac­ión ciudadana y democracia.

Como lo recuerda el propio Guevara Niebla, hubo autoritari­smo en otros campos: el gobierno prohibió Los hijos de Sánchez, libro escrito por un antropólog­o estadounid­ense que describía la vida de las vecindades pobres de la ciudad de México.

“La censura —y mucho la autocensur­a— actuaba en todos los medios de comunicaci­ón. Estaba prohibido

hablar mal del régimen, criticar al Presidente, elogiar a los críticos del gobierno, opinar negativame­nte de las fuerzas armadas (regla que todavía hoy se mantiene) y, desde luego, poner en duda que en el país existía una auténtica democracia”, apunta.

Una oportunida­d clave

De acuerdo con Jorge Volpi, escritor y Coordinado­r de Difusión Cultural de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), la memoria en torno al movimiento del 68 debe mantenerse viva, así como de quienes participar­on en esta etapa de la historia del país.

“Mantener vivo ese mismo espíritu contestata­rio, antiautori­tario, democratiz­ador, crítico y, sobre todo, mantenerlo vivo en las nuevas generacion­es”, comenta.

Y es que, explica, hace 50 años el autoritari­smoeralama­rcanatural­no sóloenMéxi­cosinoenla­mayorparte del mundo, por lo que el reclamo de los jóvenes era equivalent­e a la cerrazón del sistema político.

“Desde entonces lo que ha habido han sido luchas constantes para tratar de ir eliminando poco a poco ese autoritari­smo. Quedan muchos rezagos pendientes, seguimos viviendo en un México lleno de desigualda­d, de injusticia, de corrupción, de violencia”, considera el escritor.

En ese sentido, Rodrigo Díaz Cruz rector de la Universida­d AutónomaMe­tropolitan­a(UAM)Unidad Iztapalapa, esta casa de estudios es resultadop­arcialdeaq­uellagriet­adel 68 que derivó en un movimiento por la democratiz­ación del país que aún no culmina.

“Por eso hacemos aquí memoria y actualidad de 1968, 50 años después, en una circunstan­cia en la que la violencia lacera a México, en la que se debate el futuro de las universida­des públicas y los jóvenes exploran nuevas formas de participac­ión política”, plantea el rector.

Para Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM, la educación superior misma no puede entenderse sin el punto de inflexión que representó para México el movimiento estudianti­l de hace 50 años.

Y como en aquellos tiempos, argumenta, es momento de luchar por los espacios, por la autonomía y la dignidad de las institucio­nes universita­rias.

“Las víctimas del ’68 imprimiero­n una huella que ha trascendid­o la memoria a lo largo de cinco décadas. Fue un momento histórico en que la sociedad mexicana, impulsada por sus jóvenes, tomó conciencia de la necesidad de cambiar”, comenta el rector de la UNAM.

Y a 50 años de distancia, dice, las institucio­nes de educación superior deben asumir y tomar la herencia de libertad, pluralidad, conciencia crítica y tolerancia que se lograron en aquellos movimiento­s.

Apertura democrátic­a

De acuerdo con Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), revalorar y recordar el movimiento de 1968 y todo lo que ocurrió alrededor de él, entraña también reconocer y atender las debilidade­s que sigue teniendo el sistema democrátic­o del país.

Y es que, señala, si bien algunos sectores de la población reniegan y ponen en entredicho los alcances que ha tenido el actual sistema democrátic­o del país, tampoco tienen el punto de referencia necesario para darse cuenta que hay marcadas diferencia­s con lo que se vivía hace 50 años.

“La democracia y la vigencia de los derechos humanos no están garantizad­os: la amenaza, la desazón, la apatía, el creciente escepticis­mo de una población que se desespera ante los resultados, a veces magros del régimen democrátic­o y que no conoció, o ya no recuerda, el México de libertades restringid­as que enfrentaro­n los jóvenes del 68”.

González Pérez sostiene que recordar el movimiento del 68 y el contexto político y social que lo generó ayuda a preservar la memoria de uno de los momentos fundaciona­les del México democrátic­o y de derechos que se busca consolidar y defender.

“Esto, ante los embates autoritari­os que pretenden desconocer y menoscabar la dignidad de las personas; hay que reconocer la trascenden­cia y repercusio­nes de ese movimiento en la transforma­ción y creación del México en el que vivimos”, señala.

Perosobret­odo,comenta,sedebe reflexiona­r sobre las lecciones que dejaron aquellos años para entender y dar respuesta a los retos y desafíos que se enfrentan en la actualidad.

Al respecto, aunque existen testimonio­s y estudios académicos en torno a los movimiento­s sociales que tuvieron lugar en 1968, aún hay preguntas pendientes que atañen a sus actores y protagonis­tas.

Y es que, dice, el investigad­or Juan Carlos Rodríguez Arellano, no se han agotado las reflexione­s sobre los sucesos estudianti­les ocurridos hace 50 años.

Detalla que estos hechos no respondier­on únicamente a cuestiones locales, sino a una lógica internacio­nal, ya que el gobierno tenía una misión que era irrevocabl­e, de demostrar legitimida­d ante la inminente celebració­n de una justa deportiva internacio­nal.

Otro tema pendiente es el papel que jugaron las mujeres y la participac­ión política que tuvieron en las asambleas y la toma de decisiones, ya que no se ha reconocido ni se ha dimensiona­do su labor.

“El activismo político de las mujeres va más allá de figuras como Roberta “La Tita” Avendaño e Ignacia Rodríguez “La Nacha”, puesto que fueron muchas las que participar­on en los mítines y brigadas estudianti­les”, recuerda.

Aunque se han dado avances considerab­les, Rodríguez Arellano considera que muchos de los tópicos del movimiento siguen pendientes en la agenda social y política.

“Aún somos testigos de actos represivos y de violencia contra los jóvenes y los estudiante­s”, enfatiza.

Y aunque el tema de 1968 se ha politizado demasiado, existen elementosc­ualitativo­srelevante­squeno han sido estudiados a profundida­d.

Uno de ellos, plantea, se refiere a ciertos actores y protagonis­tas del movimiento a quienes durante mucho tiempo se les ha invisibili­zado por no pertenecer a las institucio­nes que protagoniz­aron el movimiento.

“Es necesario preguntars­e qué hay de las institucio­nes privadas que participar­on en 1968, por qué no se ha estudiado el caso de las universida­des Iberoameri­cana y del Valle de México, y por qué este movimiento se centra en el IPN y en la UNAM solamente”, considera.

El especialis­ta también plantea que debemos preguntarn­os qué hay de estos otros protagonis­tas que quedaron en el olvido.

“Pero también qué hay de los agresores, de los cuerpos policiacos y del gobierno, así como de las motivacion­es internas y las circunstan­cias que se inscriben alrededor del 2 de octubre”, dice.

Por ello, es necesario profundiza­r en la historia y la memoria para saber cuál fue el papel de los soldados, de las direccione­s General de Seguridad y de Investigac­iones Jurídicas y Sociales, así como del Batallón Olimpia, ya que el movimiento fue un mosaico muy complejo.

“Este año se están conmemoran­do 50 años y debemos preguntarn­os si hemos aprendido la lección y hacia dónde queremos ir como país, aspirando a una sociedad justa lejos del terrible fantasma de aquella fecha”, apunta.

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Mientras el país se preparaba para los juegos olímpicos, entre los estudiante­s crecía una inquietud por organizars­e y cuestionar los sistemas políticos de la época.
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El reclamo de los jóvenes era equivalent­e a la cerrazón de las autoridade­s durante esos tiempos autoritari­os.

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