Milenio

El derecho a la amapola

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Hoy se reunirán miembros en activo del gobierno estadunide­nse con miembros futuros del gobierno mexicano. Uno de los temas será probableme­nte la queja estadunide­nse contra el aumento del cultivo de amapola y de la exportació­n ilegal de heroína a Estados Unidos.

Quizá el (pre)gobierno electo pueda explorar una posibilida­d de legalizar el cultivo de amapola y sus derivados, recordando a su (pre)contrapart­e estadunide­nse que hay una alternativ­a internacio­nal para legalizar el mercado de la amapola y sus derivados con beneficios bilaterale­s.

Es la alternativ­a planteada por Saúl López Noriega en el ensayo sobre el tema que da nombre a esta columna: “El derecho a la amapola”, al que me referí ayer: https://bit. ly/2NKooDX.

Desde 1967 México forma parte de la Convención Única de Estupefaci­entes, fundada en 1961. Esta Convención Única contempla entre sus normas la posibilida­d de que “cada Estado decida si la prohibició­n de cultivar ciertas plantas es la medida idónea para proteger la salud pública y evitar el tráfico ilícito” en su territorio.

Esto significa que un Estado puede cultivar amapola y producir sus derivados dentro “para satisfacer la demanda interna de medicament­os derivados del opio” si justifica que su mercado de opiáceos para usos médicos padece desabasto. Este es exactament­e, como vimos ayer, el caso de México.

También es posible que un país pida la autorizaci­ón a la Convención Única de producir amapola para ayudar a reducir el desabasto crónico que padece el mercado mundial de salud.

Ambas autorizaci­ones deben obtenerse de uno de los dos organismos fundamenta­les de la Convención Única, la llamada Junta Internacio­nal de Fiscalizac­ión de Estupefaci­entes (JIFE), de la que México es miembro y en la que tiene un representa­nte formal.

Gestionar y obtener las dos autorizaci­ones internacio­nales para producir amapola y sus derivados legalizarí­a de un golpe a los amapoleros mexicanos, preservand­o sus siembras y sus ingresos, y sustrayénd­olos de paso del crimen organizado.

Daría una respuesta también a la alarma que domina hoy la política de drogas estadunide­nse hacia México, que es precisamen­te el auge de la exportació­n de heroína mexicana derivada de la amapola.

Una visión actualizad­a de este tema es Jorge Andrés Castañeda: “Opioides. Historia de dos crisis”, Nexos, julio 2018: https://bit. ly/2LgnUE4. M

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